Como seguramente sabes, aunque suene extravagante, raro o espantoso, si esto lo dices con soltura sonará armonioso, pero tenían que pasar 53 años del estreno de Mary Poppins para que descubrieses qué diablos significaba de verdad aquel enrevesamiento lingüístico. ¿A que sí? No sufras más.

Si Pamela Lyndon Goff levantara la cabeza no sabemos si empezaría a dar saltos de alegría o preferiría volver a la tumba. Más conocida por su seudónimo literario, P.L. Travers, la autora del famoso personaje Mary Poppins siempre renegó de la, según ella, masacre organizada por el asesino en serie de su vida. Un tal Walt Disney con el que terminaba enfrentada y al que negaría los derechos para hacer una segunda película. Y es que la Travers bastante había tenido con una, como para encima volver a remover la mierda.

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La venganza siempre es mejor servirla en plato frío –dicen las experimentadas lenguas que duele más–, pero la de Disney llegaría unos cuantos años más tarde en aquel Descubriendo a Mr. Banks. En la película de 2013 Tom Hanks acecha a una Emma Thompson malhumorada y estirada, hasta que esta le termina vendiendo los derechos de la novela sobre su fatídica infancia con institutriz voladora.

Travers, nacida en Australia en 1899, había sufrido una complicada juventud por la muerte de su padre, con ella consolando a sus hermanas mientras su madre gritaba desesperada al borde del suicidio. Hasta que un caballo mágico volador salía de su mente para entretenerlas.

Así nacía Mary Poppins años más tarde, tomando forma de institutriz inglesa, capaz de volar con su paraguas.

¿Volar? ¿Es Mary Poppins la primera superheroína del cine? No es eso lo que opinaba la autora. El grito en el cielo ponía Travers cuando descubrió el espíritu optimista y feliz con el que Disney había impregnado su historia. Pero ya no era suya. Así son los negocios.

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’’Aunque suene extravagante, raro o espantoso’’.

“¿Qué es esta basura?”. Para Travers, este asesino en serie, con aspecto de buen hombre, había empachado de azúcar su horrible infancia, convirtiéndola en una cursilada. Sin ser ella nada de eso. ¿Y qué era lo que más había detestado la Travers de la película? Exacto, toda la parte del Supercalifragilisticoespialidoso y la secuencia de dibujos animados.

La canción, compuesta por Robert y Richard Sherman, dos hermanos habituales de Disney (Tú a Boston y yo a California, El libro de la selva, La bruja novata), empieza a sonar cuando Mary Poppins es acosada y perseguida por un grupo de periodistas después de ganar una carrera de caballos de forma un poco sospechosa. Y Poppins, en lugar de sentirse amenazada y encender el fuego a ritmo de “¿Tú tienes vida? Pues cómprate una vida”, se arranca por el inventado trabalenguas.

Y aunque después Disney entrara en batallas legales por un supuesto plagio de una canción de 1949, titulada Supercalafajalistickespialadojus, para los Sherman aquello había salido de su mente. Y ganaron.

“La escribimos en dos minutos. Es nuestra”, dijeron los hermanos. Y nadie lo puso en duda, teniendo en cuenta que aquel Supercalifragilisticoespialidoso no venía siendo otra cosa que un cóctel molotov de un montón de adjetivos sin sentido: “súper, cálido, frágil, místico, especial y melodioso”.

“Es algo que decir cuando no sabes qué decir”, dice uno de los niños durante la canción. Y, después de destrozar para siempre sus recuerdos, Walt Disney nunca más volvió a saber de P.L. Travers.