A Verónica Echegui (Madrid, 1983) la descubrimos haciendo Yo soy La Juani (2006), aquella choni de extrarradio que decía “Voy a ser actriz y que nadie lo dude, porque lo conseguiré, que quede muy claro”. Y todos la creímos. El hallazgo siempre se lo deberemos a Bigas Luna, director con una sensibilidad sobrenatural para captar las entrañas femeninas. En ella, vio una fiera con hambre de mundo. “Era un ser extraordinario, en el más amplio sentido de la palabra. Nunca me trató como una niñata ni una adolescente. Me tomaba en serio, me escuchaba, me dio valor, espacio, y de allí salieron cosas extraordinarias”, reconoce hoy la actriz, recordando aquel primer rodaje, cuando tenía 23 años. Resulta que, mientras preparaba las pruebas para la película, ya estaba haciendo teatro. Infierno, nada menos, de La Divina Comedia de Dante, en la que fue la primera obra dirigida en Madrid por el gran Tomaz Pandur. Allí estaban Charo López (“Qué eminencia”, piropea Echegui), Juan Codina (que ahora ha pasado de la categoría de actor para convertirse en maestro), Asier Etxeandia (actual animal del escenario) y Sergio Peris-Mencheta (devenido en un grande del género, que lo mismo interpreta que escribe, dirige o produce). Y ella, claro, que tenía designado un papel secundario, pero acabó interpretando a la musa Beatrice. Por algo sería.

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A la izquierda, vestido de piel con manga abullonada de Saint Laurent por Anthony Vaccarello, pendiente de oro de Uno de 50. A la derecha, cinturón ancho a modo de top de Sportmax, pantalón de algodón de Sportmax Code, abrigo de paño de Herno, salones de lana de Pedro García, pendientes metálicos de Mango. © Fotografía de Félix Valiente, estilismo de Ángela Esteban Librero.

Ha pasado más de una década desde entonces, tiempo en el que ha ido trazando una carrera de la que asegura sentirse orgullosa “porque he aprendido muchas cosas”. Hagamos una lista de algunas. Primera: se ha liberado de la angustia del principiante. “Sigo pasando miedo, pero lo manejo mejor, confío más en mí y asumo sin problema que me puedo equivocar. Ese susto puede ser un motor potente si lo utilizas bien, pura adrenalina. Prefiero sentir eso a no sentir nada”, sentencia. Segunda: ahora sabe que sus opiniones cuentan. “Si volviera a empezar, me escucharía más a mí misma, daría más valor a lo que pienso y sería más firme mostrándolo”, reconoce. Y tercera: sufre menos. Ese mal que carcome a muchas actrices porque alguien les ha dicho que de las heridas sale oro. “Yo cada vez disfruto más de mi trabajo”, informa la interesada. “Puedo estar llorando a mares y, sin embargo, gozar de mi profesión. Sin tormento. Aprendes a colocar todo en un plano de la ficción”.

“Sigo pasando miedo, pero lo manejo mejor, confío más en mí y asumo sin problema que me puedo equivocar. Ese susto puede ser un motor potente si lo utilizas bien, pura adrenalina. Prefiero sentir eso a no sentir nada”

Últimamente, Echegui se deja ver poco por su ciudad natal, aunque hoy, en pleno verano, disfrute de un desayuno de tostada de pan con tomate y aceite en una cafetería del centro. Ha participado en varias producciones internacionales, entre ellas
la comedia italiana Déjate llevar, con el Toni Servillo que protagonizó La gran belleza, y que todavía está pendiente de estreno en España. También la serie británica rodada en Islandia Fortitude (aquí puede verse en Movistar+) y la primera temporada
de Trust, en la que también participan Hilary Swank y Donald Sutherland. No es la primera vez que se codea así. Ya antes había rodado una extraña película, La fría luz del día (2012), en la que coincidió con Sigourney Weaver y Bruce Willis. “No he visto que fuera se hagan necesariamente mejor las cosas. Hay producciones internacionales excelentes, donde se trabaja muy bien, se respeta la historia y la labor de los actores y se maneja un buen presupuesto, y en otras en las que no tanto. Sucede también en España. Aquí se están llevando a cabo productos excelentes”, concede.

Uno de sus últimos proyectos, de hecho, es un thriller español, La niebla y la doncella, basado en la novela homónima de Lorenzo Silva, en el que comparte protagonismo con Quim Gutiérrez y Aura Garrido. De este complejo patrio hablaba el escritor cuando se empezó a rodar el filme en La Gomera: “Me revelo contra ese prejuicio de que si el cadáver aparece en Baltimore y el comisario se apellida Johnson, resulta más creíble que si sucede en Albacete”. La comisaria, esta vez, es ella. “No existen tantos personajes de mujeres a las que les suceda algo más que un conflicto amoroso u ocupen el lugar de amiga de, mujer de o hermana de otro personaje masculino. También me preocupa ver cuántas películas hay en las que aparece violencia machista: una mujer asesinada, maltratada, humillada... El cine refleja la sociedad, pero en nuestro entorno también suceden otras cosas. Necesitamos contar más historias y desde puntos de vista más diversos”, reflexiona.

