Fabulosos a cualquier edad? No, no y no. Me niego, me opongo y dejo de respirar. No he llegado a los 42 años para que ahora me vengan diciendo que a cualquier edad se está fabuloso. Eso es totalmente falso.
Para empezar y para dejar claro el concepto: nadie es fabuloso. Si eres un superhéroe de los años 50 o una mascota animada de algún alimento supervitaminado de los 70, tienes alguna posibilidad de ser fabuloso como estado absoluto pero también llevas capa, calzas y un antifaz. Creo que no compensa ser el fabuloso hombre de hierro si nadie te reconoce y llevas esas pintas.

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Segundo punto. No se es fabuloso, se está fabuloso. La “fabulosidad” no es un estado que se tiene o no se tiene, sino que se alcanza con el tiempo, la personalidad, mucho valor, unas gotas de "me da igual todo" y una travesía de sufrimiento, trabajo y esfuerzo tanto profesional como personal. Esto no tendría ni que decirlo, pero no tiene nada que ver con el aspecto físico. Se puede ser una pasita y estar fabulosa, o un desastre estilístico y desprender “fabulosidad” (Katherine Herpburn y Joan Didion).

Otro tema que hay que dejar claro es que con menos de 40 años no se está fabuloso. Por debajo de los cuarenta eres joven, alocado, guapo, estiloso, listo, simpático, con clase, sin clase, elegante, informal, espectacular o un desastre, pero no estás fabuloso en ningún momento. Es imposible.

Y ahora que hemos dejado claro lo que no es, vayamos a la pregunta clave: ¿Qué es lo que define el estado de “fabulosidad”? Una sola cosa, la absoluta y completa seguridad en uno mismo. ¿Quiere esto decir que uno se cree en posesión de la verdad absoluta? Para nada. Es justo lo contrario. A partir de los 40 se alcanza (obviamente, hay gente que no lo alcanza nunca) un estado de autoconocimiento, como dirían los gurús, en el que te conoces, sabes quién eres, cómo eres y lo bueno y malo que tienes. Por fin, sabes qué quieres y qué no quieres, y qué estás dispuesto a dar para conseguirlo.

La percepción de la “fabulosidad” se alcanza también con la edad: nadie que tenga menos de 40 años percibe a otra persona como fabulosa. Prueba a enseñarle a tu hijo pequeño o adolescente, o incluso a alguien con 30 años, una foto de Meryl Streep, de Bruce Springsteen o de Joan Didion. Te dirán una sola cosa: "son viejos"; o como mucho, "son mayores".

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Recuerdo cuando conocí a Springsteen (entiéndase “conocer” como verle en un estadio con 60 mil personas más en estado de trance). Yo tenía 16 años y él casi 40. Él estaba a punto de alcanzar la “fabulosidad” pero a mí sólo me parecía viejo. Un viejo con encanto pero mayor, muy mayor. Ahora mismo yo he alcanzado la edad para percibir su increíble encanto con casi 70 años y le daría de tortas a mi yo adolescente, con tupé y hombreras, por haber creído que Bruce era viejo.
Por supuesto, hay muchísima gente que mediatizada por la idea de parecer eternamente joven, de ir siempre a la última y de plegarse a las modas tanto estéticas como de pensamiento, son incapaces de percibir el estado de “fabulosidad” de las personas o las cosas.

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Los objetos y las experiencias sí son fabulosas, pero es una cualidad que no se percibe en una primera impresión. Los libros, por ejemplo. El Gran Gatsby es una lectura fabulosa que sumerge al lector en una época lejana, fastuosa, elegante y decadente habitada por personajes complejos, míseros, aburridos y torturados que resultan tan cercanos como tu vecino de asiento en el autobús. Por supuesto, esto no se percibe en la primera lectura juvenil de este libro. Con 20 años crees que es una historia de amor y lujo con un final trágico que jamás ocurriría en la vida real. Las personas y cosas fabulosas resultan magnéticas, atractivas, cercanas y expanden el pensamiento de quien las sabe apreciar.

Un libro que te deje del revés, un atardecer, una copa de vino en soledad, el silencio, tener tiempo para no hacer nada, una buena conversación, la música de John Coltrane, Meryl Streep en la alfombra roja, dormir hasta romper la cama, un buen jamón serrano, un susurro en la oreja que casi te roce, un masaje de pies, la siesta, un abrazo, unas risas con tus amigos, que tus amigos sigan vivos y los tengas cerca, un paisaje familiar, llegar a casa... todas estas cosas son fabulosas, pero hay que aprender a verlas y apreciarlas.

Estar fabuloso y disfrutar de ello es el lujo de envejecer a gusto con uno mismo, así que me niego a ceder este privilegio a las nuevas generaciones. ¡Los 40 son fabulosos!

Ana Ribera (Molinos). "Escribo Cosas que (me) pasan. Leo con pasión, me rió mucho y tengo un diente roto. Nunca es demasiado temprano para un gintonic ni demasiado tarde para una buena historia. Inspírame y moveré el mundo". @molinos1282

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