9H. Tengo un reloj interno que hace que me levante todos los días a esta hora, no importa cuándo me haya acostado. La mañana de Nochevieja es en realidad relajada porque hasta la noche, cuando retransmita las campanadas, no trabajo.

12.30 H. El último día del año me gusta comer en casa de mis padres y, al participar por la tarde en la San Silvestre vallecana, debo hacerlo pronto. Para la carrera tengo que tomar hidratos, así que mi madre me prepara la pasta que más me gusta: macarrones con tomate y salchichas.

15 H. Intento dormir un rato de siesta, aunque probablemente estaré nerviosa repasando el guion y no consiga pegar ojo.

16 H. Empiezo mi ritual para la maratón: me pongo las mallas, las zapatillas y la camiseta ofcial. Nada puede ser nuevo. Debe ser ropa que haya utilizado antes y que me resulte cómoda. Soy supersticiosa para eso. Iremos juntos todos los amigos del gimnasio: Mario, Luis... Y también mi chico [el chef David Muñoz]. Aunque él va más rápido y buscando una buena marca. El año pasado fue por delante, pero esta vez quiero convencerlo para que vaya a mi lado. Espero que me dé ese gusto.

17.30 H. ¡Empieza la San Silvestre! Correr por las calles de Vallecas es un sentimiento muy especial, me emociona mucho. Para mí, lo importante es pasarlo bien y vivirla intensamente. Además, no puedo forzarme porque después tengo que dar las campanadas y no me puedo permitir que me dé una pájara.

18.20 H. Calculo que, para entonces, ya estaré llegando a meta. La entrada al estadio, con tanta gente animando, hace que se me salten hasta las lágrimas. Allí estarán mis padres y mi tía. Y David, si es que fnalmente corre delante de mí... El primer año me tomé muy en serio la preparación y la dieta, y mi madre me llevó una palmera de chocolate con la que llevaba semanas soñando. Pensar que al fnal de tanto esfuerzo estaría ella con el dulce me dio alas.

18.50 H. Allí mismo me recoge un coche de Antena 3, cadena en la que daré las uvas este año (el pasado fue en La Sexta), que me conduce directa a la Puerta del Sol, sin ducharme ni nada (eso lo hago luego en el set desde el que hacemos la retransmisión). El plató son los balcones de una escuela del edifcio, y en la planta de arriba hay un hostal donde improvisamos el camerino. Carolina y Óscar, mi peluquera y maquillador, se encargan de todo.

19.30 H. Hacemos un ensayo, probamos sonido y preparamos todo para el momento de la emisión. Es en directo, claro, y tiene que estar todo controlado. Tal vez sería el momento de comer algo, porque después no hay tiempo para cenar, pero tras tanto ejercicio se me cierra el estómago y no soy capaz ni de zamparme un bocadillo.

“Voy a llevar el vestido de mis sueños, para el que cuento con la ayuda de Josie. Me lo van a confeccionar a medida y lo estoy viviendo como la gestación de un hijo”

21.30 H. Me empiezo a arreglar y llega la mejor parte: el vestido. El año pasado lo elegí yo porque tenía ese modelo concreto metido en la cabeza y, pese a que los estilistas me propusieron otros, quise llevarlo. Sabía desde el principio que iba a dar que hablar, aunque no imaginaba que tanto. Para mí era un momento especial porque daba las uvas por primera vez y también fue la primera Navidad que pasaba sin mi abuela, y quería que fuera inolvidable. Este año también me hace ilusión y deseo reventarlo con el modelo que elija. Me apetece que sea muy elegante y por eso cuento con la ayuda de mi querido Josie, y con el equipo de Pronovias. Lo he imaginado ya en mi cabeza y me lo van a confeccionar a medida. Estoy loca de emoción porque nunca me había hecho un vestido para mí: ¡lo estoy viviendo como la gestación de un hijo! Va a ser el vestido de mis sueños. Esa noche deseo deslumbrar, así que será espectacular y con muchos brillos... Pero no voy a desvelar más para no arruinar la sorpresa.

23.30 H. Se acerca el momento de la verdad. He estado corriendo, y eso me relaja. Además, esa noche me ponen guapa, me veo con ese vestido maravilloso, me siento una princesa y todo me hace tanta ilusión que ni siquiera me pongo nerviosa. Tampoco siento el frío hasta que acaba todo y me doy cuenta de que estoy helada.

23.50 H. Cuando me avisan con el “Tres, dos, uno” y tengo que entrar con el “¡Buenas noches!” me da un vuelco el corazón. En ese momento solo pienso en disfrutar. Intentaré que este Fin de Año sea distinto y demos unas campanadas de manera más fresca y divertida. Que nos riamos mucho. Mi compañero en esta ocasión será Carlos Sobera y estoy segura de que lo vamos a pasar muy bien.

00 H. Los cuartos: ¡Ding-dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong! ¡Ahora! ¡Dong, dong, dong...! Soy supersticiosa también para eso y quiero empezar el año comiéndome las uvas, así que pediré a Sobera que él vaya hablando mientras yo las voy masticando. Aunque salga en pantalla con la boca llena, no me importa.

00.01 H. El brindis y el primer beso de 2016 se lo va a llevar él. Me gustaría que viniera mi familia y David, pero los balcones desde donde hacemos el directo son pequeños, todo resulta caótico y acaba siendo muy incómodo. Prefero que se queden en casa y que nos veamos después.

00.35 H. Me quito el vestido, lo meto en la mochila, me pongo mis vaqueros y mis zapatillas y en cuanto se despeja la Puerta del Sol me voy corriendo a casa de mis padres. Cenaré lo que haya quedado del menú, como este 2015, porque antes no habré tenido tiempo. El año pasado repetimos el día 1 en casa de mis padres la cena de Nochevieja y tomamos juntos las uvas con la grabación de mis campanadas.

1.30 H. Espero estar al calor del hogar con mi chico. He pasado la jornada corriendo y trabajando, así que lo último que me apetece es salir de festa. Hay muchos días para celebrar y tomar copas; este hay demasiado jaleo en la calle y disfruto más quedándome en casa. Soy muy valiente para unas cosas pero miedosa para otras, como los coches. Me asusta conducir esa noche porque la gente circula un poco alocada.

9.30 H. ¡Primer día del año! ¿Cómo lo empiezo? Corriendo. Es muy divertido porque a esa hora te cruzas con los que todavía están dándole al chocolate con churros. Sin embargo, si vas un poco más tarde, las calles están desiertas y es bonito.

13.30 H. Comeremos con la familia de David, porque en Nochebuena es él quien viene a mi casa. Creo que iremos a un restaurante. Es una suerte que abran casi todos, pero DiverXo [el local de Muñoz] no, porque entonces no le vería. Y eso que no se pierde un servicio por nada del mundo. De todas formas, siempre digo que los días especiales no existen. Cualquiera es bueno para celebrar y lo bonito es estar con la gente que te quiere. Sea en el momento que sea.