ACTUALIZADO: La compañía PriceWaterhouseCooper, que ha supervisado la votación de la Academia durante los últimos 83 años, ha pedido perdón por el error garrafal en el anuncio del galardón a mejor película: "Nuestras disculpas más sinceras a Moonlight, a La La Land, Warren Beatty, Faye Dunaway y los espectadores de los Oscar por el error que tuvo lugar durante la adjudicación del premio a mejor película". Y, continúan con la disculpa: "A los presentadores se les había dado erróneamente el sobre de la categoría equivocada y, cuando se descubrió, se corrigió de inmediato. Estamos investigando cómo pudo ocurrir esto y lo lamentamos profundamente. Adradecemos el buen humor con el que los nominados, la Academia, la ABC y Jimmy Kimmel manejaron la situación".

"La represión es el máximo enemigo de la civilización". Y cuando Damien Chazelle estaba repitiendo la efectista cantinela antiTrump más recurrente de la noche de los Oscar, sucedió la carambola. El premio que el director de La La Land estaba agradeciendo en directo no le correspondía a su querido musical, sino a Moonlight. El presentador de la estatuilla, Warren Beatty, había leído por el error la tarjeta que premiaba a Emma Stone como Mejor Actriz Protagonista, pero el sobre era otro. Tras ello, las disculpas de Beatty y las mofas de ecos a Steve Harvey, quien ya permutara el nombre de Miss Universo 2015 con su desliz sonrojante en las redes sociales de todo el globo. Y así, de una gala mediocre y poco lúdica pese a los intentos de Jimmy Kimmel, al momento más surrealista en los 89 años de historia de estos galardones.

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Para los que hayan visto la película más laureada de la cita –seis galardones, de los 14 a los que optaba–, puede que entiendan este revés como un símil con su argumento y especialmente con sus 20 minutos finales. Aunque Chazelle haya batido récords alzándose el ganador a Mejor Dirección más joven de la historia de los Oscars a sus 32 años, la maquinaria voraz de la crítica ya había decidido cebarse con ella antes incluso de esta noche. Sus colores pastel y su optimismo de cartón piedra, revelados al mundo en septiembre del pasado año, avecinaron desde el principio unaa corriente en contra. Sus reconocidas referencias a clásicos del cine musical, desde Las señoritas de Rochefort (1967) al Ritmo loco (1937) de Fred Astaire y Ginger Rogers, evidenciaban en Emma Stone y Ryan Gosling un sucedáneo edulcorado de la esencia del musical por antonomasia. Pero en el tour de force al que tantas veces obliga Hollywood, las seis estatuillas que Chazelle y su California para soñadores se llevaron anoche es la mejor revancha posible de aquellos que sueñan con ternura incluida. El único problema, sin duda, es que por una u otra razón acabaran recordándoselo con su propia medicina.