• Ansiedad: estas son las causas más comunes y desconocidas
  • Ansiedad: guía para identificar sus comportamientos
  • Ansiedad: comportamientos y síntomas de esta trastorno

Eso de que la cara es el espejo del alma es una de las verdades más absolutas que se pueden encontrar, tanto en el mundo de los dichos populares como en el de la belleza. La vuelta al trabajo después de unos días fuera suele traducirse en una pila de cosas o incluso tareas pendientes, en cubrir turnos de compañeros que aún están de vacaciones y, en definitiva, en un cambio demasiado brusco que acaba originando un exceso de estrés y ansiedad. Y es que trabajar o vivir en un ambiente estresante tiene múltiples consecuencias: una mente estresada da lugar a un cuerpo estresado y esto tiene un reflejo muy visible en el aspecto de nuestra piel. Para muestra, un botón, o mejor dicho un granito: uno de los ejemplos más claros en este caso es el de la novia a la que días antes de la boda le sale el típico granito que quiere robarle el protagonismo en las fotos.

¿Cómo se manifiesta la ansiedad en la piel?

Según la Asociación Española de Psiquiatría Privada, el 40% de la población española padecerá ansiedad a lo largo de su vida. El estrés es capaz de producir o agravar problemas latentes o que ya se encuentran presentes en nuestra piel, pero ¿qué es lo que sucede para que esto ocurra? ¿Existe alguna razón concreta? “La piel expresa de forma visible todos nuestros sentimientos o estados de ánimo. Cuando tenemos ansiedad de un modo continuado se genera una mayor producción de cortisol y adrenalina que, a su vez, van a afectar notablemente a la producción de estrógenos y testosterona, lo que va a originar alteraciones de distintos tipos en nuestra piel”, nos explica la doctora Lidia Díaz Méndez, directora de la Unidad de Medicina Estética del Instituto Europeo de Estética Avanzada (IEEA).

¿Cómo afecta la ansiedad a la piel?

Sin ir más lejos, el cortisol debilita el sistema inmune, algo que tiene una consecuencia muy directa sobre sobre nuestra piel: el aumento de la respuesta inflamatoria. “Entre los síntomas que puede provocar una situación sostenida de ansiedad en nuestra piel podemos destacar la aparición de granos aislados o en forma de acné, urticaria de tipo psicogénico que provoca la necesidad de rascado, caída del pelo, caspa/aumento de grasa/picores en el cuero cabelludo, sudoración excesiva, rubor o enrojecimiento de la piel y puede provocar también el empeoramiento de otras enfermedades ya existentes (herpes labial, psoriasis, eccemas, dermatitis). Todos estos problemas en la piel son debidos a las distintas alteraciones hormonales que provoca en nuestro organismo la ansiedad”, nos cuenta la Dra. Díaz.

Pero no solo se trata de granitos y rojeces. ¿Te has dado cuenta de que tu piel tiene un aspecto mucho peor en las épocas en las que estás más estresada? Esto se debe a que la ansiedad afecta directamente a la degradación del colágeno y del ácido hialurónico, tan importantes para lucir una piel bonita y más joven. En el caso específico del colágeno, el cortisol que se segrega es capaz de hacer que su pérdida sea diez veces superior a la normal, algo que se traduce en líneas de expresión más marcadas, pérdida de volumen y tono más apagado. Además, el estrés y los comportamientos y síntomas más habituales de la ansiedad pueden tener un efecto perjudicial sobre el ADN de las células. Está demostrado que los telómeros –las tapas al final de cada hebra de ADN–, que protegen nuestros cromosomas y que afectan a la rapidez con la que envejecen nuestras células, son más cortos en las personas que sufren de estrés. Y a medida que la longitud del telómero se acorta, las células mueren o se dañan de forma más rápida.

¿Qué otras consecuencias puede tener la ansiedad?

Lo más complicado es que, cuando hablamos de ansiedad y de estrés, no se trata únicamente de las consecuencias que estos factores tienen sobre la piel; también son muy importantes las consecuencias que se derivan de otros problemas que se asocian al estrés y a la ansiedad y que también afectan de forma negativa a nuestro cutis, por tanto, es importante conocer técnicas que ayuden a reducirlo. Entre estos problemas, podríamos decir que el más común es la falta de sueño, y es que nunca nos cansaremos de decir que dormir una media de 8 horas cada día es uno de los mejores secretos de belleza. Además se produce una especie de círculo vicioso, ya que si el estrés nos hace dormir poco y la calidad del sueño es mala, el cansancio aumenta considerablemente los niveles de estrés y ansiedad. Y es que, en estos casos, las consecuencias más visibles para nuestra belleza son la hinchazón de ojos y las ojeras, que aparecen de forma inmediata, y una interrupción en el proceso de regeneración celular a largo plazo, lo que acelera la aparición de líneas de expresión y apaga la luminosidad de la piel. Los cosméticos con cafeína pueden aliviar estos síntomas, pero no hay nada como el proceso de renovación celular que se produce cada noche, cuando nuestras células se reparan y nuestro organismo se equilibra para poder presumir de una piel bonita.

Las consecuencias del estrés y la ansiedad para el cabello

Pero cuidado, porque el estrés no solo afecta a la piel, también nuestro cabello sufre las consecuencias. Por lo general, el cabello dispone de un patrón predecible de crecimiento y de caída, pero cuando nos encontramos bajo altos niveles de estrés, ese patrón se altera y como consecuencia, altera los ciclos y propicia la caída. Por ello perdemos mucho más pelo cuando nos puede la ansiedad.

Casi todas hemos visto más pelo de lo normal en el peine o en la almohada cuando nos enfrentamos a un cambio importante o a un momento de problemas ya sea en el ámbito personal, laboral o cuando hay una situación que puede llegar a inquietarnos. Pero también se da el caso en el que el pelo se cae, dejando calvas en nuestro cuero cabelludo y resulta indispensable acudir a un dermatólogo para que nos paute un tratamiento adecuado, pero también acudir a un psicólogo que nos ayude a desentrañar, combatir y frenar ese estrés que está poniendo nuestro cuerpo al límite.