El engranaje de Hollywood tiene sus víctimas, es su ley natural y la base de todo un sistema. Para poder avanzar hay que dejar atrás. Se llama evolución. Winona Ryder (Minnesota, 1971) conoce esa historia. Su década, la de los noventa que se atrevieron a hacer sátira del american way of life a través del cine, fue testigo de uno de los tronos más elevados en una industria de energía renovable. Ese trono llegó a su fin cuando en diciembre de 2001 unas cámaras de seguridad de Beverly Hills abrían los telediarios de todo el mundo. ¿Por qué se merece volver Winona Ryder?

Winona sigue siendo el máximo referente de la 'Generación X'. La 'Generación X' –también conocida como la 'Generación Winona'– fue un término literario popularizado por Douglas Coupland en la obra de culto de 1991 con el mismo nombre. Los adolescentes de los ochenta –discípulos del cine de John Hughes– entraban en una nueva década con apatía, desasosiego y desgana. Son la primera generación con tendencia a la depresión rodeada de consumo masivo y desencadenante de todas las siguientes. Clerks de Kevin Smith o Bienvenidos a la casa de muñecas de Todd Solondz forman parte de sus escaparates principales, pero si hay algo que realmente define todo esto es Reality Bites, película dirigida por Ben Stiller en 1994, con Winona Ryder dejando claras las bases del significado de su legado infinito en la cultura pop. Porque antes de que Lena Dunham fuese la voz de una generación perdida, antes de que la primera escena que abre el piloto de Girls fuese copiada sin piedad de los Reality Bites de finales del siglo XX, existió Winona.

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Empezó en el cine a los 14 años y quiere recuperar su sitio a los 44.

Los noventa no serían lo mismo sin ella. Winona entró por la puerta grande en una década en la que el público masivo disfrutaba en la televisión de una serie oscura y retorcida como Twin Peaks. No hay nada mejor que defina esta corriente alternativa. El contrapunto y rebeldía atípica que significó Winona, en un Hollywood plagado de variantes de Meg Ryan, se convirtió así en una seña de identidad. La mayoría de las veces, lo que el público quiere no es lo que se espera. Y por primera vez, lo contrario a la norma se convierte en norma. Winona Forever se paseó de 1989 a 1993 en forma de tatuaje –con forma de corazón– en el brazo de un Johnny Depp que como el resto del planeta se había quedado prendido de una estrella atípica. Aunque el presente de ese tatuaje sea Wino Forever, la sombra de la intención es lo que cuenta.

Películas de culto. ¿Se puede medir la importancia del legado de un actor por el número de películas de culto? Realmente sí. Se podría. Para considerar una película como culto hay reglas básicas: revolución, innovación y fanatismo imparable conseguido con el paso de los años. Sobre todo, de películas adelantadas a su tiempo. Muy adelantadas.

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La ’Generación X’ en una imagen.

En 1988, Heathers –titulada en España Escuela de jóvenes asesinos, que es como traducir Rosemary’s Baby por La semilla del diablo, una amenaza de bomba con forma de spoiler– cambió para siempre la fórmula del cine de instituto americano que John Hughes había explotado hasta repetirse en su propio bucle. La sátira adolescente de abejas reinas y animadoras cabreadas con el mundo decía hola. Sin Winona Ryder en Heathers no existirían Alicia Silverstone en Clueless ni Lindsay Lohan en Chicas Malas.

Tim Burton. No se podría repasar el éxito del estilo depresivo de Tim Burton durante más de una década sin encumbrar a Winona. Bitelchús y Eduardo Manostijeras son testigo de primera mano de lo que significa crear un producto de culto. Mientras que en la de Michael Keaton como experto en asustar a los vivos, consigue que lo gótico con tendencia al suicidio sea lo más guay del universo, en la de Dianne Wiest como distribuidora Avon, bailar bajo la nieve enamorada del freak de clase era tendencia. A poder ser, siempre con cara de no haber roto un plato. En 2009 –22 años después– vuelve para poner voz en la película de animación Frankenweenie. La influencia de ambos en sus respectivas carreras roza el punto enfermizo y es historia moderna del cine.

Winona necesita venganza en Hollywood. La leyenda urbana del supuesto robo del guión de Shakespeare in Love –por Gwyneth Paltrow– en una tarde de café en su propia casa, el Oscar que en 1994 se terminó llevando Anna Paquin, con 11 años, por El Piano –frente al favoritismo de Winona por La edad de la inocencia–, el otro Oscar precocinado en Inocencia Interrumpidapelícula producida por ella misma para su lucimiento y con una tremenda Angelina Jolie llevándose la gloria–, o el papel icónico de Marla Singer en El club de la lucha de David Fincher que se terminó adjudicando Helena Bonham Carter. Todo son respuestas ocultas de un Hollywood de backstage en el que no es oro todo lo que reluce ni todo lo que reluce es oro. El sabor amargo de una cima que estaba a punto de descender en picado.

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Winona Ryder en ’Bitelchús’, de Tim Burton.

Justicia. En septiembre de 2001, el imperio estadounidense se derrumbó sin previo aviso. Dos meses más tarde, la alarma del derrumbamiento volvía a saltar. Esta vez, en un Saks Fifth Avenue de Beverly Hills. Winona Ryder se llevaba sin pagar 4.700 dólares americanos en ropa y accesorios. ¿Qué le pasó a Winona? ¿Cuál fue el motivo? Acusada de cleptomanía y después de 13 días de juicio es condenada a servicios comunitarios y una multa. Winona no sólo había sido pionera en los juicios televisados de celebrities, sino que inventó un nuevo término: viral. Las camisetas creadas por un fan de Los Ángeles con su cara estampada y el eslogan demoledor de Free Winona pasaron a ser un fenómeno internacional del que aún quedan restos. Free Winona vendría a ser el todo lo que sube baja de la cultura pop. La maquinaria de reciclaje de Hollywood pasaba a un capítulo nuevo y Winona ya era historia.

Bitelchús 2. “Por lo que yo sé, va a pasar”. Palabras de Winona en el último festival de Sundance a Huffington Post. En un Hollywood adicto a los comebacks de buen titular –véase Robert Downey Jr., Mickey Rourke o Patricia Arquette– y con un Tim Burton de capa caída, la secuela de uno de sus productos estrella era cuestión de tiempo. Aprovechando el tirón de la vuelta de un Michael Keaton con hambre de más habrá que esperar a que Winona vuelva a interesar en una primera liga que nunca debió abandonar.