¿Fútbol? Espectáculo. A la mayoría de estadounidenses les importa más bien poco qué equipo se alza vencedor de la Super Bowl. La 50ª edición del juego, disputada ayer en el Levi’s Stadium de Santa Clara (San Francisco), batió récords como el evento deportivo más caro de la historia. Entradas a 20.500 dólares por ver el ‘combate del siglo’ y 14.500 toneladas de fast food –en pocas horas las compañías de comida rápida suelen facturar entre un tercio y una carta parte de sus pedidos anuales–.

En la Super Bowl lo extradeportivo se sitúa muy por encima de lo que sucede en pista. Desde sus inicios, el evento ha convertido en tradición que durante el primer tiempo de la competición acontezca un espectáculo que no sólo amenice a los espectadores y televidentes sino que los incite a verlo. Si en un principio este espacio estaba destinado a bandas de música locales, estrellas de talla internacional comenzaron pronto a tomar protagonismo. Michael Jackson, Madonna, The Rolling Stones, Paul McCartney, Bruce Springsteen, U2, Stevie Wonder… La final del campeonato de la National Football League es, de facto, una festividad nacional más musical que deportiva.

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Este año los británicos Coldplay, cabezas de cartel del microfestival, interpretaron varios de sus éxitos con Lady Gaga como responsable del himno nacional y Bruno Mars y Beyoncé como teloneros. Gaga, protocolaria, inauguraba la fiesta interpretando el Star-Splanged Banner acompañada únicamente por un pianista. Lo hacía vistiendo un look temático diseñado a medida por el director creativo de Gucci, Alessandro Michele.

Aunque viendo a la neoyorquina cualquiera esperaría el entrometimiento de Katniss Everdeen en escena, su actuación fue recibida con emoción por los espectadores, quienes ya la sitúan como favorita para tomar el relevo de Chris Martin. El inglés y sus chicos, en principio héroes del show, apostaron por un espectáculo luminoso y divertido. No obstante, y aún acompañados por la Youth Orchestra de Los Ángeles, cedían el protagonismo al parejón formado por Beyoncé y Bruno Mars.

Mars, anfitrión del evento en 2014, acudió acompañado por The Hoolingans, su fiel séquito. Al Uptown Funk se uniría una Beyoncé que robaría cada plano. Enfundada en un body de Dsquared2 que recuerda al que llevara Michael Jackson en 1993, la ex de Destiny’s Child volvió a demostrar su excepcional valía. Ella corta el bacalao, como cabeza o apéndice del espectáculo.

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La inyección mediática que supone la Super Bowl para cualquier estrella internacional es más que evidente, y bien lo sabe Queen Bee. En un spot emitido durante el partido –cuyo coste ronda los 5 millones de dólares–, la cantante anunció el inicio de The Formation World Tour, su próxima gira.

Apunte innecesario: Los Broncos vencieron a los Panthers.