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Los caminos de Internet (e Instagram) son inefables, si creías que ya habías visto, leído y/o vivido todo en el vasto universo llamado red, te equivocabas.

Si gracias a Internet, las redes sociales y su infinito abanico de posibilidades has (re)conocido a los trolls, haters; has sabido más de tus mejores amigos, de tus colegas e, incluso, has hecho nuevos contactos, hoy, te vamos a hablar de una extraña y novísima criatura que sale de lo más profundo y underground de Instagram (sí, las Redes Sociales, o RRSS, también tienen su lado alternativo), el stalker obvio.

Todos stalkeamos, que lance el primer móvil y dé el primer like quien no lo haya hecho, sin embargo, esta incipiente persona no se esconde bajo las sombras, perfiles falsos o el anonimato, no, todo lo contrario, se recrea y busca notoriedad a base del likeo exacerbado en el que el único propósito es la fama.

Es importante que maticemos que hablamos de la fama virtual, de un círculo concreto que, en este caso, podría ser llamado el guayismo de la capital. La fama está claro que depende del prisma personal de cada uno, pero sí que hay un factor común en todas esas famas, y es que la fama es efímera, por eso, exactamente, no te podemos decir qué es lo que busca en concreto este cazador virtual. ¿Fama ante veinte personas relativamente cool? ¿Ropa gratis? ¿Poder asistir a todos los garitos más in para hacerse la foto de turno? ¡Quién sabe!

Para que puedas entender mejor a esta criatura con la que, si todavía no te has topado, créenos, tarde o temprano ell@ topará contigo, vamos a definir a los dos protagonistas de esta historia, el dador alias stalker, el recibidor alias tú.

Pero, ¿cómo actúa?

El dador, el stalker comienza su estrategia de repente, sin avisar, claro está. Es una persona con muy pocos seguidores, que no te suena absolutamente de nada y así, tal cual, te da cincuenta likes seguidos. A los diez primeros likes sonríes, a los veinte dices "¡Oh, vaya, un@ intensit@!", más allá de los treinta se vuelve algo indecoroso (y eso que no hay contratos del decoro en lo virtual). De repente, no sabes muy bien ni cómo ni por qué, a tus amigos les pasa lo mismo con este sujeto y, para más ¿coincidencia? una de las revistas en las que llevas las redes sociales, porque salen etiquetas en tu Instagram, también es abusada a likes. La gracia viene cuando tiras de los hilos y ves a una amiga tuya etiquetada en una foto del stalkeador/dador y ya dices "yuyu".

En situaciones así, hay diferentes reacciones, hay mucha gente que se lo toma con sentido del humor y otra que, evidentemente, no. Normalmente hay gente que se ríe y dice "¡Es una fan, pasando!" y otra que empieza a investigar para ver qué pasa y quién es esa persona que te da cincuenta veces con los dedos en la espalda para llamar tu atención. Es decir, que existen dos tipos de recibidores: 1) el pasota: el que se lo toma como una burla infantil y 2) el activo: el que se lo toma en serio, al fin y al cabo las RRSS son trabajo, y comienza a indagar.

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Claro, de un momento a otro ves que ese sujeto ha pasado de tener casi nada de seguidores a muchos y ¡horror! muchos son de tu círculo.

De no tener seguidores ha pasado a tener cincuenta seguidores en común y ¡cáspita!, ninguna de esas personas son gente sencilla de tu instituto o tu amigo el camarero del bar cool, entre sus nuevos seguidores están: el nuevo diseñador incipiente al que un diseñador veterano le robó la idea de un complemento y patrón. La pareja de DJ´s guays, la ilustradora talentosa de la que no hace mucho hablaste en un artículo, además de los likes a tus amigos los influencers y su correspondiente lluvia de comentarios en CADA FOTO. No reniegues, todos tenemos esta clase de amigos, el primer paso es aceptarlo. La gracia viene cuando le preguntas a tu exligue, el músico experimentado maduro, que resulta que se siguen mutuamente en Instagram y te dice "Nada, recién llegada a la ciudad". No sabes qué pensar.

