Muchos lo venían pensando pero tuvo que llegar Suzi Menkes, firmando por aquel entonces para el New York Times, para hablar del gran elefante rosa de la habitación: las blogueras de moda. En un artículo que corrió como la pólvora en el año 2013 titulado El circo de la moda, Menkes analizaba cómo había cambiado la industria tras la llegada de estos blogs y, por supuesto, sus llamativos dueños. El resumen más conciso lo llevaba el titular. Según apuntaba la periodista: “La acción [durante cualquier semana de la moda]se encuentra ahora fuera del show y poco importa lo que sucede dentro”.

Reconocía la periodista que este fenómeno no estaba exento de partes positivas. El auge de la tecnología –medio y a la vez mensaje de la generación blog – había conseguido democratizar, en parte, una industria elitista y con olor a cerrado. Había fomentado que, desde el salón de tu casa, pudieras ver lo que sucedía en otros lugares a los que antes tenías un acceso limitado – citaba China y Rusia, por ejemplo- pero al mismo tiempo, lanzaba una pregunta a esa selecta audiencia que caracteriza al New York Times “Si la moda es para todos, ¿sigue siendo moda?”. Y en este punto no podíamos dejar de recordar el famoso monólogo de Meryl Streep encarnando a la villana Miranda Priesley en aquella conversación a costa de un jersey azul cerúleo en El diablo viste de Prada que explicaba a la perfección el funcionamiento de la industria: “En 2002 Oscar de la Renta hizo una colección de vestidos cerúleos. Y luego creo que fue Yves Saint Laurent el que hizo chaquetas militares cerúleas. Luego, el cerúleo apareció en las colecciones de ocho diseñadores. Y después se fue filtrando en las tiendas para luego ir a parar a un trágico Casual Corner donde tú lo sacaste de un canasto de liquidación. No obstante, ese azul representa millones de dólares e incontables empleos y es algo cómico que pienses que tomaste una decisión que te exime de la industria de la moda cuando de hecho, estás usando un suéter seleccionado para ti por la gente de esta habitación”. Volviendo a Menkes: la democratización de la moda a través de los blogs se saltaba todos y cada uno de los pasos, haciendo que el cerúleo – por poner un ejemplo cualquiera – pierda su condición de exclusividad y pase rápidamente a un Casual Corner mil y una veces tagueado en Instagram.

Extendiéndose el fenómeno blogger como si del virus Z se tratase, la moda dejaba de pertenecer a la élite. El artículo de Menkes dio el pistoletazo de salida: aquello fue el principio del fin. En años posteriores, determinados diseñadores han decidido cortar el streaming en sus desfiles, dar prioridad a clientes y a periodistas acreditados y vetar del front row a las blogueras. No a todas, eso sí, en un ejemplo claro de darwinismo han sobrevivido las más fuertes aunque han tenido que renovarse para no morir.

En blog de moda, tal y como lo conocíamos, ha muerto. No es de extrañar: en un universo tan amplio como el virtual, cuesta separar lo imprescindible de lo accesorio y en un intento por pertenecer a esa élite que bebe Möet y se codea con estrellas de la música, pronto fueron no una, sino millones de chicas intentando copiar la fórmula de enseñar modelitos a través de la red. Y ya saben que lo poco gusta pero lo mucho cansa. La audiencia ya tenía suficiente con cinco, diez o quince blogueras imprescindibles y no necesitaba a millones de anónimas dedicándose a lo mismo. Era una burbuja que tarde o temprano debía estallar no sin antes dando paso a eso que los estadounidenses llaman the next big thing: el estilo de vida.

Cómo el lifestyle ha matado a la bloguera de moda

“El verde es el nuevo negro” advertía la periodista de The Guardian, Hadley Freeman el pasado 27 de junio en un artículo que desgranaba el auge de los blogs dedicados al estilo de vida saludable. Un estilo de vida que se nutre de #yummys y #avocatoast y que crece con fuerza a través de las fotografías de Instagram. Cuando muestras al mundo un estilo de vida saludable estás enseñando, al mismo tiempo, un estilo de vida digno de envidiar: poder adquisitivo para nutrirte de alimentos orgánicos, tiempo para preparar deliciosos menús diarios y para realizar una rutina diaria de ejercicios y acceso a lo último de lo último en el mundo de la gastronomía. No es solo el plato, es todo lo que rodea a ese plato. No sólo han muerto los blogs de moda, ha muerto el formato blog, en parte, al darse una serie de redes sociales mucho más inmediatas y precisas.

El estilo de vida ha llegado con fuerza, importando más que el propio estilo. Y tiene sentido. En el momento en que la moda se democratiza y puede pertenecer a cualquiera, la élite –los reyes y reinas del blog – deben demostrar que su vida no es simplemente llevar un conjunto bonito. La diferenciación, el auténtico sello de identidad, viene por lo que haces y no por lo que llevas puesto: viajes y escapadas, acceso a lugares exclusivos, planes de ensueño pero sobre todo tiempo para dedicarte a ello en exclusiva y que, por mucho que lo intentes, no puede comprarse en tienda.