Cierta tarde de junio, hace ya seis o siete años, paseaba por la feria del libro de Madrid bajo un sol de justicia que había dejado desierto el Paseo de Coches del parque del Retiro, cuando me encontré con Mario Vargas Llosa. Estaba encerrado en una de esas diminutas jaulas de aglomerado blanco que sirven de caseta a libreros, y de lugar de firmas a los autores. A pesar de su soledad, el premio Nobelmantenía un rictus de paciente dignidad, cual fiera de circo enjaulada que deja asomar el orgullo herido de quien se sabe rey de la selva, pero se encuentra encadenado a los designios de terceros, en este caso algún caminante-lector que quisiera intercambiar loas y parabienes a cambio de una aséptica y mecánica dedicatoria autografiada.

Nadie acudió. Los altavoces, mientras, recordaban la presencia del autor de La ciudad y los perros, y de otros literatos en casetas vecinas, pero las palabras metalizadas se perdían entre los árboles, las chicharras y la tierra seca del parque, únicos testigos de aquel bochorno.

La madre de Andreita firmando un libro que ni ha escrito ni ha leído, comprado por gente que no lee.

Hoy el panorama literario no sólo no ha cambiado, sino que ha ido a peor. Abrumadas por la caída libre de las ventas de libros, las editoriales han optado por publicar a famosos, amparándose en su fugaz imagen como garante de lectores, más ávidos de cotilleos y lecturas de cuarto de baño, que de una trama que alimente su espíritu, y sus días. Muchas voces critican en especial el caso de Belén Esteban, esa analfabeta autodeclarada, que tiene los agujeros de la nariz como las puertas de entrada de Imaginarium. La madre de Andreita firmando un libro que ni ha escrito ni ha leído, comprado por gente que no lee. Esto sí que es marca España.

Como autora (me niego a considerarme escritora) me duele esta prostitución de la escritura, aunque reconozco, a regañadientes, que el “debe haber calidad” que regía los libros de antaño, ha sido fulminado por el debe y el haber de las cuentas de resultados.

Mientras la gente se lleva las manos a la cabeza viendo las interminables filas de fans de la susodicha que serpentean junto al solitario Vargas Llosa, me viene a la cabeza algo que sucedió hace no mucho: Un fabricante de sartenes al borde de la quiebra invirtió sus últimos cuartos en contratar a la Esteban como imagen de su marca. Poco después las ventas repuntaron, y la ex de Jesulín acudió a hacer el paseíllo triunfal a unos famosos grandes almacenes… a firmar sartenes. Setenta medios de comunicación y dos mil personas atestaban el lugar con devoto fetichismo y sobredosis kitsch, rogando les rubricasen aquel oscuro y antideslizante objeto de deseo.

Me niego porque siempre defendí que la pluma es más poderosa que la espada.

La llaman la Princesa del Pueblo, ahí es nada. Pero ¿qué pueblo es ese? Que alguien me responda porque ni quiero ir, ni quiero que se me asocie con él. No quiero pertenecer a un club cuyos socios son un grupo de energúmenos que se conviertenen ídolos de las masas por batirse en duelos catódicos a golpe de gritos e insultos. Que lavan sus trapos sucios con la amarga saliva del rencor y la ignorancia. No quiero un pueblo donde los medios de comunicación sean comparsas e instigadores de esos garrotazos.

Me niego porque siempre defendí que la pluma es más poderosa que la espada.

Al parecer estaba equivocada. La más poderosa es la sartén.

Purificación García es madre dos hijos y autora de los libros "TE DEJO es JÓDETE al revés" y "La familia: alojamiento con tensión completa", ambos publicados por Espasa. La encuentras en Twitter: @SenoritaPuriy en su web www.senoritapuri.com

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