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Tino Casal, el icono olvidado
En el 25 aniversario de su trágica muerte, tratamos de descifrar a uno de los artistas más incomprendidos de la música española. ¿Quién fue realmente Tino Casal?
Tuvo el destino trágico que acecha a todo icono. Porque, ya se sabe, uno no alcanza la gloria hasta que yace en la tumba. Así de desgraciados e inoportunos somos. La pena es que, en el caso de Tino Casal (nacido José Celestino Casal Álvarez el 11 de febrero de 1950, en Tudela Veguín, Asturias), el artista ha quedado flotando en un extraño limbo, ese que está entre los iconos oficiales y los underground. O sea, que ni Nino Bravo ni Cristina alias La Veneno.
"Quizás estéticamente no sea el negro el color que defina mi personalidad, pero interiormente sí, hay cierto halo negro en torno a mí, no sé por qué…", declaraba Tino Casal al periodista Miguel Ángel Arenas en una entrevista para Rock Especial en 1983. Ocho años después, el 22 de septiembre de 1991, el malogrado artista fallecía en un accidente de coche en Madrid, cuando volvía de una noche de fiesta.
Tino Casal fue un creador polifacético: cantante y compositor, pero también pintor y escultor. Su aspecto, a caballo entre el glam y el nuevo romanticismo, le convirtió en uno de los personajes más transgresores que ha habido en España. Pero el bautizado por algunos como 'el David Bowie español' les debía mucho a su amigo Pepe Rubio, diseñador, y a su novia (nunca oficial), Pepa Ojanguren, quien le introdujo en el Londres de finales de los 70.
Antes de emprender su carrera en solitario, Casal formó parte del grupo Zafiros Negros, que después pasaron a llamarse Los Archiduques. Por aquel entonces, el asturiano y los suyos se habían subido a la ola pop, y todavía no había indicios del Tino más salvaje y ambiguo. Su estancia en la capital inglesa y el Madrid de La Movida dieron a luz a la figura variopinta que ha quedado hoy en el recuerdo.
Después del lanzamiento de un par de singles que pasaron discretamente entre el público y tras una temporada refugiado en la pintura, fue en 1981 cuando firmó un contrato con EMI, donde publicó el disco Neocasal, con éxitos como Champú de huevo. A la vez, Casal ejercía sorprendentemente de productor de bandas como Obús (de heavy metal), Goma de mascar y Azul y Negro. También se rumorea que su estrecha amistad con Fabio McNamara le llevó a financiar Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y Laberinto de pasiones, de Pedro Almodóvar.
En 1983 publicó Etiqueta Negra, que supuso su consolidación como artista gracias a éxitos como Embrujada. Pero la mala suerte, que parecía ya sobrevolarle, hizo su primera aparición. En 1985 sufrió un esguince en la cabeza del fémur durante una actuación en la discoteca Pachá de Valencia y en lugar de someterse a reposo, al encontrarse en plena gira continuó con sus compromisos a base de automedicarse cortisona. Al cabo de dos meses, Tino tuvo que ser hospitalizado de urgencia por culpa de una necrosis. Cinco operaciones, casi dos años de hospitalización y, claro, los consiguientes bulos, como por ejemplo, que padecía VIH.
A su regreso, a Tino Casal aún le quedaban dos álbumes más antes de su triste partida. Lágrimas de cocodrilo (1987) incluía la inigualable Eloise, versión de un clásico de Barry Ryan, que el asturiano interpretaba con unos agudos alcanzables para muy pocos. Después fue el turno de Histeria, disco de versiones, y en el momento del accidente se encontraba preparando el que sería su siguiente trabajo con intención de grabarlo en Tokio. Un plan violentamente truncado a los 41 años, convirtiéndose automáticamente en un artista maldito que dejaba muchos enigmas acerca de su verdadera personalidad. ¿Y no es esa la pasta de la que están hechos los iconos?
*El Museo del Traje le dedica al artista la muestra Tino Casal, el arte por exceso, disponible hasta el 19 de febrero de 2017.
Con motivo del aniversario de su muerte, Warner Music publica La colección defitiniva de Tino Casal. De la piel del diablo, disponible en formato CD, vinilo y digital, y con textos de Julián Ruiz.
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