Era la enésima vez que Ivanka Trump defendía a su padre durante una entrevista. Suave, dulce y complaciente, la hija del actual presidente de los Estados Unidos consiguió con su respuesta dar el triple salto mortal con doble tirabuzón en la lucha por la igualdad de géneros: “Mi padre no puede ser sexista porque me ha contratado a mí”.

Esas palabras encierran la clave para entender el tipo de mujer que acepta Donald Trump. Una mujer leal, de perfil bajo, sin ambiciones evidentes ni ansias de protagonismo. Mujeres que, según dicen, le susurran al oído, sin intentar domar a la fiera. Su hija Ivanka reúne todas esas características y es, indiscutiblemente, su preferida de la familia. Tanto como para proponer, medio en serio medio en broma, poner su cara en los billetes de 10 dólares.

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Un gabinete de hombres

Para conseguir sobrevivir en el gallinero en el que se ha convertido la Casa Blanca, tienes que parecerte a Ivanka. La nueva directora de comunicación, Hope Hicks, comparte ese carácter resignado y paciente con la hija de Trump. Con apenas 28 años y sin experiencia previa en política, se ha convertido en una de las personas con el sueldo más alto del equipo de Trump (casi 180.000 dólares anuales) y, tal y como señaló Político en este artículo, muchos la llaman “la intocable”. Su antecesor, Anthony Scaramucci, duró 10 días en el cargo, uno de los más complicados de la Casa Blanca y antes rechazado por más de uno. ¿Por qué? Porque Donald Trump es la pesadilla de cualquier equipo de prensa: Siempre dice lo que le da la gana, no atiende a estrategias ni a consejos. Lo pudimos comprobar hace pocas semanas, con sus declaraciones melindrosas sobre los supremacistas blancos de Charlottesville (para pasmo de su jefe de gabinete, John Kelly, que a su lado no disimuló su cara de asombro).

El nombramiento de Hicks ocurre en un gabinete compuesto en un 80% por hombres. Una mujer es ahora la encargada de salvar la imagen de un presidente que alardea de misoginia, no titubea a la hora de lanzar exabruptos sexistas, ni disimula las lamentables formas con las que ha tratado a algunas mujeres ante las cámaras. A estas alturas, comentar el historial de las supuestas agresiones sexuales de Trump es como decir que hace calor en verano. Sin embargo, el 53% de las mujeres blancas norteamericanas votó por el magnate pelirrojo. La clave para conseguir el voto femenino fue otra mujer, Kellyanne Conway, su consejera presidencial, posiblemente la persona más preparada del equipo de Trump. Una mujer que, igual que Hicks, vivió de su belleza en la juventud, cuando ganó el concurso New Jersey Blueberry Princess 1982.

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Hope Hicks. | GETTY Images

El 'souvenir' de Trump

Hicks conoce muy bien a Trump. Sabe que para dirigir su comunicación hay que darse por vencido de antemano, dejar que diga lo que le dé la gana, y limitarse a intentar que quede de la forma más profesional posible. Ella es uno de los pocos miembros del gabinete que está junto al presidente desde el inicio de la campaña electoral, cuando el millonario la convenció para que dejara de trabajar en la empresa de su hija Ivanka y se subiera a su “tren”.

Para los periodistas que rondan los pasillos del ala oeste, Hicks es un misterio. Algunos, hasta se sorprendieron la primera vez que escucharon su voz durante un mitin, cuando Trump le pasó el micrófono para que dijera "hola" y poco más."Se sabe muy poco de ella, aunque no nos sorprende que no tenga experiencia previa en política, el presidente tampoco la tiene", cuentan a HARPER'S BAZAAR fuentes cercanas a la Casa Blanca.

El primer contacto con los Trump fue en 2012, cuando la joven trabajaba para Hiltzick Strategies, la firma de relaciones públicas que tenía a la empresa de Ivanka como cliente. En 2014, la hija mayor del actual presidente de EE. UU. la contrató y con ello pasó a formar parte de la Trump Organization. Desde entonces, se ha convertido en su mano derecha y siempre va detrás de él, como su sombra. El vínculo entre ellos es tan íntimo, que muchos empiezan a considerarla una más de la familia. Fue incluso una de las pocas personas que les acompañó en la recepción con el Papa Francisco. Los lazos son tan estrechos que una persona del entorno cercano del presidente la definió como “un souvenir de la Trump Tower” , alguien que le recuerda los buenos viejos tiempos en Nueva York.

Hicks es una mujer joven y atractiva, el pasado enero la revista Forbes la incluyó en su lista de 30 personas influyentes por debajo de los 30 años y en su adolescencia llegó a trabajar como modelo para Ralph Laurent y fue portada de la revista It Girl. Trump la llama con el apodo “hopester” o por su dimintivo, “hopie”. Ella le sigue llamando Mr. Trump. Proviene de una familia adinerada de una localidad cercana a Nueva York, estudió en la Universidad Sureña Metodista de Dallas y se convirtió en la estrella de su equipo de lacrosse. Como contó al Washington Post la que fue su entrenadora: “Ella guiaba al equipo, pero prefería las asistencias. Era la jugadora definitiva y una competidora nata”.

Hicks ha mantenido ese perfil bajo en la Casa Blanca, la voluntad de permanecer siempre a la sombra, como una mujer fantasma. No concede entrevistas y cuando el New York Times le pidió un encuentro para hacerle un perfil, puso a Trump a responder a las preguntas sobre ella. Sabe que la exposición hace débiles a los que se pasean por el ala oeste, por eso se esfuerza en permanecer escondida de los focos mientras ve cómo los cadáveres de otros compañeros desfilan renqueantes hacia la salida de la Casa Blanca. Rendir pleitesía a un megalómano como Trump es la única forma de sobrevivir en ese “tren”.

Una fan del presidente

Hicks prefiere no contrariar al presidente y le demuestra su lealtad hasta cuando éste está ausente. Como cuenta la anécdota con la que arranca el mencionado artículo de Político, Hicks estaba en una boda en las Bermudas cuando oyó a un grupo criticar a Trump. Aunque no estaba en la conversación, como una fan, no pudo frenar las ganas de intervenir para defender a su ídolo: “¡Es una buena persona, lo prometo!”.

Hablamos de una milenial que no tiene Twitter (dio su cuenta de baja cuando entró en la Casa Blanca) y con su perfil de Instagram privado. Una directora de comunicación que escribe ella misma algunos tuits del presidente, nunca ofrece entrevistas y sólo responde a los periodistas off the record. Una chica de 28 años que apenas tiene vida social en Washington porque se siente un objetivo. Una mujer adulta, leal y complaciente, a la que Trump aún llama por su diminutivo de niña. Esa es Hope Hicks, un alto cargo sin experiencia previa en política, en una administración donde la consideran un souvenir de Trump, su cosita intocable.