Como dador, está consiguiendo su trabajo (que todavía no tenemos muy claro cuál es) pero como recibidor, todo pasa de ser una gracia para convertirse en algo bizarro, como el comienzo de una película mala de Antena 3 de la hora de la sobremesa. Claro, como recibidor, no preguntas, solo te sorprende y avisas a tu círculo cercano, a los que consideras tus amigos y les ponen en aviso en plan "¿Recuerdas a @stalkerinstagram? ¿Te lo ha vuelto a hacer?" "Bueno, desde que subí esa foto contigo no, jaja". Ser generoso es algo maravilloso pero, quizá, en este caso, no.

¿Cómo identificar a esta nueva criatura? ¿Qué señales hay para entender o pillar a este nuevo ente que, como un virus, se cuela dentro de tu círculo (laboral y /o personal) sin tú saberlo?

Podemos decirte que la criatura en cuestión es joven, muy joven y con ganas de comerse la capital, algo completamente loable y positivo, la ambición nunca es mala. Sin embargo, a falta de dotes sociales reales, CV o contactos, su forma de llamar la atención es el LIKE a toda la gente cool de la capital en cuestión. Entonces, sus pequeños atisbos en el guayismo son selfies con estilismos bastante demodés, que el rollo años 90 y los moñitos no se llevan desde hace dos años, lo que te da ternura y al mismo tiempo piensas, dar likes es muy guay, pero cuando te despidan o cambies de trabajo cinco veces, veremos dónde están los likes y los comentarios no tan al azar a todo el mundo.

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¿Cómo se ha enterado de ese evento?

Estés o no estés en el mundo de las tendencias, cualquier amigo tuyo lo está y bueno, si no lo está, gracias a las redes sociales, las noticias de cualquier expo/info/evento te llegan al minuto. Si tu trabajo es hablar de tendencias, escoges la exposición más cool, underground y visionaria que tengas alrededor porque, claro está, esa exposición lo merece. Vas el día de la inauguración, subes cosas a RRSS porque es tu trabajo, porque son tus colegas y porque el trabajo de esas artistas lo merece.

Hasta aquí todo normal, sin embargo, ¿dónde viene la sorpresa? cuando ves que a la semana ha estado en la exposición que has reseñado, ha subido no una, ni dos sino tres fotos y ha etiquetado a tus colegas del espacio y la exposición. ¿Qué sentir? como recibidor, ¿qué sentimientos encuentras? ¿Admiración? ¿Miedo? ¿Sorpresa? Directamente ni lo piensas, sólo bloqueas el perfil.

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¿Qué pasa ahora?

Has bloqueado el perfil desde tu cuenta personal pero no desde la revista en la que trabajas, por eso de la ética profesional y, claro, otra nueva forma de captar tu atención es la de dar follow/unfollow hasta que te des por enterado de que está ahí, de que es guay y que debe ser seguido porque ¿cómo no lo ibas a seguir? Si ya sesenta amigos que te siguen ya la siguen a ella.

'The End'?

¿Qué pensar de estos nuevos chupópteros virtuales? Como dador, es encomiable la perseverancia que debe tener alguien para invertir este esfuerzo en conseguir mediatismo virtual, sin embargo ¿y el trabajo? ¿Y los estudios? que todos sabemos que molar no solo es ir a los eventos y hacerse el selfie de turno, hay mucho trabajo, tiempo y esfuerzo detrás. Como recibidor, te paras a pensar sobre las nuevas generaciones y piensas ¿esto es lo que nos depara?

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¿Tendré que conseguir mi nuevo puesto de trabajo e invitación al desfile más in gracias a la que considero la gente más in del momento a través de cincuenta likes? ¿Es este el futuro curricular que nos espera? Esto se puede extrapolar a otros ejemplos como el diseñador que te da a like para que le hagas un post, no te sigue, pero te (per)sigue. El que quiere escribir en una de tus revistas y te escribe por mensaje privado de Twitter y te pregunta "¿Qué tengo que hacer para escribir en alguna de tus revistas?" o el que te agrega a Facebook porque tenéis, no sabes muy bien cómo, noventa amigos en común y dice que trabaja en el medio pero no, no trabaja.

¿Alguna vez te has topado con alguna de estas nuevas razas virtuales?