Un buen inicio cautiva, pero un gran final te acompaña durante más tiempo; te deja huérfano y en pleno duelo. Te sabes de memoria las primeras líneas de Anna Karenina, pero lo que de verdad aún vive en ti es la desazón en esas vías de tren. Intentas recordar cómo empieza El Padrino y te descubres pensando en la cara de derrota de Kay cuando la puerta se cierra.

Un final es el culpable de que cada vez que suena Breathe me de Sia te invada la melancolía y la levedad. Esa música te lleva directamente a A dos metros bajo tierra, te devuelve a los Fisher y al final de los finales de todas las historias. De la vida.

"You can’t take a picture of this. It’s already gone".

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Lo que The Wire ha unido que no lo separe The Shield. Las dos son de policías, de la primera se ha hablado demasiado y de la segunda nunca lo suficiente. La serie de Vic Mackey es la gran obra maestra que a muchos les queda aún por descubrir.

Su final es un jadeo profundo y justo. Enseña que morir en vida es eso que ves.

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¿Alguien se acuerda de los primeros minutos de Mad Men? Ajá. Pero ese final aún nos despierta un repullo en el corazón. Cuando lo vimos por primera vez, tardamos un segundo y medio en entender qué estaba haciendo Don. ¿Qué acaba de pasar?¿Qué diablos... ?¡¿Será hij... ?!

Es el tormento del genio. Cuando el talento es demasiado grande, nadie escapa a su don.

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Si nos vamos a la literatura, hay grandes finales tan universales como sus principios. Don Quijote empieza "En un lugar de La Mancha..." y termina muriendo entre molinos. En Orgullo y prejuicio empezamos con que "Es una verdad mundialmente reconocida que todo hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa" y terminamos con Darcy y Elizabeth como dos tortolitos en Pemberley.

Pero hay otros cuyo principio sublime ha eclipsado injustamente a su sobrecogedor fin. Vamos una y otra vez a las primeras líneas de Lolita ("...luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta"). Volvemos a esas palabras también en inglés para descubrir esa insospechada sonoridad perdida en la traducción y a menudo olvidamos el extraordinario final con Humbert Humbert alucinando en un reguero de voces femeninas entre las que cree distinguir la de su Lolita.

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En muchos libros de Saramago, el final es lo de menos. En esos es como si el Nobel portugués se cansara de la historia y la cerrara sin más, pero la genialidad de las páginas ya leídas hace que te de igual. No puedes pedir más a alguien que te ha dado tanto.

Menos a un escritor que ha regalado el gran final de El Evangelio según Jesucristo. Apenas recuerdas nada de su principio (para eso ya está el de Ensayo sobre la ceguera), pero tienes grabado en tu mente ese fin. El inesperado descubrimiento de Jesús te para la circulación sanguínea. ¿Qué acabas de leer?

"Mirando al cielo abierto donde Dios sonreía, Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo".

Aún lloramos a García Márquez, creador de unos de los más grandes finales en El coronel no tiene quien le escriba. Le bastó con recurrir a esa gran palabra:

-Dime, ¿Qué comemos?

-Mierda.

Si vamos al cine, el final de Casablanca lo conocen hasta quienes no han visto la película. Un fin antiromántico para una historia de amor que termina con esas notas de As times goes by, mientras Rick dice la archifamosa frase: "Este puede ser el inicio de una gran amistad". 

Oh, Humphrey nadie deja caer las cejas como tú.

Nina Simone pone el final en Antes del Atardecer y con esa música te quedas, con la promesa del principio que no te dejaron soñar en los 90.

Ese instante en que la juventud se evade y deja lugar a la súbita conciencia, a la decepción. El final de El Graduado es la sutileza hecha cine:

Una lista completa de grandes finales es imposible aunque se intente. El trineo de Ciudadano Kane; la sorpresa cruel de Seven; la locura de El club de la lucha; la cojera y el Keyser Soze en Sospechosos habituales; los besos de Cinema Paradiso... A veces recuerdas finales hasta de películas reguleras que se convierten en tu placer inconfesable favorito. La primera vez que viste Last night creíste que te habían estafado. Pero volviste a ella porque nunca te cansas de Keira Knightley, pero sobre todo porque quieres volver a ver esa casa, ese pisazo.

Y ese final abrupto, que deja la historia siguiendo en tu mente.

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