Corría el año 2016 cuando Adele, en un tan poco habitual como amenazante tono, gritaba: “Dejadme en paz”. Y no era para menos. El mundo, ese mismo mundo que coreaba y lloraba por sus canciones de desamor, estaba apuntándola con un dedo acusador. “No vistas así a tu hijo”, decían. “Le visto como me da la gana”. Adele no estaba vistiendo a su hijo Angelo, de tres años, de la última colección de Desigual, su atuendo era el de la misma princesa Anna de Frozen. Con el diablo hemos topado.

Pocos meses después, cuando parecía que las aguas amainaban, resultaba ser otra princesa de Frozen el asunto en discordia. Elsa, la misma Elsa que tanto saltaba mientras le decía al mundo “Suéltalo, suéltalo, no hay nada que perder. ¿Qué más da?” –los dobles sentidos para quien los quiera entender– podría ser homosexual en la secuela de su película. Las redes sociales explotaban a favor y en contra. Pero mientras algunos escupían sangre a la vez que verbalizaban “No dejaré a mis hijos que vean eso”, era la madre de dragones Charlize Theron la que se enfrentaba al mundo paseando por las calurosas calles de Los Ángeles a su hijo Jackson, de cuatro años, vestido como la propia Elsa. “La culpa es de Charlize Theron por permitir a su hijo negro adoptivo vestirse con una peluca rubia y un vestido. Muy inaceptable”, afirmaba un tal “Marcellus X”, detrás de su paradójica cuenta en Twitter “@_Uncensorable”. Pues censurables eran sus peligrosas palabras, ya que Marcellus demostraba así no sólo haber vivido en una cueva los últimos años por tal rencor hacia el mundo, sino por no saber que esa peluca y vestido de princesa no era un disfraz cualquiera, era el de la misma Elsa de Frozen. “Let it go”, Marcellus.

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Por si fuera poco, también resulta que en ese mismo revolucionario año sería un tráiler protagonizado por un grupo de mujeres el que encendería una peligrosa mecha en los cimientos de las conexiones wifi de todo el mundo. “Sony, no apoyaremos tu propaganda feminazi de Cazafantasmas”, fue el lema que uniría a millones de avatares anónimos alrededor del planeta. ¿El resultado? El villano de la película resultaría ser un troll de internet cuya causa para acabar con el mundo resultaba ser, antes que cualquier otro, un odio extremo por sí mismo. Pero ese odio ya era un mal expandido.

Ahora resulta que, para suerte de algunos, para desgracia de otros, ese 2016 es el mismo para todos: el presente. Un presente en el que, más que nunca, es necesario que una actriz afroamericana interprete a un personaje relevante y –hasta ahora– blanco, en una película comercial, por cosas como estas. Disney, Spider-Man y la actriz Zendaya son las últimas dianas a tener en cuenta para ese odio expandido.

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Zendaya, Mary Jane Watson en 2017.

Cuando en 1992 Tim Burton decidió que sería Michelle Pfeiffer su Catwoman, personaje de raza negra en el cómic original, nadie alzó la mano de protesta. ¿Por qué? Porque el cambio era para la norma blanca y heteronormativa. “¡Qué alivio!”, debieron pensar algunos. “¡Dios mío, realmente temía por mi vida si Catwoman hubiera sido una actriz negra!”, debieron pensar otros. Lejos queda esto de predecir si la Catwoman de Halle Berry fue un fracaso por su raza, si tenemos en cuenta que la calidad de la película resultaba indefendible y adelantada a cualquier otra excusa que intentara explicar tal despropósito.

Así como tampoco, todo lo contrario, a nadie le pareció mal que en esa misma nueva versión de Spider-Man la anciana tía May fuera eliminada en favor de una atractiva Marisa Tomei, con 30 años menos.

Lo único que resulta real ante todo esto es que, tal y como la historia indica, las únicas dianas sobre las que escupir los problemas son las minorías sociales y las mujeres no sexualizadas. Pero resulta que el problema no es de ninguno de ellos, sino del que ataca. Nadie está destrozando la infancia de nadie, sino todo lo contrario.

¿Qué le parecería a usted, troll de internet, que es tan abogado de una única representación sexual y racial, que todos los personajes de películas infantiles resultasen ser homosexuales o, tal vez, de raza gitana? ¿Se sentiría usted un poco confuso? ¿Desorientado? ¿Es así como tengo que ser realmente para ser como los demás? Preguntas con una monosílaba, directa y fácil respuesta: no. Y durante su infancia sus hijos necesitan el más amplio abanico de referentes en la cultura audiovisual que consumen. Es el caso contrario lo que verdaderamente provoca los problemas de identidad.

Pero por ahora, mientras Charlize Theron y Adele permitan a sus hijos salir a la calle disfrazados de princesas, y Disney decida romper los cánones sociales con sus películas, el mundo todavía tiene un atisbo de esperanza. El Spider-Man de Zendaya llegará en 2017, hasta entonces celebremos esto.