¿Existe un 'fashion film' con argumento? 19 razones para creer que sí

Gregg Araki, consciente de su minoritario –pero tremendo culto– hacia su peculiar obra, sigue en pie de guerra sin desistir por unas inquietudes culturales abstractas para las masas. La evolución del que fuera uno de los líderes de la oleada del New Queer Cinema– junto a Gus Van Sant y Todd Haynes–, del festival de Sundance de principios de los noventa, no deja de ahondar en el vacío existencial de la adolescencia estadounidense a base de dream pop, drogas de diseño y liberación sexual. “Para nosotros, él es el director de nuestra generación”, sentencian Carol Lim y Humberto Leon, directores creativos de Kenzo. Esta alianza de admiración mutua eleva la trilogía del apocalipsis adolescente de Totally Fucked Up (1993), Maldita generación (1995) y Nowhere (1997) al nivel de un fashion film sobrecargado de fast food, crítica social y abstracción de la realidad desde la mirada adolescente.

Entre el futuro aséptico y frustrante de Gattaca y el mundo de robots como sustitución de la mente humana ideado por Michael Crichton, se encuentra este cortometraje del director Luke Gilford para presentar la colección Otoño/Invierno de Prada 2013. Describe el retrato de la atracción obsesiva por la cirugía estética como elixir de la eterna juventud. Un Cronenberg new age, paradójicamente narrado por una Jane Fonda que en cada una de sus apariciones mediáticas rebosa juventud por todos sus poros.

Alexander Wang –amigo de estrategias salvajes de promoción– desata los demonios de sus más asiduos en un evento secreto organizado por su línea low cost en Nueva York. Ira, egoísmo y violencia en estos juegos del hambre, supervisados por el propio Wang desde una pantalla gigante. Una locura colectiva basada en ese final de Caramelo asesino –del propio Darren Stein– en el que Rose McGowan explota de locura en el baile de fin de curso ante la atónita mirada de las personas que más detesta, y que a su vez ya se inspiraba en la Carrie de Stephen King y Brian De Palma. Historia popular del drama social.

Helena Bonham Carter necesita sesiones de terapia emocional para olvidar un habitual desastre en su fondo de armario, pero su psiquiatra, Ben Kingsley, no consigue concentrarse por culpa del mensaje de amor que le lanza el abrigo de piel de Prada de su paciente. Roman Polanski presentaba con éxito arrollador, en el Cannes de 2012, este corto publicitario con el directo eslogan de “Prada le sienta bien a todo el mundo”.

Sofia Carmina Coppola repite para Miss Dior su hazaña de 2009 obligando a Natalie Portman, entre filtros rosas y olor a sirope de fresa, a correr por los Campos Elíseos a ritmo de una versión edulcorada de La Vie en Rose –de Edith Piaf– por Grace Jones, a darse baños de espuma con las gafas de sol puestas y a huir de los problemas en descapotable como la Sabrina de Audrey Hepburn. La melancolía femenina típica de Coppola elevada al cubo con la alta costura de Raf Simons.

A Alber Elbaz –director creativo de Lanvin desde 2001– le cancelaban un vuelo de París a Nueva York, por culpa del huracán Sandy, para asistir al rodaje de la campaña de verano de 2013. Pero ni esa tal Sandy podía con él. Una llamada de Skype echaba la leña al fuego de la creatividad en estos menesteres de los fashion films, y con un tono casi autoparódico los comentarios sobre lo que su MacBook le permitía observar –entre la mirada atónita de Karlie Kloss– se convirtieron automáticamente en el centro de atención de la campaña publicitaria.

La alianza entre Roman Coppola y su excuñado Wes Anderson, que ya gritaba de éxito con un producto completamente opuesto a las bases del cine comercial como Moonrise Kingdom, conforma para Prada un tríptico de cortometrajes inspirados en el mítico ménage á trois de Jules et Jim de François Truffaut. La exploración de los dilemas emocionales de dos parisinos enamoradizos y una Léa Seydoux de mente libre, con ganas de jugar con la seducción natural que Prada intenta y consigue vender.

Entre tanto fashion film 2.0 la parodia directa sobre los estereotipos alrededor de estas producciones se hacía de rogar. Hasta que en 2013 el fotógrafo de moda y director Matthew Frost plantó su semilla en forma de sátira de melancolía forzada, voz en off de seducción susurrada, filtros analógicos, polaroids, florituras y mucho hipsterismo. Y con Lizzy Caplan, ya domesticada en las artes inofensivas de la crítica absoluta en Chicas malas (2004).

Obviamente, y como es habitual, la sátira sobre un sistema normalizado crea adicción. Esta vez Frost apunta con el dedo hacia el fenómeno del selfie, cambiando a Lizzy Caplan por Kirsten Dunst, que también aporta currículum de comedia negra sobre la adolescencia maldita con Muérete, bonita (1999). Aquí, Kirsten Dunst se interpreta a sí misma y convierte una crítica aparentemente naif sobre un fenómeno actual en una película de terror psicológico. Lo único que importa es una foto de efecto inmediato y unas etiquetas virtuales. Imprescindible.

