Sin flores ni maripositas en el estómago; sin almíbar y con mucha acidez. El romanticismo ha muerto en las series de televisión. O éstas lo han matado, como se prefiera. Las comedias con más éxito de estos últimos años están lejos de las relaciones edulcoradas que se vendían en Sexo en Nueva York o Cómo conocí a vuestra madre. Series como Girls, Catastrophe, You're The Worst y Love basan su éxito precisamente en eso, en parejas que se acercan más a la realidad que a la perfección de la ensoñación. Mientras antes suspiraban por un anillo de compromiso, ahora ellas protagonizan escenas llenas de dudas y desfase.

En Girls, descubrimos que la pareja que hacían Hannah y Adam en las primeras temporadas es la antítesis de lo romántico. Si Jane Austen levantara la cabeza, comprobaría que lo más cercano a esa sensación algodonosa del enamoramiento se ha sustituido por una cruda realidad salpicada de escenas iconoclastas y escatológicas (él orinando sobre ella en pleno acto sexual).

La pareja se va conociendo y entendiendo, sin necesidad ni dependencia. Para cuando un gesto romántico aparece en pantalla (recordemos cuando Adam termina una temporada corriendo por las calles de Manhattan para ir a 'salvar' a Hannah), ya sabemos que el amor de esa historia nada tiene que ver con Oficial y caballero.

En la serie de Lena Dunham, los hombres acaban por tirar a la basura el ramo de flores con el que han ido a buscar a su chica al aeropuerto (porque ésta, Shoshanna, ni aparece); cualquier momento es bueno para hacer un felación a tu amigo; y una pareja recién formada como la de Adam y Jessa, en lugar de fundirse en besitos melosos, prefiere hacer teatro en la cama o tirarse desquiciados los muebles a la cabeza porque empiezan a detestarse, aunque saben que quieren seguir juntos. Son sentimientos encontrados, familiares para muchos y muy lejos de los cuentos de hadas.

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La pareja de You’re The Worst.

En You're The Worst sus protagonistas no se soportan pero, entre desprecio y desprecio mutuo, acaban por enamorarse de esa forma ácida e imperfecta. Ellos, jóvenes los dos, sólo piensan en su independencia, en su vida desordenada y trivial; ponen todos los obstáculos posibles para no quererse y lo más romántico que se hacen es escupir sobre el miembro viril del otro mientras están en la cama. Con todas sus taras, la pareja acaba por cuajar de forma natural, sin burbujas ni pareados.

Love, la comedia de Judd Apataw para Netflix, sigue en esa senda de amor amargo. En esta serie, la chica guapa y antisocial da mil tumbos hasta aceptar que está enamorada del friki de la historia, del raro, de ese feíto complaciente y condescendiente. Se emborrachan, se drogan, se sientan en la taza del váter y nunca piden disculpas por mostrarse como son. Ni siquiera cuando se pasan de insoportables.

Si nos fijamos sólo en las series mencionadas, podríamos concluir que este antirromanticismo es cosa de jóvenes. La nueva forma de relacionarse entre los nativos digitales, amamantados en Internet y en las redes sociales, acostumbrados a interactuar a distancia. Sin embargo, con Catastrophe vemos cómo una pareja de adultos mata a degüello el romanticismo.

Entrados en los 40, se conocen en una noche de sexo furtivo y ella se queda embarazada de forma inesperada. Lo que viene después es la historia de dos personas normales, que no maquillan sus defectos. La historia de cómo el amor surge a base de mucha realidad. Un amor que, cuando se alimenta así, con verdad, ni siquiera el tsunami de un recién nacido puede con él.

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La pareja de Catastrophe.