Barack Obama se despidió ayer como presidente de los Estados Unidos, ocho años después de su elección. Y lo hizo en Chicago, rodeado de masas, en su hábitat natural. Obama hizo uso del lenguaje para hablar del cambio tan importante que lograron hace ocho años, de la recuperación del país después del 11S, de la mejora de la sanidad en todo el país, de las políticas de igualdad e inmigración y de la lucha por mantener una democracia que, según Obama, no tiene que ver con uniformidad sino con la solidaridad.

Barack quiso transmitir, durante todo su discurso la importancia de mantener la democracia a salvo, a través de la igualdad y la solidaridad. "Entended, la democracia no requiere uniformidad. Nuestros fundadores lucharon y se comprometieron, y esperaban que nosotros hiciésemos lo mismo. Pero ellos sabían que la democracia requiere cierto sentido de solidaridad, la idea de que con nuestras diferencias, estamos todos juntos en esto, nos levantamos o caemos como uno solo".

En este sentido, el presidente lanzó varios mensajes directos a Donald Trump, aunque sin mencionar a este, referidos a la discriminación y desigualdad racial, así como a la importancia de mantener la democracia y la esencia de la Constitución de los Estados Unidos que, afirmó, solo se trata de un papel, y son los estadounidenses quienes dan valor a ese regalo.

"A todos los que sirven, ha sido el honor de mi vida ser vuestro Comandante Jefe. Pero proteger nuestro modo de vida requiere más que nuestros militares. La democracia puede peligrar cuando cedemos al miedo. Así que nosotros, como ciudadanos, debemos permanecer vigilantes contra la agresión externa, debemos protegernos contra el debilitamiento de los valores que nos hacen ser quienes somos. Es por eso que, durante los últimos ocho años, he trabajado para poner la lucha contra el terrorismo en una base jurídica firme. Es por eso que hemos terminado la tortura, trabajado para cerrar Gitmo, y reformar nuestras leyes que rigen la vigilancia para proteger la privacidad y las libertades civiles. Es por eso que rechazo la discriminación contra los musulmanes estadounidenses. Es por eso que no podemos retirarnos de las luchas globales, para expandir la democracia, los derechos humanos, los derechos de las mujeres y los derechos LGBT, por muy imperfectos que sean nuestros esfuerzos".

Al llegar al final del discurso, Barack Obama quiso agradecer el apoyo y la dedicación durante estos ocho años a quienes le habían rodeado, tanto a su vicepresidente, a quien calificó como un gran amigo y, su nombramiento, como la primera y mejor decisión de su mandato; así como a todo su equipo de gobierno y a todos los votantes que lo habían hecho posible. Pero las palabras más emotivas fueron dedicadas, sin duda, a Michelle, Sasha y Malia Obama: "Michelle, durante los últimos veinticinco años no solo has sido mi mujer y la madre de mis hijas, sino mi mejor amiga. Cogiste un rol que no habías pedido y lo hiciste tuyo con gracia, estilo y buen humor. Hiciste de la Casa Blanca un lugar que le pertenece a todo el mundo. Y una nueva generación apunta más alto sus objetivos porque te tiene como modelo. Me has hecho sentir muy orgulloso. Tú has hecho al país sentirse orgulloso".

Y con una emoción casi incontenible, prosiguió para dedicarle unas palabras a sus hijas: "Malia y Sasha, en las condiciones más extrañas, os habéis convertido en dos jóvenes increíbles, elegantes y hermosas, pero lo más importante, amables, reflexivas y llenas de pasión. Habéis sabido llevar el estar en el foco de la noticia durante tantos años. De todo lo que he hecho en mi vida, lo que más orgulloso me hace es ser vuestro padre".

Barack Obama finalizó su discurso con una petición (la última como presidente) a todos los estadounidenses: "Os pido que creáis. No en mi capacidad para cambiar el mundo, sino en la vuestra. Os pido que os aferréis a esa fe escrita en nuestros documentos fundadores; esa idea susurrada por esclavos y abolicionistas; ese espíritu cantado por inmigrantes y por aquellos que se marcharon por la justicia; esa creencia reafirmada por aquellos que plantaron banderas en campos de batalla extranjeros, pero también en la superficie de la luna; la creencia que vive en cada americano, cuya historia todavía no está escrita: Sí, se puede. Sí, lo hicimos".

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