Hace tan sólo menos de un mes se anunciaba un verdadero bombazo para el sistema del Hollywood actual. Y es que Jennifer Lawrence iba a cobrar más que su compañero masculino de reparto en su próxima película. Passengers, película que los estudios llevan moviendo sin rumbo fijo desde que se anunció en 2012 durante el festival de Cannes, con Keanu Reeves y Reese Witherspoon al frente y Harvey Weinstein al mando, terminaba en manos de Sony con Chris Pratt y Jennifer Lawrence como rehenes.

La preproducción de una película de ciencia-ficción en el espacio conseguía remover cimientos. A finales de 2014 era el mismo estudio de Sony el que provocaba ríos de tinta acusadores por la información contenida en los correos electrónicos filtrados de Amy Pascal, directora ejecutiva en ese momento. Jennifer Lawrence y Amy Adams, aún siendo principales reclamos de La gran estafa americana, cobraban menos que sus compañeros de reparto masculinos: Christian Bale, Bradley Cooper y Jeremy Renner. ¡Jeremy Renner!

¿Pero si en ese momento –hace medio año– causaba tanta preocupación que un actor cobrase el doble que una actriz, por qué debería causar tanta felicidad el efecto contrario? ¿No es esta la causa de la decadencia de tantos y tantos años de lucha por la igualdad de derechos? Un grave problema tratándose de las dos estrellas clave del front row del Hollywood actual. Las cantidades publicadas por Hollywood Reporter –20 millones de dólares para Lawrence frente a los 12 de Pratt– ponen sobre la mesa la revolución inminente sometida a los cambios que vive la industria en su evolución. Cate Blanchett apuntaba en los Oscar de 2013 –con un Oscar en la mano de paso– que las películas protagonizadas por mujeres hacían una taquilla considerable y deberían ser tenidas en cuenta. Blue Jasmine de Woody Allen se mantenía meses y meses en cartel mientras que cualquier película de fábrica de Jason Statham suele durar mucho menos. El público demanda cosas nuevas adaptadas a los nuevos tiempos de liberación y las películas hasta hace nada consideradas exclusivas de público femenino ya no lo son tanto.

Y por eso es que Jennifer Lawrence entra en juego. Una estrella atípica que cubre todos los targets comerciales y que sólo entre 2011 y 2014 ha encabezado dos franquicias, dos entregas del reinicio de la saga X-Men y otras dos de la adaptación distópica de Los juegos del hambre. A lo que sumándole una alianza –por ahora inquebrantable– que aún sigue incubando próximos triunfos con el insaciable David O. Russell, la convierte en la verdadera Katniss Everdeen, la revolucionaria chica en llamas que guía a su pueblo hacia la libertad. Por tanto, llama la atención que hace tan sólo unas semanas fuese otra chica en llamas la que guiase al gigante Apple a cambiar su estrategia comercial. Algo que nadie más en el planeta había conseguido hasta ahora. El mundo cambia y estamos obligados a cambiar con él. Pero con lógica.