Hoy, 25 de abril, a la venta sale en DVD y Blu-ray esa otra enfermedad contagiosa sobrecargada de azúcar que no es la diabetes, es La La Land; es el cumpleaños de Renée Zellweger y justo hace un año Bertín Osborne organizaba una fiesta de bienvenida en su nueva casa –la que ya no interesaba a nadie– de Telecinco. Igual dio que, supuestamente, fuera Pedro Jota el culpable de la marcha de TVE, como que el programa resultara un completo fracaso, pues ya hacía 17 años que alguien en Miss agente especial se atrevería a decir que ese era el día perfecto.

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Las preguntas a jovenzuelas con la ansiedad de brillante corona a prueba de bombas bien resultan la panacea de todo certamen de envergadura. Está Confucio como el señor chino-japonés que inventó la confusión. El pobre hombre era de lo más ‘antuiguo’ y ella Miss Panamá. También ronda por el cielo de este universo de innecesarios, pero divertidos problemas matemáticos, la Miss Melilla que suyo haría tan turístico eslogan: “Sé que es un país donde vive gente maravillosa, que ha habido algunos cambios en el tema de la política y tampoco sé mucho más. Gracias”. De nada. Ese país era Rusia. Miss Melilla no ganaría la televisada edición de 2001 de Miss España, pero como vidente tampoco tendría mucho futuro.

No debiera llamar entonces la atención que el encargado de lanzar al aire las adivinanzas del Miss Estados Unidos de Miss agente especial provenga de una lejana galaxia futura, pues suyo es el Capitán Kirk del Star Trek original. Stan, con la cara de William Shatner, sabía que no necesitaba poner en apuro a sus hermanas Kappa, a su hermandad creada en contra de todo mal de la vida, para dejarlas en evidencia. ¿Su pregunta? Cómo sería su día perfecto.

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La escena, que bien podría estar sacada de un capítulo de La tribu de los Brady, o de cualquier reproductor aleatorio de Hannah Montana, deja estupefacta a un tan espontáneo como imprevisible falso cordero degollado de Miss Rhode Island hasta terminar escupiendo: “Yo creo que el 25 de abril porque no hace ni frío ni hace calor, y sólo necesitas un ligero jersey”.

Pues bien. Cheryl, que así se llama la susodicha, mentía. Y hay pruebas. En principio vamos a suponer que Cheryl es española y, pongamos, vasca. Podría decir la verdad con la boca bien abierta y sin dudar:

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Pero vamos a ser más precisos. Cheryl venía desde Rhode Island, así que suponiendo que recién salida del instituto, sin todavía con un currículum con citas extraoficiales fuera del pueblo, el tiempo por allí quedaría tal que así (para quien se saltara el tema de geografía norteamericana, Rhode Island está al lado de Nueva York).

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¿10 grados y lloviendo? ¿Más de la mitad del país nublado, con amenaza de lluvia y temperaturas por encima de los 20 grados? Eso se llamaba bochorno, Cheryl. Ya no resulta tan descabellado que la Gracie Hart de Sandra Bullock, con su placa del FBI escondida en el interior de su sujetador, llegara a sospechar de esta aparente buena persona como la terrorista infiltrada de una peligrosa mafia. Pero tampoco tiene mucho sentido que se terminara mudando a Massachusetts, que resulta ser el Estado de al lado. Nunca fue de fiar esta activista en contra del cambio climático.

Cuando a Sandra Bullock le preguntan qué haría para cambiar nuestra sociedad y ella reponde aquello de “Penas más duras para los violadores, Stan”, Miss agente especial se convierte de repente en la guía espiritual que debería gobernar el planeta, pero no es hasta que repite lo mismo que todas sus rivales cuando el público se lanza a aplaudir como si llovieran hamburguesas de un euro del cielo: “La paz en el mundo”.

Un mundo lleno de prejuicios en los que comedias protagonizadas por mujeres como esta, aparentemente tontas, ridículas y de siesta en el sofá (que lo es, después de tantas veces vista) no son aplaudidas en cada esquina. Aquella paz mundial resultaba tan falsa como los rubíes de esa corona con una bomba a punto de explotar en la cabeza de alguna. Tan falsa como el sentido meteorológico de Miss Rhode Island.