Se me han acabado las vacaciones y me quiero morir. En serio, la vida es bastante basura cada septiembre. Cada año igual, esa angustia de la muerte que empieza en la boca del estómago. Como si te hubieras comido tres kilos de pepinos, como si sufrieras la peor resaca de Jagger de la historia de la humanidad. Esa cosa, esa bola, ese dolor, exactamente el mismo que sentías de niña cuando se acababan las vacaciones y tenías que volver al colegio. Demonios, hace muchos años que terminaste de estudiar. Ya no te acuerdas de cuándo tuviste tu último examen, tu última clase de mates... pero da igual, somos animales con memoria y ese recuerdo está ahí, supurando. Te estás haciendo vieja y sufres igual cuando se acaban tus vacaciones. Si es que no aprendes.

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Todo el mundo habla de la cuesta de enero, pero la verdad es que esa cuesta yo la subo a pedales, cantando Despacito. Y ni sudo. La cuesta de enero es gloria al lado del cuestón de septiembre. Lloras porque la playa te queda muy lejos y, sobre todo, lloras mucho si tienes hijos: la ruina económica familiar tiene nombre de septiembre. Y eso lo empeora todo. Ahora eres algo más que una persona deprimida: ahora eres una persona deprimida y pobre. No hay consuelo posible.

Septiembre pasa y el síndrome post vacacional sigue ahí. En inglés lo llaman post-vacation blues, que suena, como todo en inglés, mucho más bonito y melancólico. Pero tú y yo sabemos que esta angustia de la muerte en septiembre ni es bonita ni melancólica ni nada. Yo lo único que quiero es volver a tomar mojitos en la orilla del Mediterráneo y ahora estoy aquí, trabajando y arruinada después de haber pagado material escolar a precio de cuerno de unicornio.

Para aliviarnos, lo primero que se nos ocurre es tirar de cine. Ponte las mismas películas de otoño que ves cada año por estas fechas. El objetivo es superar la angustia a base de conseguir echar de menos el frío y que te entren ganas de volver a usar jerséis y abrigos. Con un poco de suerte, hasta te querrás enamorar.

Para empezar, ahí tienes Cuando Sally encontró a Harry, Frankie and Johnny y Beautiful Girls. Mucha lana, mucha nieve y gente bastante guapa que bebé café caliente. Suele ser bastante efectivo, cuando terminas Beautiful Girls ya estás como loca por ponerte las UGG y ver la siguiente peli con una mantita.

Conversation, Sitting, pinterest
Frankie & Johnny, típica peli de otoño.

Si eres de las de angustia de la muerte nivel Winter is Coming, deberás ir a donde más duele: Love Story. Llegó el momento de llorar como una plañidera por todos los agostos perdidos. Llora hasta quedarte afónica. Cuando termines, si aún sigues viva, querrás ponerte algo de pana.

Si tu nivel de angustia de la muerte ha resistido a Love Story, tendrás que hacer una terapia intensiva. Sólo las realmente desesperadas saben que lo único de verdad infalible es una serie con nieve. Doctor en Alaska no falla. Una vez terminada, querrás mudarte al Polo Norte y coleccionar mantas de cuadros. Y encima volverás a enamorarte de él.

Musician, Fictional character, pinterest
Chris te ayudará a superar tu síndrome post vacacional. | Doctor en Alaska.

Si aún así no consigues superar tu desazón, quizá puedes hacer caso a los consejos del psiquiatra Jeremy Spiegel para superar el síndrome post vacacional:

1. Aprecia todos los momentos. Todos te representan, no sólo los buenos. Tienes que entender que todos tus días vitales forman parte de tu existencia. Es necesario que vayas a trabajar y el resto de obligaciones. Lo único que puedes intentar es que tu vida cotidiana se parezca lo más posible a tus vacaciones.

2. Integra tu nueva experiencia en tu vida. Piensa como incluir la mejor parte de tus vacaciones en tu vida cotidiana. Por ejemplo, si las has pasado en Francia, puedes intentar rodearte en lo que puedas de cosas francesas aunque ya hayan terminado tus días allí. También puedes buscar restaurantes o tiendas que te recuerden a tus vacaciones.

3. Imagínate disfrutando en tu lugar divertido. Eso calmará el estrés. Según Spiegel, los estudios en neurociencia han demostrado que se producen beneficios con sólo imaginarnos mentalmente dónde nos sentimos bien. Así que cierra los ojos y vuela.

4. La desrealización. Con los viajes internacionales ocurre este fenómeno de desrealización. Las personas que lo sienten, perciben como si su entorno no fuera real. En un lugar nuevo, muy distinto a nuestro hogar, cuando hay tanta diferencia, puede ocurrir una disociación. Para muchos esto se parece a un sueño de vigilia, pero sin sentirnos inconsciente de lo que ocurre. Esto también puede pasar al llegar a casa después de las vacaciones, cuando encuentras refugio en esa desrealización. Podemos ver a los amigos de siempre desde una nueva perspectiva, con un mayor aprecio por lo que significan para nosotros. Con los sentimientos derealistas aún frescos, es posible tener la sensacióni de ver un resplandor alrededor de las personas importantes de una manera parecida a cómo vimos a otros durante el viaje.

5. Sigues a tope de energía, aprovéchala. Quizá este sea el mejor momento para ejecutar todas esas buenas ideas que ya tenías antes de irte de vacaciones. Un cambio de aires suele tener un efecto de reflexión y de ampliación de la perspectiva. Si hace poco que regresaste, las pilas aún las tienes cargadas, utilízalas.

6. Valora tu vida. Analízala. Todos tendemos a sobreidealizar las experiencias apasionantes, por eso es doloroso comparar nuestra vida cotidiana con los días de vacaciones. Ser capaz de aceptar el valor de lo que tienes es mucho más fácil cuando relativizas y reconoces que no puedes tenerlo todo, al menos no todo a la vez. Valorar tus días normales hará que las vacaciones vuelvan a ser maravillosas.

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