¿Estaré loca? Es una pregunta que, al menos una vez en esta vida – si eres mujer- te ha pasado por la cabeza. En un mundo ideal no tendría por qué ser así, sin embargo, en esta sociedad, todavía retrógrada y rodeada de –ista, es normal haberlo pensado más de una vez. Hace un par de semanas apareció un artículo en el periódico británico The Guardian en el que hablaban sobre el término loca y por qué debería dejar de utilizarse para referirnos a las mujeres y a su comportamiento. Este artículo, quizá un poco denso, es muy acertado tanto en el tema como en las reflexiones.

¿Por qué cuando alguien nos cuenta algo extravagante pensamos que está loca? ¿Por qué utilizamos un término delicado que pone en tela juicio algo tan sensible como es la salud mental?

No hace falta que hablemos de algo – todavía e injustificadamente- tan mal visto como las enfermedades mentales. De hecho, en estos últimos años, los últimos meses y las últimas semanas, músicos, actores y modelos no dejan de luchar para que se vea como algo natural y más que común entre las personas. Casos como Olly Alexander, cantante de Years & Years o la modelo y actriz Cara Delevigne, por poner dos ejemplos de gente joven, hablan con naturalidad sobre la depresión y las enfermedades mentales.

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Entrevista de Owen Jones a Olly Alexander, cantante del grupo británico Years & Years.

Pero, volvamos al tema de la locura. ¿Por qué utilizamos un término tan sensible para denominar a un comportamiento femenino que no nos encaja?

Esto no es algo histérico sino histórico, desde la Antigua Grecia, desde Platón a Plath, las mujeres han (hemos) estado consideradas histéricas, locas o intensas, si nos salimos de los cánones establecidos no sólo por la sociedad – que es algo general, inefable y, por tanto, lejano- sino también por nuestra familia, amigos y amigas. (Sí, que también forman parte de la sociedad, pero cada familia es un mundo.)

Piensa por un minuto, quizá no necesites tanto tiempo, e intenta recordar conversaciones con amigos en las que seguro han dicho buah es que he pasado de esa tía porque está loca o no no, está loca, de verdad. Y cuando te han explicado la historia te has quedado como –debemos matizar, sí que hay excepciones y a la persona, hombre o mujer, se le ha ido de las manos- bueno, no ha sido para tanto, quizá en su lugar hubiese hecho lo mismo. (O no, pero si algo se aprende con los años es que no puedes juzgar a alguien hasta ponerte en sus zapatos).

La serie Cómo Conocí A Vuestra Madre, en inglés conocida como How I Met Your Mother, habla en un capítulo sobre este tema. Uno de los personajes, Barney Stinson, es un Don Juan que se llega a acostar con más de doscientas mujeres y cuenta con un Playbook o Libro de los Juegos para conseguir a chicas. Robin, otra de las protagonistas, es su ex novia y amiga y en una de las quedadas de amigos, explican que sí, en efecto, que hay personas no locas sino que sus emociones y, por tanto, acciones, se les escapan de las manos. Algo no tan obvio pero que, si miramos alrededor de esas mujeres locas habría que observar, quizá, al hombre que le rodea en ese momento. A lo mejor su locura brota por el comportamiento errante del chico y/o persona que le gusta o con la que está en ese momento.

¿Suena absurdo? Analiza todo lo que te rodea o, piensa, por ejemplo, en personajes históricos como Juana la Loca. ¿De verdad estaba Juana I de Castilla tan loca? ¿O sólo fue un término acuñado por una sociedad machista, retrógrada dominada por hombres donde los intereses políticos pesaban más que otra cosa? Ningún macho de su familia la quería pululando por ahí, por lo que fue encerrada durante más de cuarenta años. ¿Cómo reaccionarias tú a un matrimonio a los diecisiete años, estar enamorada hasta la médula y un marido que te es infiel constantemente? A saber cómo estaríamos en el s.XVI.

No hace falta irnos tan lejos, en el s.XX ha habido grandes figuras, pero nos vamos a centrar en la de Silvia Plath. Ella es el perfecto ejemplo de o eres musa o eres solterona odiosa toda tu vida, nunca un igual, siempre una segundona en la sombra de un marido. De hecho, hace unos meses hubo unas conferencias en el Caixa Forum de Madrid que trataban este tema, Ni ellas musas ni ellos genios, donde hablaban de Plath y Hughes y la conferencia llamada Sexo, poesía y tarta de limón. En la relación con su marido, a medida que ella se convertía en un ser más creativo y complejo, su situación se dañaba más hasta llegar al divorcio.

Es decir, a medida que ellos son más poderosos les es más fácil encontrar a una persona sumisa pero a medidas que ellas (nosotras) somos más en algo, es más difícil encontrar un igual. Pero volvamos al s.XXI. Taylor Swift es una mujer hecha a sí misma que ha ganado 250 millones de dólares y es más conocida por sus líos con sus (ex)novios y sus problemas amorosos. ¿Acaso si fuese un hombre con esos millones nos importaría lo que pasa en su alcoba? No hace falta ni que mencionemos el tema Jolie-Pitt.

Recientes estudios y artículos, uno de opinión del NY Times, reflexionan sobre la idea de por qué los hombres quieren criar a Ivankas (hija de Trump) pero casarse con Melanias (esposa del candidato republicano). Aunque no vamos a entrar en el tema político, es muy interesante esta reflexión a raíz de un estudio de The Shriver Report que dice básicamente eso, los hombres quieren criar a mujeres fuertes, independientes, seguras de sí mismas, pero no quieren que sus mujeres sean así. ¿En qué cabeza cabe esto?

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Captura de pantalla del estudio de The Shriver Report

Y, ahora sabiendo todo esto, ¿por qué seguimos llamando a las mujeres locas? En nuestra sociedad existen normas invisibles de decoro, pero, si una mujer decide no seguirlas ¿está loca? ¿Acaso tu amigo el que te cuenta la historia de la chica que se plantó en su casa es un santo? ¿Por qué damos por hecho que ellos son los cuerdos y nosotras las locas histéricas que sólo pensamos con las hormonas?

No digo que todas estemos cuerdas y que ellos sean unos psicópatas ni viceversa, sin embargo, sí que es cierto que no se pueden dar por sentado unos conceptos tan delicados y a la ligera porque nunca se sabe los motivos que mueven a una persona. ¿Cuántas amigas coherentes tienes? ¿Y amigos?

Quizá en esta era digital 3.0 del s.XXI donde comenzamos a ver todo con otros ojos, empezamos a ver que muchas personas son incoherentes y extravagantes y, por lo tanto y mal denominadas, locas. Se acabó ya el ver lo diferente y lo excéntrico como algo negativo, se acabó ver la sensibilidad y la vulnerabilidad como algo patético, se acabó el ver la fragilidad como algo que te hace menos válido. Además, viendo las figuras y los hombres que tenemos a nuestro alrededor -miremos las noticias y los periódicos extranjeros- ellos sí que se están volviendo locos. Quizá sí que sea hora de empezar a referirnos a ellos como locos, viendo sus incoherencias y actitudes infantiloides. Ahora que ya empieza a haber una época de hombres locos, quizá, por fin, podamos dejar de referirnos a las mujeres como locas.

O mejor aún, que lleguemos al punto en el que no nos refiramos a ninguna persona como loca y dejemos de ver las enfermedades mentales o cualquier tipo de actitud diferente como un síntoma de algo negativo y/o peyorativo.