Todo es bonito en Formentera, de eso existen pocas dudas. Además, por suerte, el nivel gastronómico suele estar a la altura del lugar. Sin embargo, en esta pequeña isla se produce un fenómeno del que es difícil mantenerse a salvo: la burbuja de los precios se infla hasta el infinito y más allá. He aquí una pequeña guía de superviviencia donde encontrar algunos lugares todavía a libres de este mal, sencillos, austeros y encantadores. Otros, donde no se puede decir que una cuenta asequible sea el principal reclamo, pero que merecen una visita.

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© Cortesía de Kiosko Bartolo

Kiosko Bartolo
Son, literalmente, cuatro palos, un sombrajo y cinco mesas en la playa de Es Copinar, junto a playa Mitjorn. Austeridad en estado puro donde comer con los pies en la arena el pescado del día o unos huevos fritos con una cerveza. Para los que entienden el lujo de otra manera. Atención: cuesta encontrarlo.

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© Cortesía de Sol y Luna

Beso Beach
El concepto de chiringuito de lujo se hizo para este lugar. A pie de playa, rústico pero exquisito en su decoración y con un ambientazo espectacular creado a golpe de mojito y dj (no más allá de las diez de la noche, por la normativa de protección del parque natural que abarca toda la zona). La cocina, en manos de vascos, es espectacular, da igual si se pide arroz, pescado o carnes.

Sol y Luna
Un restaurante familiar con terraza en medio del campo que es lo contrario a las terrazas de diseño que pueblan la isla últimamente. Exquisito el bogavante y otras especialidades de la isla. Ojo, ni este ni el anterior son fáciles de encontrar. Tampoco existe una dirección que introducir en la aplicación de mapas (que por cierto, raramente encuentra cobertura). Así que tal vez deba preguntar a un lugareño. Camino viejo de la Mola (cerca de Ca Mari), le dirán.

Can Forn
Es uno de esos mesones “de toda la vida”. Sirven comida típica de la isla como pescados, quesos, embutidos, sobrasada y dulces a base de higos y almendra. En San Ferran (C/ Mayor, 39). Que nadie espere glamour, sólo Mediterráneo rural en estado puro.

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© Cortesía de Beso Beach

Mola Mía
Una pizzeria deliciosa en pleno pueblo del Pilar de la Mola. Se puede pedir también por trozos acompañado de una cerveza bien fría. Uno de esos placeres básicos pero excelentes.Av. Del la Mola, 109, A.

Integral
Pequeño restaurante vegetariano con cremas, quiches, ensaladas y otras delicias de ingredientes exóticos. Se puede comer por menos de 20 euros.C/ Espalmador, 39, Es Pujols.

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© Cortesía de Can Carlos

Can Carlos
Uno de los clásicos de la isla con una espectacular terraza entre pinos, buganvillas, farolillos y mesas rústicas. Es célebre por su pescado fresco y por su pasta, a veces tan imprevisible como la que preparan rellena de pera con gorgonzola. Eso sí... en este caso el precio resulta también típico d ella isla. Venda de sa Miranda Cala Saona, San Francisco Javier, Formentera.

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© Cortesía de Can Dani

Can Dani
Es el único restaurante en la isla con estrella Michelín. Ubicado en una austera masía, propone una “cocina de raíz”, según su chef, con platos como la coca de foie con queso de Mahón, higos y nueces, la raya ahumada, el huevo campero con patata y sobrasada, el atún rojo a la llama. También tienen un menú degustación por 79 euros, al que hay que sumar 40 por el maridaje (Kilómetro 8,5 de la carretera de La Mola).

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© Cortesía de Es Molí de Sal

Es Molí de Sal
Uno de los clásicos de Formentera en, sin duda, la playa más bonita de la isla. El edificio de piedra era antiguamente exactamente lo que dice su nombre (las salinas se encuentran justo detrás). Los arroces son míticos y los pescados y mariscos, también. Espectacular su carta de vinos (playa de Illetas).

* Un secreto: por muy masificada que se encuentre la isla en determinadas fechas, en Formentera sigue siendo posible dar con una lugareña que, previa llamada telefónica, organiza en su pequeña caseta de pescadores una cena absolutamente privada. No se trata de un restaurante sino de una mesa al aire libre para no más de una docena de comensales. Sus especialidades son el arroz y el pescado de ese mismo día. Las noches se pueden alargar tanto como uno quiera, porque sobre las rocas nunca hay horario de cierre.