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48 horas en una Valencia libre de tópicos

La capital levantina vive un auge de novedades, una explosión de diseño y una revalorización de su centro histórico al margen de escándalos y tipismos.

Por Sergio Cabrera
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En serio? ¿Un fin de semana en Valencia sin horchata? ¿Sin probar los fartons? Pero alguna paella caerá… ¿verdad?

Reconozcámoslo. Tenemos tan marcadas a fuego las costumbres más populares de Valencia que, cuando vamos a la ciudad levantina, nos dedicamos a hacer lo mismo que hicieron nuestros padres hace un par de décadas… y nuestros abuelos hace cinco. Cambiará el nombre de los restaurantes donde comeremos una paella frente a la playa (o ni eso) o la cafetería donde mojaremos un fartón en horchata artesana tras pasear por las plazas del Ayuntamiento y la Catedral (o ni eso), pero poco más.

Y, sin embargo, la realidad es que las posibilidades que brinda Valencia van mucho más allá de tópicos y tradiciones que, sin dejar de ser una maravilla, bien pueden reservarse para otra ocasión; especialmente si lo que buscamos es descubrir las novedades que nos esperan allí. Primicias que no tienen por qué dejar de tener sus buenos ocho siglos.

Es el caso de la parroquia de San Nicolás, la gran novedad cultural de la ciudad. Levantada en el siglo XIII y reformada por los Borgia en el XV, ha sido otra familia influyente de la ciudad, los Roig, los que se han encargado de su impresionante restauración. Un lavado de cara que, al trabajar en más de 1.900 metros cuadrados de frescos, se ha convertido en la mayor restauración del mundo y que ha permitido descubrir un techo que bien merece el sobrenombre de 'Capilla Sixtina valenciana'. El propio Gianluigi Colalucci, responsable de la restauración de la capilla vaticana, se maravilló ante el trabajo acometido en Valencia.

Aun no te has recuperado de la impresión del techo de la parroquia y ya nos espera otro choque histórico: el del Museo de la Seda. Abierto este julio, la recuperación del palacete que albergaba al gremio de tejedores de terciopelo (los velluters) del siglo XV es impactante. En 1767, cerca de cinco mil telares daban trabajo a casi la mitad de la población de Valencia, un motivo más que suficiente para entender la importancia de esa manufactura en la ciudad; una artesanía que, más allá de la región, apenas si se conoce.

Que el propio museo exponga al visitante esta contrariedad, y haga autocrítica al poner sobre la mesa la falta de ganas de innovar de los empresarios de entonces ante la feroz competencia francesa, permiten comprender cómo es posible que la seda valenciana no tenga un lugar más preponderante. Al mismo tiempo, poder presenciar en directo cómo se maneja un telar manual de más de dos siglos, con 13.000 hilos que se tejen formando un bonito dibujo floral, cambian tu forma de ver tanto los vestidos tradicionales de valenciana como las decenas de objetos de seda que podemos adquirir en la propia tienda del museo.

No todas las novedades tienen un trasfondo histórico. Algunas, como el Marina Beach Club, vienen a ocupar huecos importantes en la ciudad. Y es que Valencia, a pesar de los muchos VIP que pasaron por allí durante la Copa América, adolecía de un espacio a pie de playa que tuteara a los grandes clubes privados de Ibiza, Marbella o Los Ángeles. Situado en la Marina Real Juan Carlos I, estamos ante una sucesión de espacios a cuál más acogedor. Bien en el chiringuito en plena arena o en el gran lounge con camas balinesas, bien en las barras de la terraza, no falta nunca un buen cóctel (las copas tienen un precio de entre 8 y 15 €).Pero, además, desde hace unos meses cuenta con un bonito restaurante gastronómico en el que degustar delicias con lo mejor de la cocina española y japonesa.

La zona de la Marina Real es de las más activas en lo que a novedades gastronómicas se refiere. Allí abrió el pasado mes de julio La Marítima, penúltimo proyecto de La Sucursal, con el chef Jorge de Andrés al frente. No es el último porque ese honor le corresponde a la que será nueva sede del estrella Michelin, también en el edificio Veles e Vents y que espera abrir sus puertas este diciembre. Así, el que fuera el complejo base de la organización de la Copa América pasará a tener hasta seis espacios gastronómicos de la mano de los Andrés Salvador y Heineken (escuela de hostelería, espacio expositivo Amstel Art y Malabar, perfecto para un cóctel o una hamburguesa con vistas).

¿Y Ruzafa? También allí deben ir nuestros pies durante un fin de semana en busca de lo último en Valencia. Es el barrio de moda, la zona hipster y el lugar más cosmopolita, con permiso de excepciones como la multicultural y alternativa Fábrica de Hielo en El Cabañal. No es de extrañar que algunos lo comparen con el berlinés Prenzlauer Berg, ante la multitud de pequeñas tiendas y locales de copas, bocados de todo el mundo y ambiente, mucho ambiente, a cualquier hora.

