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Fika, la pausa sueca de la buena vida
Es mucho más que un descanso para tomar un café y un bollo. Fika es un estilo de vida, un recordatorio de que lo que merece la pena es disfrutar en compañía de las pequeñas cosas.
Cuando un sueco invita a una fikapaus no nos está proponiendo un simple paréntesis en el trabajo para tomar un café y un bollo, sino que nos quiere hacer partícipe de un modo 100% escandinavo de entender la vida: disfrutándola. Fikar no tiene una traducción directa a ningún otro idioma. Es una parada en los quehaceres diarios, normalmente dos veces al día, a media mañana y a media tarde, en la que la tradición manda acompañar un café o una infusión con un bocado dulce, y que también obliga a socializar, a sonreír, a disfrutar de cada minuto, que pueden convertirse en horas si son en la mejor compañía. Sencillamente, uno no fika en soledad.
Dejan Forsberg, profesor de Sueco en la Universidad Complutense, explica a sus alumnos que traducir fika por 'merienda' o 'tomar café' sin más es todo un error. Esa concepción obliga a una compañía, a ser posible en un lugar bonito y que permita realmente la desconexión. Es frecuente, sobre todo la de media mañana, hacerla con compañeros de trabajo, y no son pocos los que fikan más de tres veces al día. Sobre todo los más golosos, que no se resisten así como así a la bollería sueca tradicional.
Lo habitual es que sea con un bollo de canela, los famosos kanelbullar. Es el dulce icónico de esas pausas, pero no los únicos. "No siempre es bollería, también se hace fika con ricos pedazos de tarta. Mi favorita es la Prinsesstårta", explica Johan Cavallini, responsable en España de Turismo de Suecia. Se refiere a una receta de pastel de bizcocho, mazapán y nata, por capas que se recubren por una fina capa de mazapán verde coronado por una rosa (la tarta de la princesa). "En verano es más habitual la Bärtårta, de fresas y nata", añade.
Con tanto fika, no es de extrañar que Suecia sea el segundo país del mundo, tras Finlandia, donde más café se tome (una media de 1.211 tazas por persona en 2014; según Euromonitor). El récord del país está en los 8,8 kilos de café por persona que se alcanzó en 2010.
Es tal la pasión que incluso se exporta, cómo no, en formato cafetería. Hay dos importantes cadenas llamadas FIKA: una en Nueva York, con más de una docena de locales; y otra en Seúl, que casi parece una sucursal gastronómica de IKEA. Pero también hay un tostadero en Minesota con ese nombre y decenas de pequeñas cafeterías de Valparaíso a Vladivostock. Y todo ello en un país en el que hasta hace unos pocos años no había ni un solo Starbucks (el primero abrió en 2010 en el aeropuerto de Estocolmo, pero en una calle comercial no hubo hasta 2015).
Aunque el concepto de fika coincide con el hygge de sus vecinos daneses, en tanto que es un momento que se disfruta en plenitud, es un error compararlos, "ya que el nuestro se ciñe exclusivamente a un café y un bollo, no a otras acciones", dice Johan. Tampoco se puede comparar al afternoon tea británico, "a pesar de que está igual de instituido socialmente", explica la escritora Dana Velden.
Es más, ni siquiera es una suma a la etiqueta slow, tan en boga. "No hay un trasfondo de revolución, sino que realmente forma parte del día a día. Para ellos es algo maravilloso y no dudan en recomendarlo a todo el mundo", escribe Anna Brones, autora de Fika, el arte de la pausa sueca para el café junto a Johanna Kindvall. En él repasan 50 recetas tradicionales con las que fikar al más puro estilo sueco. Con tantas opciones, no subirse al carro de la buena vida al estilo sueco es de tontos.
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