Yo no quería comprarlo, de verdad que no quería. Juro que me resistí, pero es que yo fuerza de voluntad siempre he tenido poquita. Todo fue culpa de mi querida M., una tía genial que nunca ceja en su empeño de sacarme del aburrimiento, de esa ropa mía recatada y soporífera que duerme hasta a los lagartos. Por eso cuando mi amiga estupenda me dijo “nena, necesitas este vestido de flamenca sexi del Whatsapp”, dudé un rato, porque para mí el no va más del atrevimiento cromático es pasarme al azul marino en primavera. Y durante dos semanas estuve asquerosamente contenta. El drama vino después y aún tirito cada vez que lo llevo.

¿Puede haber algo peor que tu vestido nuevo favorito se haga viral? ¿Hay mayor tragedia que vivir en el miedo de que EL VESTIDO CON EL QUE TE SIENTES UNA DIOSA se convierta en la nueva chaqueta amarilla de Zara? Muy de absurda todo, mi dramón no tiene parangón.

El vestidito, MI VESTIDITO, es de Realisation Par, la firma creada por la bloguera australiana Alexandra Spencer y Tea Talbot, de seda roja estampada con estrellitas blancas, de manga larga, muy corto, cruzado y con un volante ligero y femenino que recorre los bajos y el escote. Y se hizo viral y yo estoy sin vivir en mí temiendo que le abran un grupo de Facebook. En mis pesadillas veo riadas de vestiditos rojos, como pasó con las tachuelas, las cuñas de Isabel Marant y las hombreras. Ay, qué dolor más grande.

Hairstyle, Human body, Shoulder, Shoe, Elbow, Sitting, Dress, Knee, Thigh, Foot, pinterest

Aunque el vestido ya lo habían llevado algunas guapas oficiales como Alexa Chung y Bella Hadid, el virus no se propagó a niveles alarmantes hasta que una periodista de Oxygen.com lo tachó de sexista, Kat George reparó en que la descripción que daban en la tienda online es así de ridícula y machista:

“Esto es lo que sabemos. Los hombres adoran los vestidos de verano. También sabemos que eso no tiene importancia porque las mujeres vestimos para nosotras y sólo para nosotras mismas. Pero a veces... sólo a veces, necesitas un billete que te garantice salir de la cárcel. Tal vez olvidaste sacar la basura o rayaste el coche de papá o quizá se te hizo tarde y olvidaste hacer lo único que te habían pedido. Sea la razón que sea, el vestido Diane es la solución. Este es el vestido que les hace olvidar por qué están enfadados contigo y lo único que realmente importa es: si eres mala siendo buena, debes ser muy buena saliendo de ésta. Confía en nosotros. De nada”.

Confieso que no leí esas líneas, que me limité a pagar los 195 dólares (más gastos de envío), que todo el rollo viral me pilló desprevenida... y con el vestido puesto. A estas alturas del peliculón, sobran las justificaciones y huelga decir que estoy de acuerdo con la periodista: “Convierte a la que lo lleva en el objeto de deseo masculino con el fin de apaciguar a los hombres. Juega con la idea de que las mujeres están indefensas y que no tienen autonomía sobre sus acciones y que por lo tanto tienen que lidiar con el típico ‘qué tonta soy’ (...) Se trata de un estereotipo feo y reduccionista que se usa para vender vestidos bonitos”.

La periodista termina su artículo con moraleja y hace una especie de llamamiento al boicot a Realisation Par, al decir que “cada vez que compremos un vestido Diane, o algo similar, (las mujeres) somos cómplices de nuestra propia castración”.

¿Nuestra propia castración? ¿Eng?

Por supuesto que ese texto es sexista y ridículo, pero señoras, yo ya me he comido la caja de bombones entera y no tengo espacio para remordimientos. Esa descripción es machista y absurda, pero el vestido es de quien lo lleva. Cuando me lo pongo, como me pasa con el resto de ropa, sólo pienso en mí. En mí y en que tengo el guapo subido gracias a unos volantes rojos.

Mi amiga M. tenía razón, una flamenca sexi del Whatsapp no está pendiente de los hombres. Menos aún de los que te perdonan la vida.