El teléfono de Blanca Suárez (Madrid, 1988) vibra sobre una mesa plagada de cosméticos y planchas de pelo calientes. La actriz responde, pide un cambio de recogida en el coche que la llevará de vuelta al rodaje de la serie Carlos, Rey Emperador y vuelve a soltar el móvil. A la mañana siguiente madrugará, irá a trabajar, comerá con uno de sus primos y regresará a casa a tiempo para sacar a su perro, Pistacho, y acostarse pronto.

Una sucesión de acontecimientos que no suena demasiado excepcional para alguien de 26 años pero que, por alguna razón, este país ha decidido convertir en algo excepcional: ya sea la elección de un vestido, el color de su melena o los hombres con los que cena (o desayuna) son desde hace cuatro años objeto de estudio en cierto tipo de medios de comunicación. El tiempo, al menos, le ha servido para templar los nervios que tamaño acecho mediático provoca hoy en la actriz. “No puedes hacer oídos sordos a lo que dicen o escriben. Aunque no quieras estar involucrada en esa locura, vivir al margen es muy difícil. Pero he llegado a la conclusión de que estar presente, aparecer en las revistas, te beneficia, siempre y cuando encuentres el punto medio. Corres el peligro de que nadie sepa que eres actriz y te acaben viendo en los photocalls sin saber por qué”, razona.

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Pendientes Les Classiques de oro blanco con diamantes de TOUS. © Gonzalo Machado

Sorprende observar tan impasible a la musa que todos se empeñan en idealizar, esa joven a la que un día sus padres apuntaron para subirse a un escenario. Era junio de 2007 y lo hacía para encarnar a Kakadú, un loro parlanchín en la obra de teatro La gran muralla que representaba su colegio, el Montserrat. “[La interpretación] Surgió como un hobby al que me fui dedicando más y más, pero no sentí una vocación por llamada divina ni nada por el estilo”, resume. Desde luego, no se puede decir que el pasatiempo le resultara muy mal: a día de hoy, Suárez acumula un total de 21 papeles desde que debutara en 2008 con Eskalofrío, a las órdenes de Isidro Órtiz. Su nominación al Goya por La piel que habito (2011) le valdría además para repetir como chica Almodóvar en Los amantes pasajeros (2013). Aunque han sido sus personajes televisivos en series millonarias en audiencias como El internado (2007- 2010) y El barco (2011-2013) los que la han convertido en un fenómeno popular. En breve, la legión de adeptos que arrastra volverá a disfrutar de ella en la pequeña pantalla, esta vez como Isabel de Portugal en Carlos, Rey Emperador (TVE). “Cuando acabe la serie estaré de vacaciones hasta septiembre. Y doy gracias porque ya sé que tendré otro proyecto para entonces. Sí, hay que ser agradecido porque, en este trabajo, cuando terminas un rodaje solo sabes que después viene el paro”, dice.

Curiosamente, esta Blanca reflexiva suena a años luz del glamour de sus apariciones en la alfombra roja y los tutoriales de belleza que suele protagonizar para ghd, firma de la que es embajadora. Conoce y celebra el momento próspero de su profesión (el cine español firmó en 2014 su mejor año con una recaudación de 123 millones de euros), aun asumiendo la desventaja de no encontrar papeles de peso por su género: “En España, como en el resto del mundo, se escriben más y mejores personajes para los hombres, eso es así. Para nosotras están más contados”.

Incluso ante el termómetro de la alfombra roja, que tanto la adora, Suárez se muestra cauta. Admite que le fascina vestirse “de princesa, mientras no todo se base en eso a la mañana siguiente. A fin de cuentas, si midiera 1,80 y tuviera una talla 34 estaría desfilando para Victoria’s Secret. Pero como no lo soy, actúo y espero que también se me exijan otras cualidades que no se centren en mi aspecto”, defiende. Minutos antes de renacer para la cámara, esta vez como diva exuberante, peinada y enjoyada como tal, nadie sospecharía que en esta menuda actriz descansa la esperanza del celuloide. “Y, de hecho, prefiero pensar que no es así”, zanja. “Más que nada porque yo misma me pregunto si esto me gustará toda la vida o si vendrá algo que me llene más”.

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Collar y pendientes Serpenti de oro blanco y diamantes de BVLGARI. © Gonzalo Machado