Maria Callas murió sola en su apartamento de la avenida Georges Mandel de París a los 53 años. No se sabe si a causa de un fallo cardíaco o tras ingerir un cóctel mortal a base de medicamentos. Tampoco hubo tiempo para la autopsia. Su cuerpo fue incinerado en el cementerio parisino de Père Lachaise, a cuya placa conmemorativa siguen peregrinando hoy los melómanos, y sus cenizas esparcidas en el Mar Egeo. Se llevó consigo el secreto de su desgracia y el misterio de una voz para la historia.
Ahora, 37 años después de su desaparición, un equipo de ingenieros de sonido de los míticos estudios Abbey Road de Londres han exhumado sus grabaciones más emblemáticas y las han remasterizado en una colección de 69 CD’s que reúne 39 obras inmortalizadas por la soprano entre 1949 y 1969. El resultado, auspiciado por el sello Warner Classics y avalado por un centenar de patentes tecnológicas, es una Callas purificada y en alta fidelidad que ha reabierto y zanjado una vez más el debate sucesorio.
Quiere decirse que no habido rival a la Callas entre las cantantes mejor dotadas de las últimas décadas ni fenómeno mediático que le haya hecho sombra. Ha vendido a placer y copado las portadas de revistas y periódicos tres décadas después de muerta, sin más argumentos que el de una voz deslumbrante y una personalidad arrolladora. Quizá porque además de cantante Maria Callas fue un icono sobredimensionado en los tiempos modernos de la ópera, tan solícita a las exigencias de la partitura como a las intimaciones del papel cuché.

Las notas biográficas, las fotos inéditas y la colección de cartas que acompañan al cofre de discos revelan una naturaleza compleja. Tanto o más que el apellido original de su padre, George Kalogeropoulos, un inmigrante griego asentado en Manhattan que acuñó para sus dos hijas una versión anglófila del patronímico. Lo que no imaginaba aquel humilde farmacéutico es que su patente se expediría sin receta en las taquillas de los teatros más importantes del mundo: del Metropolitan de Nueva York (escenario de algunas de las veladas más memorables de Maria Callas en compañía del superintendente Edward Johnson) a La Scala de Milán (donde llegaría a ser abucheada).
Maria Callas nació un 2 de diciembre de 1923 en el antiguo Flower Hospital de la Quinta Avenida. Cuentan sus numerosos biógrafos que su madre esperaba dar a luz a un niño y que al escuchar los agudos gritos de su hija al nacer se negó a cogerla en brazos. Tras el divorcio de sus padres, Callas se trasladó a Atenas con su madre y su hermana mayor. Fue allí donde estudió canto con Elvira de Hidalgo y empezó a participar en varias producciones del Teatro Lírico Nacional.

Con solo veinte años, La Divina experimentaba con el belcanto y asumía roles de auténtico tonelaje dramático, como las aguerridas Brunilda e Isolda. Su carrera artística se disparó tras el repentino éxito que obtuvo en Verona durante el verano de 1947 a propósito de las funciones de La Gioconda de Ponchielli. Aquello disparó su caché y la puso en la órbita de agentes y directores internacionales, que inmediatamente le abrieron las puertas de las principales casas de ópera: de Buenos Aires a Roma y de Nueva York a París. Demostró ser una soprano fuera de lo corriente y una gran actriz que cada noche se dejaba la piel en el escenario. Fue así como conquistó al gran público: en un estado constante de insatisfacción personal y ansiedad por abarcar nuevos repertorios. Tanto que la corpulenta Callas de los comienzos se sometió a varias dietas y fue capaz de perder 36 kilos entre 1953 y 1954 para encarnar a la Medea de Cherubini en la producción que Leonard Bernstein preparaba en el templo milanés. Ni el propio Carlo Maria Giulini logró reconocerla cuando la vio aparecer, poco después, caracterizada como la Violetta verdiana en la adaptación de su amigo Luchino Visconti de La traviata. La más prima de las donnas vivió acomplejada por su físico y necesitada de cariño. No fue afortunada en el amor pero siempre estuvo acompañada. Con 18 años se enamoró de un soldado de las tropas de Mussolini, lo que le granjeó fama de colaboracionista, para entregarse después en matrimonio a Giovanni Battista Meneghini, casi 30 años mayor que ella. Meneghini sirvió de ensayo a la tragedia griega que supuso, doce años más tarde, su apasionada y tormentosa relación con el magnate heleno-argentino Aristóteles Onassis. Al que conoció durante una fiesta en Venecia y cuyo amor se consumó en una famosa orgía en alta mar, a bordo del yate Cristina, a la que también acudió el matrimonio Churchill, además de sus respectivos cónyuges. Onassis la introdujo en la alta sociedad y la alejó del bullicio de los escenarios. El final de aquel idilio, con el multimillonario playboy entregándose a los brazos de Jacqueline Kennedy, quebró su deslumbrante trayectoria y la sumió en la más absoluta tristeza. "Primero perdí mi voz, luego perdí mi figura, después perdí a Onassis", llegaría a decir. Atrapada en una espiral de soledad, tuvo que reinventarse.