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A la izquierda, top y falda de punto de Paco Rabanne, collar y pulsera Rose des Vents de oro rosa con diamantes y ópalo de Dior Joaillerie. A la derecha, blusa de seda y falda de algodón con abertura de Céline, botas de piel de Saint Laurent por Anthony Vaccarello, pendiente de oro de Uno de 50, pulsera de eslabones de oro amarillo de Grassy. Mesa Marquina de mármol negro de Rue Vintage 74. © Fotografía de Félix Valiente, estilismo de Ángela Esteban Librero.

Llegados a este punto, parece inevitable empezar a llevar la conversación hacia la senda del feminismo, en un momento en el que no hay semana en la que una actriz, una cantante, una modelo o cualquier celebridad femenina genere, por un motivo u otro, algún tipo de incomprensible controversia por manifestar que lo es (feminista) o por confesar qué no. O por admitir que no sabe, no contesta, o por instagramear una foto empoderante para unos y ridícula para otros... La crispación era esto. “El feminismo no es un movimiento de mujeres, es de todos. Defiende la igualdad de derechos y capacidades, sin excluir, sin odiar y sin pelearse con nadie. ¿Dónde está la polémica? Lo que busca es liberar de un rol muy limitado que la sociedad ha asignado a la mujer, pero también al hombre. El papel de macho que no puede mostrar sus emociones es igualmente rígido. Deberíamos aspirar a ser más libres y más de verdad”, expone entre sorbo y sorbo de un batido verde, mordiscos a su pan con tomate y apaños caseros para sujetar los tirantes del vestido con horquillas (“No queda muy bien, pero es cómodo”, admite). Más de verdad, imposible. “¿Y qué me dices de los sueldos?”, continúa. “A las actrices se nos paga menos que a lo actores, es un hecho, y no hay ninguna ley que diga que por el mismo trabajo deberíamos cobrar lo mismo”.

Reconoce Echegui que hay dos mujeres en su profesión que le fascinan: la recientemente fallecida Jeanne Moreau y Gena Rowlands: “Navegan en algo que me encanta, algo muy animal, nada intelectual. Claro que la segunda trabajaba con John Cassavetes, que era un genio. Siempre es más fácil cuando te rodeas de gente creativa. No creo que Rowlands pensara. Iba, y el cuerpo la seguía. Eso no se ensaya, se tiene o no se tiene”. Aun así, trabajadora e inquieta como es, continúa formándose y explorando los secretos de la interpretación en cuanto tiene dos semanas libres. La última vez fue en Londres, donde se matriculó en un curso relacionado con la dirección. Tiene listo ya un guion para rodarlo en cuanto encuentre el momento. “Me gusta hacer cualquier cosa que me lleve fuera de la zona de confort. Está bien encontrar un lugar seguro donde quedarse a descansar, pero no demasiado tiempo”, dice. Por eso vuelve al teatro, en esta ocasión para enfrentarse a un texto de Harold Pinter que, asegura, le provocará ese miedo que no le deja sentir las piernas la noche del estreno. No se ha subido a las tablas desde aquella primera experiencia, cuando todavía jugaba a querer ser actriz sin saber si aquel barco llegaría a buen puerto. Llegó. Vaya si llegó. Ahora, le toca lidiar con las alfombras rojas, la moda, las sesiones de fotos... “Me lo tomo como algo divertido, sin esa presión que padecen otras compañeras. No me expongo ni voy a demasiados eventos porque cuando tengo mucho trabajo –y, últimamente, ha sucedido así–, necesito centrarme en él. Tratar de hacerlo todo me dispersaría. Me gusta ponerme un vestidazo para el estreno de una película, es un momento de celebración y de recompensa del esfuerzo de muchos meses”.

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A la izquierda, chaqueta y pantalón de algodón de Sportmax, pendientes Amulettede oro con diamantes y nácar de Cartier, anillo Rose des Vents de oro rosa con diamantes y ópalo de Dior Joaillerie. Silla italiana años cincuenta en nogal de Rue Vintage 74. A la derecha, top y americana de lana con estampado príncipe de Gales de Calvin Klein. © Fotografía de Félix Valiente, estilismo de Ángela Esteban Librero.

Dice Verónica Echegui que lo mejor que le ha dado su profesión es la gente con la que se ha cruzado. Candela Peña, Blanca Portillo, Ana Wagener, Emma Suárez, Carmelo Gómez, Roberto Enríquez, Natalia Mateo, Álex García, por citar unos pocos. Asegura que todos ellos la han marcado y le han hecho vivir intensamente un trabajo que disfruta más y más: “Me gusta cómo estoy enfocando personalmente mi carrera, me encuentro cada vez más tranquila, siento que soy capaz de dominar las situaciones y que tengo una base cada vez más sólida que me hace sacar lo mejor de aquello que hago. Si sigo así, me veo rodando películas dentro de 20 años, y también de 40”. ¿Recuerdan a La Juani cuando decía lo de: “Que nadie lo dude, porque lo conseguiré, que quede muy claro”? Pues eso.

Maquillaje y peluquería: Pedro Cedeño (Talents) para Chanel y GHD. Producción: Icíar Estellés. Técnico digital: Juan Martínez Fondón. Asistente de fotografía: Fernando Hernández Huete. Asistentes de estilismo: Pepa Rosenbaum y Paulina Beteta. Asistente de producción: Ana Mayoral.