¿Quién fue William Haines?

¿Quién fue? William Haines era un empleado de poca monta en la floreciente Wall Street neoyorquina cuando ganó un concurso de nuevas caras para la productora Metro-Goldwin Mayer. Billy Haines cambió una costa por la otra y emprendió una larga lista de papeles –de corte semejante– en películas mudasdonde daba vida al galán apuesto y chistoso, al que se gana al público y se queda con la chica al final de la película. Eso sólo en la ficción, claro; porque William Haines era abiertamente homosexual y mantenía una sólida relación con su pareja Jimmy Shields. Cuando se supo de su vida íntima, el señor L. B. Meyer le instó a dar por zanjado el romance, acallar rumores y seguir adelante con la lucrativa tarea de dar vida al caballero por excelencia según los cánones del cine del momento; pero Haines que nones, que erre que erre, y que puestos a elegir mejor decir adiós a Hollywood; pero valiente, resuelto e íntegro.

¿Qué hizo? No hay mal que por bien no venga, y si algo le reportó su paso por colinas de Los Ángeles fueron rutilantes amistades: Joan Crawford, Carol Lombard, Tallulah Bankhead, etc. figuraban en su cartera de íntimas, una agenda que recogía lo más destacado del cine en la década de los 30; y les decoró la casa. Como al panal de rica miel, ansiosas clientas acudieron; y en menos de un lustro el "todo Hollywood" se revestía con el sello Haines, el llamado Hollywood Regency. William tomó las mansiones de estilo colonial español y aparcó por momentos su aire oscuro. Tan imponente envase merecía otro potente golpe de efecto en su interior: paredes iluminadas con estampados florales y estancias refinadas con muebles ingleses propios de las mansiones en la campiña. La estética corrió como la pólvora y en un rápido abrir y cerrar de ojos el Hollywood Regency estuvo de casa de George Cukor y Jack Warner a los decorados de sus películas.

Evolución: Cómo empezó a rodar la maquinaria ya ha quedado claro, pero de ahí –sin desdeñar en absoluto el poder de Hollywood; eso jamás– a las altas esferas políticas y a las luminarias de los negocios dista un buen trecho. Y Haines lo consiguió. El pasaporte tiene nombres y apellidos, además de un gusto exquisito: Betsy y Alfred Bloomingdale. La pareja –un potente cóctel social– vivía en Holmby Hills (Los Ángeles), y tenía entre sus tareas semanales organizar fiestas y entretener a las amistades. Nadie faltaba a la cita en casa de los Bloomingdale, una invitación a sus mundanos saraos era el evento más destacado en la agenda social.

El poder y el foco fueron cambiando poco a poco, se fue moviendo hacia los negocios y la política. Y por casa de los Bloomingdale pasaron entre canapés y brindis los Annenberg, íntimos de los Reagan. Billy Haines murió en 1973, no llegó al último acto, el broche de oro a su carrera: decorar la Casa Blanca bajo el mandato Reagan (el encargado fue Ted Graber, discípulo de Haines, que aportó un innegable sabor Hollywood Regency). Eso sí, aún le dio tiempo a acariciar el Olimpo, y decoró la casa de Nancy y Ronald Reagan en Bel-Air. El chico que no coronó la cima de Hollywood con el cine lo consiguió con la decoración. Lo mismo que su cliente, Reagan, que empezó como actor de westerns y terminó como Presidente. Y es que cualquier historia, si buena, luce más en Hollywood que cualquier otra parte.

La claves del Hollywood Regency: Para empezar las estancias deben gozar de buena luz, ventanales inmensos por los que se cuele la luz a raudales. Las paredes forradas con papeles de flores y los muebles –sillas, sobre todo– de preferencia en estilo Chippendale. Deben combinarse con butacas bajas, perfectas para una partida de cartas o para una conversación, picante e instructiva, como son las buenas charlas. Los sillones y los sofás con capitoné, y sabiamente distribuidos –sobre una consola o en la mesa de centro– los detalles de cerámica chinoiserie. He ahí el Hollywood Regency.