Recurrió a los antidepresivos e invocó la fortaleza de algunos de los personajes que había interpretado. Como la Norma de Bellini, que prefiere morir antes que dañar al hombre que ama. Y se entregó a su destino, a pesar de que siguió acudiendo al estudio de grabación y emprendió varias giras de relanzamiento por Europa, Norteamérica y Japón. Contó con el apoyo de varios colegas (sobre todo del tenor Giuseppe di Stefano, la pareja musical de su vida) y con la fidelidad de buena parte del público que la había visto triunfar y de nuevo la agasajaba con aplausos. Pero nunca volvió a ser la misma.

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Maria Callas murió sola en su apartamento de la avenida Georges Mandel de París a los 53 años.

En 2015 se inaugurarán en Atenas las cuatro plantas del primer Museo Maria Callas y está previsto también que la casa de la soprano en la misma ciudad sea restaurada y reconvertida en academia de ópera de cara al 40 aniversario de su desaparición. Pero no han querido los ejecutivos de Warner Classics esperar a la efeméride, convencidos del poder de convocatoria de la Callas y del aura de perpetua actualidad que rodea todo su catálogo. Más de un año ha tardado el equipo de expertos liderados por el ganador de un Grammy Andrew Cornall en recuperar los registros originales de los fondos fonográficos, que en el caso de la compañía EMI, adquirida recientemente por Warner, abarca desde una espléndida Lucia di Lammermoor de 1953 a la segunda versión de Tosca realizada en París en 1965. Entre medias, encontramos varias muestras de la versatilidad vocal de la Callas, en papeles tanto de soprano como de mezzo, ya fuera encarnando a la Carmen de Bizet o en el papel de Rosina en El Barbero de Sevilla de Rossini.

El propio Robert Gooch, ingeniero de sonido que trabajó hace cincuenta años con la diva, reconoce haberse emocionado al comprobar la calidad y calidez que se desprende de la archifamosa aria Casta diva de esta colección. El avance de los softwares de edición ha permitido limpiar el sonido y maquillar errores originales, como el amplificador que se escuchaba al comienzo del aria Vissi d’arte de la Tosca memorable que grabó en 1953 a las órdenes del maestro Victor de Sabata y del productor Walter Legge.Según Andy Walter, uno de los expertos en remasterización de los estudios Abbey Road, han trabajado como si cada remaster fuera un cuadro al que hubiera que devolver los colores originales sin agregar nada. Al parecer, en algunas grabaciones podían escucharse sonidos externos: bien el ruido de las vespas italianas que pasaban por delante de La Scala milanesa durante la representación de la ópera en cuestión o el chirrido de un convoy de metro a su paso por la parada londinense del Kingsway Hall cercana al estudio.

Callas Remastered: The Complete Recordings contiene 26 óperas y 13 recitales, lo que supone al menos una grabación completa de los papeles más relevantes de la carrera de Maria Callas, con la excepción de Anna Bolena. La colección rescata varias óperas inacabadas y grabaciones íntegras de las óperas menos habituales de su repertorio, como Manon Lescaut y Carmen. Utilizando las cintas-masters originales de mayor calidad, cada grabación ha sido meticulosamente remasterizada en los estudios londinenses y presentada en una cuidada edición que incluye además un disco resumen que, bajo el título Pura, devuelve a la diva todo su esplendor con las 18 mejores arias de su carrera.