Los grupos más conservadores han iniciado un boicot contra Disney tras el anuncio de que el mundo sería partícipe del primer momento exclusivamente gay en el remake de La Bella y la Bestia. Fue el propio director, Bill Condon, quien declaró para la revista británica Attitude que Le Fou, el destartalado compañero de Josh Gad, sería retratado como un hombre gay. "Le Fou es un hombre que un día quiere ser como Gastón y otro día quiere besarlo", dijo Condon.

Tras esta noticia, el predicador evangélico Franklin Graham aseguró que Disney estaba tratando de "introducir el espíritu LGTB en los corazones y las mentes de los niños". Una bloguera conservadora, dirigida a madres, canceló su viaje a Disney World por el mismo motivo. Incluso, Rusia anunció que La Bella y la Bestia sería clasificada para mayores de 16, ya que la adaptación violaría las leyes de propaganda gay del país.

La reacción es exagerada por varias razones. Primero, porque aunque Disney esté promocionando La Bella y la Bestia como parte de una nueva era en el estudio, la sexualidad de Le Fou es tratada de forma fugaz y aparece como un pestañeo en la película. Le Fou podría ser el primer personaje que Disney ha reconocido como abiertamente gay, pero eso no significa que las personas LGTB no hayan estado ahí desde el principio.

Sean Griffin escribió el libro de la historia gay de Disney. Ahí, argumenta que incluso en los primeros trabajos del estudio, las narrativas queer estaban ahí para quienes estuvieran dispuestos a leer entre líneas. En 1939, Disney ganó el Oscar a mejor cortometraje por El Toro Ferdinando, una película de ocho minutos sobre un toro que no se ajusta a los cánones de la masculinidad. "Todos los toros querían participar en las corridas de toros de Madrid, pero Ferdinando no", explica el narrador. A él le gustaba estar sentado bajo un árbol y oler las flores". Ferdinando es finalmente capturado y obligado a hacer su debut en el ring, pero se niega a luchar. Cuando el toro ve el ramo de margaritas que lleva el torero, se enriquece de su olor para luchar.

"El toro tiene pestañas largas y muchas características femeninas pero la caricatura no lo representa como un ser miedoso", dice Griffin. "No tiene por qué ser necesariamente gay, pero definitivamente es queer".

Para quienes no les sea familiar, hay una sutil diferencia entre estos dos términos. Mientras que gay se refiere a personas que se sienten atraídas por otras de su mismo sexo, queer es un término que surgió en los círculos intelectuales a principios de 1990. La palabra engloba a todos los miembros de la comunidad LGTB y se refiere a la diferencia. Queer se utiliza tanto en términos de orientación sexual como en la identificación con otro género, fuera de la normal. Puede ser difícil de definir, pero reconoces esa característica queer cuando la ves.

El dragón chiflado, un cortometraje producido en 1941, es extremadamente queer, aunque no sea necesariamente gay. El dragón solo aceptará el trato si él y el caballero llegan a un acuerdo: los hombres corren hacia la cueva, donde ellos hacen ruido con soperas y sartenes para fingir que luchan hasta la muerte, mientras que, en realidad, solo están bebiendo té. Cuando salen de su escondite, empiezan a pelearse y, tras un gran golpe, quedan envueltos en una gigantesca nube de humo. Detrás de la pantalla de humo, cuando parece que los supuestos enemigos se están matando, aparecen bailando un vals.

Las primeras representaciones positivas de personajes queer desaparecieron bajo el código de producción de películas, popularmente conocido como Código Hays, que prohibía "la perversión sexual o cualquier inferencia". Antes de los años 40, Griffin dice que los personajes queer fueron retratados como "divertidos y tontos", pero se convirtieron en personajes "malos".

Durante las próximas cinco décadas, Griffin asegura que Disney "siguió un mismo patrón compartido con la cultura occidental", que consistía en retratar a las personas LGTB como villanos y monstruos. De hecho, una película educativa que se proyectó en las escuelas dentro del PSA en 1950, Boys Beware, relacionaban a los hombres gays con la violencia, dando indicios de que atrapaban a niños en baños y parques públicos. "Nunca se sabe cuando se trata de un homosexual", declara el PSA . "Puede que parezca normal, y puede ser demasiado tarde cuando descubras que está mentalmente enfermo".

Griffin hace referencia también a Peter Pan, la película de 1953 que presentaba al Capitán Hook como un dandy que se aprovechaba de los niños. Vestido de un rosa brillante, Hook presenta una imagen cómica con una pluma exageradamente grande en su enorme sombrero de pirata. Sierre Khan, el villano de El libro de la selva (1967), fue doblado por George Seders, de quien se rumoreaba que era bisexual.