La calle Cádiz vertebra buena parte de los lugares que merecen allí la pena. Desde locales de venta de ropa de segunda mano como Kauf Vintage, a los que unen vinos y cómics (Librería Bartleby), pasando por cafeterías donde el diseño es mágico (La más bonita) y heladerías artesanas por y para adictos a los helados (La Nocciola).

A un paso, una tienda llama nuestra atención. Visita obligada es La Boulangerie, una antigua panadería familiar que la tercera generación ha decidido reformar en multiespacio de moda, coworking y arte. Allí es posible encontrar prendas que uno de los socios trae de mercadillos y firmas nicho de toda Europa, marcas en exclusiva como Tiwel, hacer un taller de relajación o asistir a una presentación de un poemario. Apenas lleva seis meses abierta y es todo un descubrimiento.

Reservar la tarde-noche para el centro histórico también es una buena idea. Por ejemplo, para tomarse 'la primera' en alguna de las terrazas de La Tapinería, rodeados de tiendas alternativas como El Miracle, especializada en artesanía y moda, y de espacios pop up que cambian cada semana. A pocos pasos, Simple marcará un antes y un después en la escapada. Es imposible entrar allí y no querer llevarse media tienda, aunque no sepas muy bien para qué. A medio camino entre la cacharrería y el anticuario, este local enamora por su abigarrada decoración y sucesión de objetos, pero también por el buen gusto de los mismos, con su toque vintage y su preciosismo. Desde juguetes antiguos a material escolar de toda la vida, pasando por objetos cotidianos y artesanía popular. Una pasada.

Sin movernos del centro, y si tenemos tiempo, qué mejor que probar el menú degustación de 40 platos (dos horas de duración, sin pausas entre platos y muy interactivo) de Sucede. El restaurante del chef Miguel Ángel Mayor, que acaba de abrir sus puertas en el también novedoso Caro Hotel, propone un viaje gastronómico por la tradición culinaria de la Valencia de los siglos II al XIV, pasando por bocados romanos, árabes y cristiano-medievales (80 €).

Pero si lo que preferimos es estar a cielo abierto, que nuestros pasos nos lleven al Mercado de Colón. Allí hay espacios para catar cervezas de todo el mundo, degustar tapas fusión o conocer las propuestas de Ricard Camarena en Habitual, su restaurante informal de "cocina del recuerdo" y donde no decantarse por la Merluza de pincho a la llama, caponata siciliana y jugo de tomate seco es todo un error.

Allí mismo podemos tomar 'la última', antes de que nuestros pasos nos lleven al hotel. Al llegar a casa, nos daremos cuenta de que habrá que volver pronto, pues con tanta novedad nos olvidamos de comernos una paella, beber horchata y mojar un par de fartons en ella.

Más información:
Turismo Valencia. Teléfonos: 96 360 63 53 y 96 339 03 90. Oficina de Turismo Virtual.

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Parte del impresionante techo restaurado de la parroquia de San Nicolás. Además, también se restauraron las capillas.

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Entrada al Mercado Central, a medio camino entre San Nicolás y el Museo de la Seda y una parada obligada.

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Ricard Camarena propone un picoteo a precios asequibles en el Central Bar, el bar del Mercado Central.

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Uno de los detalles preciosistas que se pueden ver en el Museo de la Seda, situado en un impresionante palacete recuperado.

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Desde el Marina Beach Club se tiene una gran vista de la playa y de la Marina Real al mismo tiempo.

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Edificio de Veles e Vents, en el que cada una de sus plantas ofrece una experiencia gastronómica diferente y perfecta.

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Ensalada con mucha fantasía y buen hacer de La Marítima, uno de los nuevos espacios gastronómicos del Grupo La Sucursal.

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La Petit Brioche, una pastelería artesana con mucha imaginación entre la ciudad antigua y los Jardines del Turia.

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Cecilia Plaza es una de las tiendas más curiosas. La artista lleva sus ilustraciones a todo tipo de objetos.

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Entrada del Caro Hotel, en pleno centro histórico. El edificio ocupa un palacio del siglo XIX y destaca su interiorismo minimalista.

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Uno de los platos de Sucede, el restaurante del chef Miguel Ángel Mayor en Caro Hotel. El menú degustación tiene 40 platos.

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En La Boulangerie llama la atención la originalidad de las prendas, así como el aprovechamiento y la decoración del espacio.

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Varias calles peatonales forman La Tapinería, zona de tiendas efímeras y muchas terrazas. Perfectas para una charla tranquila.

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La boutique Simple es una delicia, con mil y un objetos en cada rincón y todo tipo de cosas que llaman la atención.

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El Mercado de Colón, rehabilitado como multiespacio gastronómico, incluye todo tipo de experiencias culinarias.

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Brioche asado y empapado con biscuit glacé de leche merengada en Habitual, de Ricard Camarena en el Mercado de Colón.

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