Los aromas dulces conquistan a los 'millennials'
¿En qué momento el caramelo se convirtió en el ingrediente estrella de los perfumes juveniles? La revolución del dulzor en la perfumería millennial ya está aquí.
¿Alguna vez has querido comerte tu perfume? Que existen fragancias que despiertan el apetito, sobre todo el de las más golosas, es algo que no se puede negar. Y mientras que a partir de los cuarenta se apuesta por aromas más frescos, elegantes y sofisticados, la generación millennial se deja seducir por una nueva oleada de perfumes gourmand que parecen recién sacados de las pastelerías más prestigiosas. La cremosidad del caramelo, el aroma hechizante del praliné, el intenso dulzor del algodón de azúcar que se deshace en la boca y hasta el olor de las magdalenas recién hechas son los acordes protagonistas de los perfumes de una nueva generación que se hizo adulta en plena crisis económica y a la que le cuesta madurar, precisamente porque su inocencia les fue arrancada de golpe a base de precariedad laboral y la amenaza de un futuro incierto.
En este punto, es bueno recordar que la memoria más fuerte es la que se encuentra anclada al olfato, ¿y qué puede resultar más evocador de nuestra infancia que los olores más golosos? Como si fuésemos Proust con su magdalena, estos aromas son capaces de devolvernos una época dorada en la que nuestra mayor preocupación era encontrar el cromo que nos faltaba para completar ese álbum de Panini o que nos comprasen esas zapatillas de deporte con luces incorporadas. Si ya nos hemos dejado seducir por productos plagados de unicornios y arco iris, ¿cómo no caer rendidos ante los olores de nuestra infancia? Y es que estas notas comestibles producen una sensación de alegría, de joie de vivre, que inunda incluso las papilas gustativas, confirmando el hecho de que el gusto y el olfato están estrechamente relacionados.
Pero los perfumes dulces no son algo nuevo. Uno de los primeros perfumes gourmand fue Angel de Thierry Mugler, que fue lanzado en 1992 y tuvo un gran éxito, dando lugar a un ejército de fans que todavía hoy son fieles a esta fragancia. Fue capaz de recrear el aroma del caramelo y del chocolate gracias la combinación de etil maltol (el olor a algodón de azúcar/azúcar caramelizado), patchulí natural (que tiene una faceta de cacao) al lado de etil vainillina, muy usado en la industria de la perfumería. A partir de entonces, los perfumes con aroma a postre empezaron a multiplicarse y ganar adeptas, pero la irrupción en el mercado de aromas con una filosofía más minimal, como CK One de Calvin Klein en 1994, inspiró una nueva tendencia de perfumes cítricos, verdes y amaderados que la generación X, los jóvenes de entonces, abrazaron con entusiasmo.
No fue hasta 2011 con el lanzamiento de Prada Candy, cuando las notas más dulces volvieron a conquistar nuestra nariz. Sí que es cierto que algunas predecesoras de los primeros años del siglo XXI contaban con notas más acarameladas escondidas entre sus bouquets florales, como el caso de Miss Dior Cherie, en la que muchos encontraban un leve aroma a palomitas caramelizadas. Pero nada comparado al dulzor con el que de repente nos conquistó Miuccia Prada. Una intensa salida de caramelo, posada sobre almizcle y vainilla no podía dejar a nadie indiferente.
Y esa es otra clave fundamental de esta nueva ola de perfumes: o los amas o los odias. No existen las medias tintas y, si no los entiendes, es que no formas parte de ellos. Lo mismo que pasa con los millennials, que a ojos de sus predecesores son completos extraños que no tienen nada que ver con ellos...
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