6.30 h.
Me levanto bastante pronto porque, la verdad, no duermo lo suficiente. Debería descansar más, pero nunca lo consigo. Lo primero que hago es correr a la cocina y preparar café. Me tomo tres a lo largo del día. No sigo ninguna dieta especial, simplemente trato de comer un poco de todo y de forma equilibrada. Mi desayuno es todo un clásico francés: un par de tostadas de pan con mantequilla y mermelada. Mientras remuevo la taza del café, leo las noticias y miro Pinterest. Aunque en Nueva York (donde vivo ahora) es temprano, en Europa no, así que aprovecho para llamar a mi familia y amigos o escribirles por Whatsapp. Envío alrededor de 1.017 mensajes de texto cada día. Y adoro los emoticonos, creo que utilizo unos 300 desde que me levanto hasta que me acuesto. Siempre estoy en contacto con mi madre y con mi hermana. Tenemos ese tipo de relación en la que una se lo puede contar todo a la otra.

8.00 h.
Cojo mi ordenador y me pongo a trabajar. La mayor parte del tiempo lo hago desde el sofá, puedo tirarme en él hasta tres horas sin darme cuenta. Me dedico a subir los posts a mi blog desde primerísima hora, así que estoy conectada en todo momento con el equipo de editores sin el que me sería imposible a sacar adelante www.garancedoré.fr. Mi mayor momento de inspiración es durante la mañana. Prefiero escribir en casa porque me cuesta menos concentrarme. Se podría decir que soy un ser mañanero.

12.00 h.
Me ducho. Por mucha prisa que tenga, en el cuarto de baño nunca falta la música a todo volumen. Si me siento tranquila escucho algo de jazz y si quiero energía me pongo pop o R&B. Después me visto. Mi uniforme de entre semana suelen ser unos vaqueros y zapatos planos, porque camino bastante, y un único pendiente que llevo todos los días pase lo que pase. Podría definir mi estilo como sencillo y minimalista. Disfruto mucho mezclando diferentes marcas: desde Valentino hasta Zara, pasando por Miu Miu. Lo que ocurre es que cuando hace frío en Nueva York tampoco tienes demasiadas opciones y acabas calzándote unas botas de invierno y prendas similares para sobrevivir a los rigores de su clima. Cuando vivía en París también me enfrentaba un problema similar: la lluvia. En ese sentido, me parece que al mudarme he salido ganando, porque prefiero un tiempo frío y seco antes que húmedo. En cualquier caso, no importa que no vista demasiado formal porque en el estudio tengo maquillaje, ropa y zapatos de tacón por si necesito irme pitando hacia algún evento...

13.00 h.
Salgo de casa. No soy carne de gimnasio ni suelo hacer mucho ejercicio, pero voy caminando a todas partes. Intento hacerlo al menos durante una hora al día. Obviamente, si llueve cojo un taxi o voy en metro. También tengo una bicicleta, pero no la suelo usar porque me parece un medio de transporte peligroso en esta ciudad. Solo la uso a veces para pasear durante los fines de semana de verano. Me gustaría apuntarme a Pilates, pero lo que de verdad me apasiona son los deportes de aventura. Durante los meses fríos me escapo los domingos a practicar snowboard. Me gusta porque no es el típico deporte que piensas: ‘Qué rollo, tengo que hacer ejercicio’. Puedes ir con amigos y pasarlo muy bien. Ahora estoy aprendiendo a hacer surf y trato de escaparme cada dos meses a Costa Rica.

13.30 h.
Intento quedar a comer con amigos dos o tres veces por semana para ponernos al corriente y desconectar de la rutina. Uno restaurante favorito es Navy; tengo debilidad por su tostada con aguacate.

15.30 h.
Por fin llego al estudio. Mi labor principal es recopilar textos de colaboradores para editarlos. Después suelo reunirme con mi equipo para ver ideas y nuevas propuestas para el blog. Mi tiempo en la oficina consiste más en compartir cosas con mis compañeros de trabajo, porque el grueso de mis funciones las llevo a cabo al calor del hogar. Obviamente, algún día también me siento en mi mesa del estudio a ilustrar o editar fotografías. Pero eso es algo que suelo reservarme para casa.

19.00 h.
De nuevo, procuro citarme con más amigos, aunque sea para tomar un café, dar una vuelta o ir de compras. Este tipo de momentos me resultan fundamentales para enterarme de cómo les va la vida. Como aquí en EEUU suele ser ya la hora de la cena, también quedo en algún restaurante. O, si no, organizo una cena casera. Me gusta preparar ratatouille, pasta, lasaña y muchas muchas verduras. Ojo, que nadie me malinterprete: no hago fiestas en casa. Es solo que me gusta que la gente venga. Me parece un concepto muy mediterráneo en el sentido de que no tengo que entretener a los invitados, sino que ellos se sienten como en sus casas.

22.00 h.
Trato de meterme en la cama temprano, pero ya se sabe cómo es Nueva York: un día vas al teatro, otro cenas por ahí, al siguiente hay una fiesta... En esta ciudad no faltan los planes. Eso sí, descanso un mínimo de dos noches por semana. Me gusta ese equilibrio. Si estoy con mi novio, nos quedamos relajados en casa y charlamos. Podemos, por ejemplo, ver algún programa en la televisión. Lo confieso: cuando me engancho a una serie la tengo que acabar enseguida.

23.00 h.
Suele ser mi toque de queda para ir a dormir. He decorado mi nueva habitación de manera muy sencilla, quería que fuese como una nube. Mi cama tiene sábanas de lino blanco y un colchón que recuerda la forma del cuerpo. El resto del mobiliario es blanco y no he colgado nada en las paredes. En mi mesita de noche hay una vela, una pequeña lámpara (que suelo encender cuando me levanto a medianoche a beber agua) y libros. Llevo buscando uno bueno desde hace tiempo, pero soy incapaz de mantener la atención cuando leo. Creo que es por culpa de la cultura de Internet y de que, en general, todo vaya tan rápido.