El cineasta David Thorpe examina la historia de Disney en cuanto a la asociación de hombres gays con el mal en ¿Parezco gay?, un documental de 2014. En él, indaga en varias películas Disney, donde, aparte de un pronunciado ceceo, hay referencias homosexuales en villanos como Jafar (Aladin, 1992) o Scar (El Rey León, 1994).

"Durante décadas, las películas de Disney han reforzado el estereotipo de que los hombres gays son malos no solo porque planean y promulgan el mal sobre los personajes buenos, sino que también son malos porque no se ajustan a las normas culturales de género", explica Thorpe para HarpersBAZAAR.com. "Los hombres son extravagantes, usan un lenguaje florido, tienen una forma de hablar muy snob, son a menudo fastidiosos y prestan mucha atención a su vestimenta. Son una caricatura, literal y metafóricamente, de lo que son los hombres gays".

Sin embargo, Griffin incide en que, a pesar de que el estudio estaba haciendo películas que codifican a sus villanos en un contexto queer, produjo La Bella y la Bestia en 1991, una película encabezada por un hombre gay, el productor Howard Ashman, Ashman, que ganó un Oscar en 1989 por su trabajo en La Sirenita, murió de SIDA antes del lanzamiento de La Bella y la Bestia. En los créditos de la película, los compañeros de Ashman le homenajeaban: "A nuestro amigo Howard, que le dio la voz a una sirena y el alma a una bestia, le estaremos siempre agradecidos”.

En los últimos años, Disney había dado ya varios pasos hacia esta tendencia de normalización. El público más astuto se dio cuenta de que en Zootopia, el aspirante a policía Judy Hoops vivía junto a una pareja gay. La pareja de vecinos, ambos hombres, compartían el mismo apellido. Y otro personaje con el que ha habido un gran debate ha sido el de Elsa, la protagonista de la película Frozen, de quien se decía que era lesbiana, aunque la película muestra que tiene marido e hijos.

En la película original de La Bella y la Bestia, Le Fou no es gay. Es el villano secundario, la mano derecha de Gastón, un hombre muy masculino, que vive indirectamente de las hazañas sexuales de su mejor amigo. Pero La Bella y la Bestia de 2017 remezcla este personaje. Le Fou, vestido con el rosa del capitán Hook, le presta una antorcha encendida a Gastón. El crítico de cine Michael Musto que esto incrementaba "el estereotipo de que los gays luchan en un segundo plano de los sementales".

Pero al darle un arco a Le Fou, La Bella y la Bestia rompe ese tópico. Mientras deja ver su sexualidad, Le Fou también comienza a darse cuenta de que su amigo no es tan grande como él creía. Durante la batalla final en la que los aldeanos asaltan el castillo, Le Fou se queda clavado en el suelo y, a pesar de sus gritos de socorro, Gastón no acude en su ayuda. En ese momento, Le Fou decida cambiar de bando, en lugar de pelear con los habitantes del pueblo para destruir a la Bestia, se une a los habitantes del castillo para salvarla.

Le Fou vive su gran momento al final de la película, pero no puede satisfacer a las audiencias LGTB por la presión de críticos y conservadores. Durante la batalla, tres de los habitantes son abordados por la señora Garderobe y les obliga a vestir con ropa y pelucas de señoras. Dos de los hombres se disgustan y huyen de la escena; el tercero, sin embargo, se enamora inmediatamente al mirar su conjunto. Este hombre se une a Le Fou para un número final de danza, pero su intervención dura apenas un segundo.

Si crees que La Bella y la Bestia es revolucionaria, habría que remontarse al pasado para estudiar cómo las audiencias queer se han reapropiado del universo Disney para hacer de este problema discriminatorio, algo fabuloso. Griffin cuenta que en 1937, un grupo de lesbianas de Chicago creó algo conocido como "las fiestas de Mickey Mouse". Se trataba de reuniones de mujeres cuyas ideas eran afines y cuyo nombre hacía referencia a que Mickey Mouse era un término común en aquel momento para hombres gays. La malvada de La Sirenita, Ursula, también fue desde su debut en los cines un icono gay.

Forzar a Disney ahora a volver a entrar en el armario supondría borrar muchos detalles de esta compleja historia, en un momento en que deberíamos centrarnos más en retratar historias queer con dignidad y respeto. Los niños LGTB merecen crecer con personajes queer de Disney a los que puedan admirar y emular, sin importar lo que piensen los teatros de Alabama.