Cómo enamorarse de la Costa Brava en 48 horas
La tierra de Dalí, Esther Tusquest o Josep Pla esconde tantos tesoros y pueblos dignos de síndrome de Stendhal como historias y razones para enamorarse de ella. Fotografía: Christian Carrillo.
El coche avanza entre la fuga de luz que confunde la carretera, serpeante y estrecha, con el último salpicón de Mediterráneo. El olor del mar y un ligero aroma a fritura de pescado se entremezclan con romance, pero los tejados blancos e irregulares que se atisban desde la ventanilla hace que cualquier atisbo de apetito quede cubierto por el síndrome de Stendhal ante la intriga del paisaje. Los coches no son lujosos, se intercalan con alguna caravana ajada y una suerte de montañas revoltosas que, sin duda, justifican el nombre de Costa Brava que se puso a su dueña. La cobertura del móvil es ya un recuerdo irrisorio, los acordes de Devendra Banhart y su eterna Santa María de Feira el sol petrifica sus rayos por momentos y entonces, en esa última curva marrón y verde llena de paz, se aparece lo que un día Salvador Dalí definió como "el pueblo más bonito del mundo". Es Cadaqués, uno de los tesoros peor guardados de la costa catalana, uno de los responsables de que este pedazo de tierra patria sea uno de los lugares recurrentes cuando a uno le preguntan por ese reducto de paz soñado al que mudaría sus bártulos cuando pudiera jubilarse sin asfixias.
Y no es para menos, pero tampoco es Cadaqués el único culpable en esta leyenda: los 214 kilómetros que separan Sa Palomera (en Blanes) de Portbou, en la frontera con Francia, son razón de uno de los mejores destinos vacacionales de España, con valor añadido: rehuyén en gran parte del turismo en masa, no pecan de excesivos y el buen gusto que implica la sencillez suele ser un dogma generalizado. Un consejo: si planeas ir descarta la idea de escoger un gran resort. Ergo, ningún hotel de más de 30 habitaciones, por cinco estrellas o lujo que sea, te zambullirá de lleno en la Costa Brava como una casa o una habitación en un pequeño hostal con suelo de piedra a orillas del Mediterráneo.
La capacidad de relajar el ritmo y disfrute de este idílico y rústico terreno viene acompañada de varias ventajas: el turismo neológico, compuesto de viñedos familiares que han encontrado en esta generación sus mejores valedoras; la comida, que incluye varias Estrellas Michelín como El Celler de Can Roca, al cual hay que ir aunque sea una vez en la vida; y la deliciosa combinación de mar y montaña que puede conquistar al más escéptico de los veranos de toalla y sombrilla con sus parques naturales.Pero entender la fama de la Costa Brava entre aquellos que la han visitado pasa inevitablemente por varios factores: conducir hasta Cadaqués es uno de ellos, pero hacerlo hasta el Cap de Creus, dormir una noche en el Mas de Torrent o ir un miércoles a Pals para probar el Suquet D'Anguila, tal y como hiciera Josep Pla, son solo algunos de los demás. Aunque aquí haya solo 18 , enamorarse de la Costa Brava en 48 horas es tan fácil que cada uno podrá elegir sus razones.
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