Esta marca de ropa femenina, exclusiva del Barneys de Nueva York y fundada en 2011 por una productora de cine y un exmodelo, arriesgó en 2013 contratando para su campaña de publicidad al director de la rompedora Los chicos están bien. Con forma de comedia salvaje sobre un divorcio entre dos mujeres homosexuales, Marisa Tomei y Elodie Bouchez hacen aquí la réplica que dio el éxito a Julianne Moore y Annette Bening en la pantalla grande entre arrebatos de locura y separación de bienes con descaro.

Hubo un tiempo no muy lejano en el que Nicole Kidman era la estrella de cine más poderosa del planeta y su alianza con Baz Luhrmann parecía inmortal. Con aquel despliegue de oro y brillo saturado, en un presupuesto astronómico de 42 millones de dólares, estos 180 segundos en honor al primer y más aplaudido perfume de Chanel, hicieron que Kidman se embolsase 4,7 millones por interpretarse a sí misma como “la mujer más hermosa y famosa del mundo”. Pero lo que Nicole no sabía es que todo ese despliegue de paparazzis por las calles de París estaba sentenciando el fin de su estatus.

La ya clásica normativa de Harmony Korine por los retratos de la adolescencia estadounidense más despreocupada cumple la misión que desde Proenza Schouler reclamaban para su colección de Otoño/Invierno 2011. Dejando atrás sus Kids (1995) junto a Larry Clark, la pubertad complicada en Gummo (1997) o las luces de neón electrónico de Spring Breakers (2012) pinta aquí un salvaje oeste americano sobrecargado de surrealismo de barrio residencial inspirado entre el culto de Donde viven los monstruos de Maurice Sendak y el Blue Velvet de David Lynch.

Karl Lagerfeld se rodeaba de Pharrell Williams, Cara Delevingne y Geraldine Chaplin –en el papel de Coco Chanel– en este cortometraje de publicidad que acompañaría al desfile del Chanel Metiers D’Art de Nueva York en la primavera de 2015. Siete minutos de homenaje a los orígenes de la icónica chaqueta Chanel, inspirada directamente en la del botones de un hotel del Imperio Austro-Húngaro de los años cincuenta. Y acompañado del CC the World del propio Pharrell hacen de este Reincarnetion un anacronismo musical típico de la marca de Baz Luhrmann.

Ocho cortometrajes de comedia romántica alrededor del mundo que dejan la trilogía de amor europeo de Richard Linklater, iniciada con Antes de amanecer, al nivel de un interraíl de adolescentes. Una alianza de espíritu libre entre Salvatore Ferragamo, el director italiano Luca Guadagnino y la actriz británica Kaya Scodelario, intentando dejar muy atrás su encasillamiento con la rebeldía de Effy Stonem en Skins. Un viaje desde Los Ángeles a Florencia, pasando por Shangay, que ha revitalizado la posición de la casa de moda de cara a un intento por rejuvenecer su público a través de los medios digitales.

Las hermanas Rodarte, pioneras y adictas a los fashion films –y a su alianza con el fotógrafo y director Todd Cole– mezclan en su licuadora particular un realismo mágico, los videojuegos de la década de los ochenta y la alta costura con forma de juego de rol. Protagonizado por Elijah Wood y la música onírica de Beach House, la dualidad entre realidad y fantasía cumple con la imaginación y misterio dentro del paisaje suburbano que tanto define su sello.

Una bomba viral de Internet que estalló a finales de 2011 con esta demostración de pocas dotes para el baile de Raquel Zimmermann, Karen Elson y Alber Elbaz, director creativo de Lanvin. Un apartamento lujoso de Manhattan como escenario y el I Know You Want Me de Pitbull como emblema de las fiestas que sabes cómo empiezan, pero nunca cómo acaban. Un fashion film multiparodiado que bien podría formar parte de cualquier capítulo de vergüenza arrítmica salido de la mente de Lena Dunham o de un típico sábado anónimo.

La fotógrafa Mónica Menez abusa del verde menta y de la sátira exagerada para este fashion film de la firma alemana Goldknopf Couture, en un retrato intimista y crítico de la sociedad actual. Dividido en tres capítulos con un único escenario en el que se explora la depresión de la soledad con Don’t keep me in suspence, una crítica al consumismo más feroz con I can’t stand losing you y el problema del escaso hábito de lectura con Do you remember me? Un tríptico de cortometrajes irónicos sobre la evolución más absurda del comportamiento del ser humano.

Con el ciclón de vítores que parecía apuntar directamente a un final en el Kodak Theatre de Los Ángeles por su segunda película, Ava DuVernay ya tenía el triunfo en conseguir ser la primera directora de cine afroamericana premiada en el festival de Sundance. Pero lejos de la lucha por los derechos raciales en la América de los sesenta con Selma, DuVernay retrata para Miu Miu el ritual a llevar tras una ruptura sentimental: pasar página cuanto antes.

El artífice de los pasatiempos mediáticos de Lady Gaga en Telephone, Britney Spears en Hold It Against Me o la Madonna más contracultural relaja su intensidad sobresaturada de color y olvida su habitual temática de revancha emocional para esta inmortalización de la Brigitte Bardot de Roger Vadim en Y Dios creó a la mujer (1956). Con la ingenuidad y sensualidad de una lolita francesa hace de las calles de Saint-Tropez la libertad ante la necesidad de seducción constante en la juventud.