Di de mamar casi tres años a mi hijo mayor y uno y medio a mi pequeña. Antes de tenerlos, leí libros, artículos y estudios sobre crianza natural hasta hartarme de mí misma. En ninguno de ellos me contaron lo dura que puede ser, cómo te exprime y agota. Me hablaban de la OMS, de dar el pecho a demanda, de las defensas, de la postura correcta... Nadie me advirtió de las mastitis y las maratones de teta; de los momentos de agobio y soledad. Tampoco me dijeron que me podría llegar a gustar tanto (tantísimo).

Yo caí por sorpresa, como tantas otras madres, en esa gran paradoja de la lactancia materna. Y en esas sigo cada vez que surge el debate.

Fui criada entre mujeres de pecho en una época en la que la norma era la leche de fórmula. En mi familia todas dieron de mamar: Mis dos abuelas lo hicieron con sus seis y siete hijos; mi madre nos amamantó un año y medio a mi hermano y a mí a principios de los 80; todas mis tías hicieron lo mismo con sus hijos. Y jamás he visto a ninguna de ellas juzgar a las demás, ni imponer su elección. Tampoco justificarse. Nunca las he visto defendiéndose y diciendo que habían elegido dar el pecho porque así lo recomienda la Organización Mundial de la Salud, ni alardeando de lo poco que enfermaban sus hijos ni dando consejos sobre cómo, cuándo y cuánto deben durar las tomas. No hablaban del último estudio sobre la enésima bondad de la leche materna y nadie les recomendaba recurrir al biberón en los momentos de cansancio.

Eligieron dar el pecho porque simplemente querían, lo deseaban. Supongo que no se daban tanta importancia a sí mismas, veían tan normal dar la teta como la leche en polvo. Ellas hicieron lo que quisieron y no necesitaron dar lecciones a las que escogieron la otra opción. Tampoco las recibieron.

No sé cuándo entramos las mujeres en presionarnos las unas a las otras a favor o en contra de dar el pecho o el biberón. Pero ocurre cada día. Si quieres incendiar una conversación, saca el tema y verás cómo las pasiones se disparan, junto a la intolerancia y la imposición. ¿En qué momento decidimos ser tan pesadas? Quizá, como hace poco dijo Carmen Rigalt, nosotras ahora tenemos hijos, mientras que ellas tenían mascotas.

Conforme pasan los años, tengo cada vez más clara una cosa: sólo hay una razón importante para dar el pecho a tu bebé, que te apetezca mucho. Si los otros motivos (estudios, OMS, presión social...) pesan más que el simple hecho de que tú misma desees de verdad hacerlo, la lactancia está condenada al fracaso.

Lo he visto muchas veces, de algo me ha servido ser la primera de mi grupo de amigas en ser madre. Las que se obsesionan con las bondades de la leche materna sin tener ese deseo íntimo de amamantar a su bebé, acaban sufriendo y recurriendo al biberón a las pocas semanas. Esta no es una cuestión de tener más o menos capacidad de sacrificio, sino de haber podido elegir libremente. Conozco a madres de biberón más entregadas que muchas de las que damos el pecho; esa sólo es una cuestión de carácter, inmutable ante estos detalles de la crianza.

Tenemos derecho a escoger sin presiones cómo alimentar a nuestros bebés. Esto pasa por tener información y, sobre todo, apoyo. Elijas lo que elijas. Si tuviéramos más apoyo, dejaríamos de ponernos como una fieras cada vez que surge el asunto. Las de bibe aguantan comentarios que las hacen sentir culpables y las de teta también. La falta de apoyo es tan grande que estás condenada a sentirte mal hagas lo que hagas. Y sola. Vivimos momentos terribles en los que la maternidad se ejerce en soledad.

Cuando hace diez años di a luz a mi hijo mayor quise darle el pecho sin dudarlo, lo deseaba de veras. Recuerdo cómo mi madre me miró compungida y me preguntó si estaba segura, que me lo pensara, que tampoco hacía falta... Me sorprendió mucho su reacción y no la entendí cuando me dijo que, aunque a ella le había encantado darnos de mamar, me quería tanto que no deseaba que pasara por esa esclavitud. Por fortuna, no insistió y yo seguí con mi bebé tetinómano y sus meses de mamar sin control.

Ahora, una década después y con amigas recién paridas, entiendo a mi madre. Las miro con todo el amor del mundo y les digo que no hace falta, que qué más dá, que para qué... Mientras, cojo a su bebé y me entra ese impulso, esas ganas locas de sacarme el pecho y amamantarlo yo. Esa es mi paradoja.

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Natalia Vodianova da el pecho a su bebé. | Instagram: @natasupernova