Mientras en Black Mirror Charlie Brooker se cree muy original atentando contra un presente sobrecargado de relaciones tan artificiales y falsas como la red social que las sustenta, ya hace 25 años que Melrose Place, la serie que de ser emitida hoy por primera vez haría estallar el live-tweeting con locos hashtags al estilo de #PelucaKimberly o #AllisonVodka, empezaría un largo camino hasta hacer estallar los termómetros de las locuras por amor sin necesidad de ninguna app de contactos.

Fue en 1996 cuando en horario de máxima audiencia un grito haría ensordecer a todos los estadounidenses a través de los amplificadores de sonido de sus televisores. En España no sería hasta el verano de 1997 cuando, en una unión de astros, al programador de Telecinco se le ocurrió un efectivo truco de magia al emparejar dobles capítulos seguidos de Sensación de vivir y Melrose Place todas las mañanas, a la vez que el remix de La Macarena lo petaba en todos los chiringuitos del país. Pero era otra Macarena la que gritaba tan importante y amenazante eslogan: “Te pago para que le des placer, no para que te enamores de él”. Una doctora retirada de Los Ángeles, que respondía al nombre de Kimberly Shaw.

Kimberly había cambiado de opinión. Aquella prostituta de buen corazón que le había comprado a su marido para que éste se enamorara de otra y rebajar así el disgusto de su inminente muerte, causada por un acelerado tumor cerebral, ya no le hacía falta. Ahora Kimberly quería que Michael volviese para ser el dueño del último soplo de su aliento. Pero ya era tarde, Michael ya había caído en las redes de su concubina. Así es el amor, una montaña rusa.

A la vez que Melrose Place, una de las series con más éxito de la última década del siglo XX, daba sus últimos bandazos de adictivos enrevesamientos de maldad por amor, Isabel Coixet andaba hambrienta por hacer ver que eso del cine indie también podía ser cosa española. Sería justo a la vez que la emisión de su bendita quinta temporada, cuando la Coixet paseaba por festivales un título tan premonitorio como Cosas que nunca te dije. Pues siete años después sería capaz de reinventar todo esto en forma de película indie con Mi vida sin mí y jamás lo contaría.

Aunque ahora la única forma aparente de recordar Mi vida sin mí no sea pensando en otra cosa que en un velatorio de desagüe de llantos forzados, sería Leonor Watling la que terminaría despertando del coma del susto, viniendo directamente de la camilla del hospital de Hable con ella. Las dos producidas por El Deseo.

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La única diferencia entre Megan, la prostituta contratada por Kimberly, y Watling, la vecina a la que Sarah Polley convence para que sea la madre y esposa de su familia después de su muerte, es su origen. Mientras una sale del jardín de la caravana de al lado tendiendo la ropa, otra sale de las páginas de contactos del periódico. Cuestión de principios.

Ante todo este panorama Megan, el personaje de prostituta de buen corazón en el que se basarían los directores de casting de la primera edición de Gran Hermano para elegir a María José Galera, pagaría de forma salvaje el pecado de enamorarse de su víctima, pues en la tercera parte de Scream la asesinan en el minuto cinco y en Gossip Girl sufre lo suyo porque, casualidades del destino, termina pasando la noche de Acción de Gracias en un restaurante de Brooklyn.

Megan y Leonor Watling tenían mucho más en común de lo que ambas creían: las dos eran unas alcahuetas del amor. ¿No siempre ha sido ese el verdadero fin de una prostituta, rellenar un vacío existencial? Melrose Place, que aparecería en 1992 para retratar las relaciones de pareja de los jóvenes americanos en la ciudad de Los Ángeles y terminaría convirtiéndose en la mayor parodia del género más taquillero del momento: el 'sexy thriller'. Al fin y al cabo Kimberly era todos los personajes del género en uno: la psicópata, la amante, la esposa, la terrorista del amor. Todo junto.

Una campaña de feminismo subliminal en la que no sólo es que fueran ellas los personajes con los elementos más adictivos, sino que el cincuenta por ciento del equipo de guionistas y directores eran mujeres bajo la sombra. Juntas unieron fuerzas para enviar diferentes mensajes a las mujeres norteamericanas sobre su derecho al aborto, a la libertad sexual, a las venganzas por adulterio o a la lucha por el poder laboral. Así que cuando Megan le suelta a una Alyssa Milano estupefacta “Antes de casarme con tu hermano, yo era puta”, en realidad estaba echando por la borda tantas y tantas campañas de feminismo que acostumbran a eliminar el sexo libre de sus planfletos. Megan les había ganado la batalla.

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Megan Lewis, 28 años, prostituta de buen corazón de Los Ángeles (California).

Servía un cáncer de ovarios como excusa para Sarah Polley, mientras que lo de Kimberly no se limitaba a un tumor cerebral, sino que se extendía a otra de las enfermedades más graves que la sociedad ha conocido jamás. Kimberly era una loca del amor. Después del accidente causado por el hombre de su vida, Michael Mancini, la sucesión de hechos pasa por volver de entre los muertos con sed de venganza, intentando atropellarlo con un coche, ataviada con cantosa peluca rubia y gafas de sol, a lo Brian De Palma; denunciar falsos malos tratos de forma desquiciada; electrocutarlo en un jacuzzi o ponerle una bomba casera en la puerta de su apartamento. Así era Kimberly, de ideas sencillas.

Pero la realidad detrás de la muerte de Kimberly no era una huida para no pagar impuestos ni una operación por cambio de sexo, Kimberly se moría porque su salario en la serie de Aaron Spelling y Darren Star no correspondía con lo que ella y el mundo entero sabían que merecía. Eso fue lo que provocó la salida de Marcia Cross de la serie al ver como la eterna estrella invitada de Heather Locklear se llevaba el dinero de todos.

El personaje de Kimberly pasa de estar inspirado en la Marnie de Hitchcock –lo que demuestra que todas las bases del 'sexy thriller' ya las asentó este señor de poca monta–, asesinando al hombre que trata de violar a su madre, a terminar trastornada con múltiples personalidades. Adelantándose no sólo así a la esquizofrenia de culto de la United States of Tara que Diablo Cody le escribió a Toni Collette, sino a una inmensa Bree Van De Kamp de Mujeres Desesperadas, la cual sería imposible su existencia sin la Betsy de Kimberly Shaw (segunda personalidad en manifestarse como robotizada ama de casa). Y eso es algo que va mucho más allá del entendimiento de aquellos que creen haber nacido sólo para consumir series de televisión, pero que, en realidad, empezaron en 2006.

Al fin y al cabo siempre se debe tener en cuenta tan importante teoría como que todo lo que pasa en la vida ya ha pasado antes en Melrose Place. Probablemente Isabel Coixet no tenga total conciencia de todo esto, pero siempre hay que optar por el sí, que es más divertido.

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Kimberly Shaw, 34 años, psicópata del amor.