Cuando en I am Cait, el reality show fabricado por y para el lucimiento mediático de la que fuera en su momento la tuerca menos relevante del engranaje Kardashian, alguien se atrevió a poner las patas a la mesa acusando a Caitlyn Jenner de ignorante y privilegiada, ésta otorgaba entre lágrimas. Capítulos más tarde, alguien se veía obligado a poner el grito en el cielo cuando, en aparente evolución hacia la aceptación, ella se negaba a cambiar de nombre en su carnet del club de campo. Entonces, ¿no sería esto un paso atrás en la visibilidad transexual? Si la mujer transgénero más relevante de 2015, y probablemente de toda la historia de Estados Unidos, estaba apuñalando su propia identidad en televisión, ¿de qué forma iba a cambiar el concepto social del colectivo transgénero que tanto le preocupaba?

Caitlyn Jenner, que no deja de ser un personaje movido por hilos, estaba siendo víctima de su propio juego mediático. Su discurso como ‘Mujer del año’, para la edición estadounidense de la revista Glamour, terminaría con una flamante huida hacia la hoguera: “Lo más difícil de ser mujer es averiguar qué ponerse”.

Si Ed Wood hubiera escuchado estas declaraciones probablemente se alarmaría bastante menos de lo que una sociedad en pleno auge de susceptibilidad por la causa expone. Hace 63 años que Glen o Glenda fue considerada la peor película de la historia. La que se suponía el biopic de la primera mujer transexual en aceptar su condición públicamente, la actriz Christine Jorgensen, terminaba siendo un desfile de travestismos en los que Wood –director, productor y protagonista– exponía sus aficiones más entusiastas. Resumiendo: su propio día a día. La película resultó un fracaso –lo propio de toda película de culto– y Ed Wood sería considerado, por el resto de los días, el peor director jamás visto. En 1994, Johnny Depp compraría su alma y empezaría a basar su carrera en ello. Y tan alarmante es que en 2016 los términos ‘transexualidad’ y ‘travestismo’ se sigan confundiendo como necesario recordarlos.

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Johnny Depp confundiendo ’transexualidad’ y ’travestismo’ en ’Ed Wood’ (1994)

“Porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. En Todo sobre mi madre, Antonia San Juan interpretaría su papel de La Agrado en un nivel tan estratosférico que el mundo no podía creer en otra cosa que en una verdadera transexualidad. Ese mundo, una vez más, se equivocaba. Sus declaraciones sobre si la película no sería lo mismo sin ella molestaron a un Pedro Almodóvar que optaría por no volver a descolgar el teléfono.

El que sí descolgaba el teléfono era un Andy Warhol que le terminaría devolviendo el intento de asesinato a Valerie Solanas, la radicalista y autora del SCUM manifiesto sobre el exterminio de los hombres, con una sátira sobre el movimiento feminista protagonizada por tres mujeres transexuales y estrellas de la Factory: Candy Darling, Jackie Curtis y Holly Woodland. Paradójicamente, y en una habitual posición visionaria, Women in revolt resultaría ser la primera y de las pocas películas protagonizadas por transexuales en las que la transexualidad no es el conflicto del asunto.

Espera, ¿protagonizada por verdaderas transexuales? ¿Cómo, cuándo y dónde? Sin contar a la Divine de John Waters la gran pantalla estaría prácticamente desierta de oportunidades para el colectivo transgénero. No así ocurre en televisión, donde las nuevas plataformas como Netflix o Amazon son las causantes de la enorme visibilidad actual. Orange is the New Black o Transparent son principales abanderadas del momento, la evolución no del futuro sino del presente. Una evolución que pasa, con paso firme, por una película de 100.000 dólares de presupuesto, rodada con tres Iphone 5s, protagonizada por dos veinteañeras transexuales y que resulta ser una de las sensaciones del año. ¿Era esto la evolución audiovisual? “Yo no diría que Tangerine es una película sobre la transexualidad, todo lo contrario, es una película sobre dos trabajadoras del sexo que resultan ser transexuales”, Sean Baker, director de la película, en la web de cultura pop Vulture. Si se trata de normalizar, este es el camino.

Mientras tanto, en la primera fila de un Hollywood hambriento de renovación, el Oscar a Hilary Swank por su Brandon Teena en Boys Don’t Cry aún sigue siendo una rara avis en su historia. Pero era el año 2000 y el cambio de siglo pedía a gritos una evolución que se estancaría sin remedio hasta que en 2014 Jared Leto haría lo mismo por Dallas Buyers Club. ¿Eddie Redmayne y La chica danesa? Buen intento, pero sigue siendo una producción revestida de corte clásico con ganas de agradar a los académicos. Y, sobre todo, a las masas externas a todo círculo de sexualidades fuera de la norma.

A fin de cuentas, el cine y la televisión siempre han sido el reflejo de la sociedad del momento, pero la realidad es que el suicidio por el acoso social al colectivo transexual sigue existiendo en la época en la que más cobertura mediática se ha conseguido. Paradojas del mundo real. Sea como sea, 2015 todavía se relame por pasar a los anales de la historia como el año en el que la transexualidad resultó relevante para los medios de comunicación y no un tema tabú. Y eso, chicas, a alguien se lo habrá que agradecer.