Conocí a Juliette Binoche hace diez años, cuando un productor nos presentó en París con la idea de hacer una película que contara la historia real de una actriz durante la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo como si fuera hoy mis nervios mientras la esperaba en un restaurante y el silencio que se produjo en él cuando entró, despeinada, sin maquillar, con la cara roja de frío, sin prestar atención a los comensales embobados que dejaron los tenedores súbitamente sobre sus ensaladas de endivias para mirarla. La conversación fue estupenda, dijo que haría la película si yo la hacía. Yo salté de alegría... Y, meses después, el productor desapareció. Esas cosas pasan en el cine más a menudo de lo que se cree.

Seguimos en contacto buscando un proyecto que hacer juntas. Lo hemos hecho. Se llama Nobody Wants The Night (Nadie quiere la noche) y Juliette interpreta a la mujer de Robert E. Peary, el explorador que descubrió el Polo Norte en el año 1908. Mucha gente me pregunta cómo es trabajar con un actriz casi legendaria, cómo es Juliette. Cómo es ella de verdad. Qué come. Cómo se viste. La fascinación que despierta se alimenta de un misterio que va más allá de los atormentados y fascinantes personajes que interpreta en la pantalla. Hay algo que está por encima de todo: es la actriz más currante y mejor preparada de la Historia. En los cuatro meses entre la preparación de la película y el rodaje no la he visto descansar un momento, literalmente. Tampoco he visto a nadie tan concentrado, tan apasionado, tan metido no solo en el personaje, sino en el mundo del personaje. Y estamos hablando de trabajar a 14 grados bajo cero en la intemperie más brutal. Es una máquina y su pasión se contagia a todos los miembros del equipo. Cuando terminamos de rodar, me dijo:'Ahora tenemos que hacer la película sobre la Segunda Guerra Mundial'. ¡Cuando quieras, Juliette!