Un pálido rostro como de cera refulge bajo las luces nocturnas de Hong Kong. Sus facciones están cubiertas por una mascarilla de papel como las que se usan en los quirófanos, esas que también son frecuentes en muchas ciudades asiáticas por miedo a contagios o a la bestial contaminación. Una larga cabellera negra con un espeso flequillo enmarcan esa pálida cara anónima que, sin embargo, se ha convertido en un referente para quienes luchan por la libertad en China. Además, y esto es lo que le parece más peligroso al gobierno chino, esta joven se han convertido también en una inspiración para quienes nunca se habían atrevido a rebelarse contra la opresión del férreo gobierno del gigante asiático. La llaman Chalk Girl, la chica de tiza, y la ha presentado en público fuera de su país un impecable trabajo periodístico de investigación del periódico británico The Guardian.

Chalk Girl se ha convertido en una de las voces más populares del movimiento por la democracia de Hong Kong. A sus 16 años, se siente asfixiada por la falta de libertad. No es nueva en el activismo y en la desobediencia civil aunque reconoce que siente que está ahí casi por casualidad. A los 14 años la arrestaron por dibujar una flor de tiza en la pared como parte de la protesta que se convocó el 23 de diciembre de 2014. Estas protestas nacen de un movimiento estudiantil que surgió en 2012 cuando el gobierno central chino decidió enseñar a los jóvenes las bondades del Partido Comunista Chino. Los estudiantes, liderados por un adolescente de 15 años llamado Joshua Wong y sus amigos más cercanos, encabezaron una protesta que se bautizó como la revuelta de los escolares en un juego con una palabra inventada, scholarism (algo así como escolarismo).

El gobierno chino dejó sus planes y por una vez cedió antes los jóvenes de Hong Kong. Eso sí, Wong se convirtió en un objetivo y cuando dos años después el popular estudiante convocó otras protestas ante la decisión del gobierno chino de elegir a los candidatos para las elecciones de jefe ejecutivo de Hong Kong (cuando en teoría habían acordado que se mantendría el sufragio universal y unas elecciones de verdad libres), los reprimió con dureza. En aquellas concentraciones, tanto Wong como Chalk Girl, fueron detenidos. Ambos se han convertido en viejos amigos de la férrea administración china, que parece sentir como se le escapa el control sobre la juventud de la antigua colonia británica y hoy Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China, uno de los uno de los centros financieros más importantes del mundo y un moderno territorio formado por una península y varias islas que comparten poco más que el mar de la China Meridional con el gigante asiático. Una región criada bajo el amparo de los británicos y a su imagen y semejanza. Acostumbrados a la libertad, los hongkoneses tratan de resistirse a la colonización ideológica de sus ahora gobernantes.

En esa resistencia, la menuda Chalk Girl no está sola, ni parece que en Hong Kong reine aún el miedo, aunque cada vez crece más ante la dura cruzada del gobierno chino contra lo que llaman disidentes. Estos días, más de 22.000 personas han protestado contra el encarcelamiento de los activistas políticos creadores del escolarismo, Joshua Wong, Alex Chow y Nathan Law, y las penas que les ha impuesto el Tribunal de Apelación regional que les ha condenado a entre 6 y 8 meses de cárcel por convocar manifestaciones a favor de la democracia en 2014 en lo queAmnistía Internacional ha calificado de un "ataque revanchista a la libertad de expresión y de reunión pacífica". Además, hay otros 39 casos abiertos contra 26 activistas.

China parece temer un nuevo Tiannamen, pero tampoco en esta ocasión apuesta por el diálogo sino, una vez más, por la represión, esta vez a través de sus tribunales. La condena de estos jóvenes, algunos como Wong elegidos democráticamente en las urnas por los hongkoneses en las pasadas elecciones legislativas pero a los que se les impidió asumir el cargo, se suma a otros casos de desapariciones de empresarios y detenciones de activistas. Pero, como resume Joshua Wong en su cuenta de Twitter: "¡Podéis encerrar nuestros cuerpos pero no nuestras mentes! Queremos una democracia en Hong Kong. ¡Y no nos vamos a rendir!”.

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En el documental que ha dirigido San San F Young para The Guardian, Chalk Girl aparece algo derrotada en sus esperanzas y asegura que "cuando me uní a la movilización, todo el mundo parecía querer un cambio. En aquel momento yo aún creía en ello." Sin embargo hoy dice sentirse "como si hubieran pasado cien años". Cuando alguien le pregunta si va a hacer las paces con su gobierno, reconoce que solo volvería a confiar en él "si mostraran justicia y reconocieran los resultados de las pasadas elecciones". La joven alerta que la calidad de vida de los hongkoneses se ha deteriorado en los últimos años. En el vídeo se observa cómo ha perdido su inocencia, pero sigue inmutable su convencimiento sobre la necesidad de luchar por los derechos de los ciudadanos y por la libertad. La revuelta de los escolares sigue abierta.