Generación Lohan: dícese de esa generación de estrellas adolescentes que durante la década de los 2000 se prodigaron como valores en alza bajo la sombra del peligroso pódium de Lindsay Lohan, el cual terminaría resultando el juguete roto más impactante de los últimos tiempos.

Dos años antes de la caída de las torres gemelas de Nueva York otro acontecimiento histórico, que marcaría el devenir de la cultura popular de la primera década del siglo XXI, estaba a punto de producirse en la otra punta de Estados Unidos. La última fase de un multitudinario casting llegaba a su fin en la costa Oeste y nadie podía predecir que ese remake de un éxito de Disney, de la década de los 60, apuntaría tan alto. Tú a Londres y yo a California iba a recaudar 82 millones de euros y a abrir las puertas del mundo a un nuevo producto prefabricado a medida de los cleptómanos años 2000.

Lindsay Lohan le acababa de robar la carrera a todas las 200.000 chicas que se habían levantado esa mañana con ganas de ser la nueva Christina Ricci. Un producto generacional de oro, manipulable y reciclable tan pronto como dejase de funcionar. Scarlett Johansson, Emmy Rossum o Mara Wilson estaban ahí y lo vieron pasar, pero una de aquellas 200.000 preadolescentes tardaría más de una década en tener un nombre propio: Brie Larson, la chica que pudo ser Lindsay Lohan. Pero, ¿cómo?

Después del estreno de Tú a Londres y yo a California en el verano de 1.998, Lohan obtendría un contrato blindado de cinco años con Disney. Mientras ésta se prodigaba entre números uno de taquilla, Brie Larson daría bandazos entre personajes episódicos en series de televisión, pequeños papeles en cine y como conejillo de indias para una Disney con necesidad de probar cosas nuevas. En Todo sobre ruedas (2003), su único experimento con Larson, y directamente emitido en televisión, su amistad con un viejo coche de carreras terminaría explotando. Pero su estrella era otra. Dos años más tarde, Lohan estrenaría Herbie: a tope, o lo que es lo mismo, la versión oficial de ese embrión de Brie Larson.

Tampoco es casualidad que las dos principales apuestas de Tommy Mottola con Casablanca Records, después de su despido de Sony, fueran éstas dos. Los dos primeros álbumes se producirían a la vez y estarían enfocados al mismo público adolescente. Cualquiera en su sano juicio podría adivinar cuál fue sacrificado en favor de la promoción del otro. Speak, de Lindsay Lohan, llegaría al número cuatro de Billboard y vendería cuatro millones de copias en todo el mundo, Finally Out of P.E., de Brie Larson, se terminaría retrasando un año y no pasaría de las 4.000 copias vendidas.

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Mientras tanto, y en un nuevo capítulo de extensión de la celebridad, Lindsay Lohan se preocupaba más por ser fotografiada de fiesta junto a Britney Spears y Paris Hilton que en pensar en cubrir esos gastos con un nuevo éxito de taquilla que nunca llegaría. Hoy, Lohan sobrevive gracias a la sombra de lo que un día fue –como no se molesta en esconder en su cuenta de Instagram– y Brie Larson está a punto de ganar su primer Oscar.

Pero ahora, la pregunta de la temporada es: ¿Quién es esa chica y por qué se está llevando todos los premios? Brie Larson es la chica aplicada de la clase de 2005 que nunca destaca hasta que la mayoría de sus populares compañeros terminan en clínicas de desintoxicación, fracasos de taquilla y reality shows de baja audiencia. Mientras tanto, mantiene la capacidad de aplicación y paciencia que la ha traído hasta aquí con una serie de culto, United States of Tara (2009-2011), y una película independiente de seis millones de dólares de presupuesto, La habitación, nominada a cuatro premios Oscar.

La columnista de cine Laurie Sandell proclama en The Hollywood Reporter, junto a una detallada comparativa entre ambas, lo que se viene gritando en los últimos meses: “Brie Larson es la nueva Jennifer Lawrence”. Lo cierto es que desde J.Law ningún nuevo intento de estrella femenina ha conseguido superar su producto. “Chris Pratt es la nueva Jennifer Lawrence” sería más justo. Pero a no ser que Dior decida diseñar un nuevo vestido in extremis con el que se coma las escaleras del Dolby Theatre la noche del 28 de febrero, el mejor título que se merece Brie Larson es el de ‘superviviente de la generación adolescente de los 2000’.

De todas maneras, la única realidad es que aunque Ashley y Mary-Kate prefieran ganar los premios como diseñadoras de moda que jamás ganaron como actrices, Lindsay Lohan no sea capaz de levantarse antes de las tres de la tarde entre semana, Hilary Duff sea madre soltera que liga por Tinder y Amanda Bynes permanezca en paradero desconocido –hasta que su malintencionada cuenta de Twitter vuelva a vibrar de odio hacia el mundo–, todas ellas amasan un legado cultural infinitamente más fuerte que el de un Oscar: el legado generacional.

Brie Larson, la chica que pudo ser Lindsay Lohan y se convirtió en Oscar.