Erika es “cíclica y feliz de la vida” y tiene el poder de cambiar la tuya. ¿Cómo? Abriéndote los ojos a todo lo que significa tu ciclo menstrual. Para ello ha creado Soy1soy4, una comunidad educativa para aprenderlo todo sobre tus fases hormonales, porque para ella “conocerte es vivirte. Vivirte es amarte. Amarte es ser libre”. Aquí todas caben: tú y las cuatro mujeres que hay dentro de ti. ¿Quieres saber más?

Pregunta: Te defines como una pedagoga menstrual y eso ¿qué quiere decir?

Erika I.: La Pedagogía Menstrual no existe como término estándar. Es una vía pionera desde donde genero conocimiento y espacios educativos en torno al ciclo menstrual y la experiencia de ser un cuerpo menstruante en nuestra sociedad. No me gusta inventarme palabrejas ni títulos nobiliarios pero te reconozco que mi especialidad es algo… poco común. No soy un animalillo en extinción, sino un nuevo híbrido. Me dedico a diseñar y facilitar espacios educativos para cuestionar, investigar y resignificar la experiencia del ciclo menstrual en el cuerpo femenino.

A través de la investigación activa, rigurosa y comprometida del cuerpo femenino y sus ciclos menstruales desde un enfoque científico, antropológico, filosófico y feminista. Me formé con pasión en la Universidad de Deusto en la especialidad de Pedagogía, después cursé la formación de doula en Barcelona y, más tarde, me magistré en la Universidad de Barcelona en Estudios de Libertad Femenina del Centro de Investigación de Duoda. Aún con esta activa vida académica, en ningún lugar pude especializarme en ciclo menstrual, ni en obra y milagros de las hormonas femeninas en la vida fértil de las mujeres. Por ello creé espacios para compartir conocimiento y, a la vez, investigar a través de mi propia experiencia y de la experiencia de otras mujeres.

P: Con toda la información que se supone que tenemos a nuestro alcance, ¿por qué nos hace tanta falta alguien como tú, que nos ayude a entendernos?

Erika I.: No tenemos tanta información como creemos o la que existe está sesgada, la mayoría de ella ni siquiera está creada desde nuestros cuerpos. Ellos (nuestros cuerpos) han sido definidos y explicados desde el cuerpo masculino normativo. Ellos (hombres) han generado teoría de un cuerpo que no habitan ni experimentan, con lo que la información que existe está sesgada a su interpretación de la realidad, no a nuestra realidad. El método científico no es neutro, está desarrollado desde un cuerpo académico patriarcal. Por otro lado, el conocimiento y reconocimiento de nuestras experiencias se lo ha quedado la Clínica. Vamos al médico a que valide lo que vivimos, a que nos solucione ‘esto de ser un cuerpo que sangra’. Mi trabajo consiste, como pedagoga y especialista en educación, en generar espacios educativos seguros y de confianza donde aprender a conocer cómo funcionamos, pero no sólo a nivel fisiológico, sino psíquico y anímico. Aprender cómo esta cultura nos enseña a ignorar e invisibilizar nuestra realidad y a aprender a dar voz a nuestra experiencia para generar conocimiento real que sirva a mujeres reales. Un ibuprofeno te quita, momentáneamente, los dolores, pero no te enseña por qué te duele ni por qué no debería dolerte ni mucho menos quién eres a lo largo de todo tu ciclo menstrual. Necesitamos una cultura de cuidados y de reconocimiento a nuestra realidad cíclica, una cultura menstrual que cambie la manera ajena y hostil en la que se dibuja nuestro cuerpo y en la que nos vivimos (estoy loca, soy una volátil, etc.). Éste es el sentido de mi trabajo: acompañar a cambiar la manera en la que habitamos nuestros cuerpos (desde el orgullo, más allá de la vergüenza y los tabúes) y cambiar la manera en la que habitamos el mundo. Educar es acompañar a una persona a conquistar su autonomía. Éste es mi trabajo: promover y enseñar el autocuidado y la autogestión de la salud y el bienestar desde mi propia experiencia corporal, no sólo como pedagoga-investigadora, sino como mujer que menstrúa en esta sociedad. El objetivo final: que tú seas la que mejor te conozcas para moverte por el mundo con pleno conocimiento y total autonomía.

Arm, Human body, Shoulder, Elbow, Sleeveless shirt, Neck, Long hair, Active tank, Chest, Back, pinterest
Erika, por el fotógrafo Ismael Llopis

P: Hace unos días estaba eufórica: tenía ganas de sexo, tenía energía, podía comerme el mundo... Ahora mismo me siento gorda y fea, nada me gusta y la mayoría del mundo me cae mal. ¿Tiene esto algo que ver con tu afirmación de que las mujeres somos cíclicas?

Erika I.: Totalmente. La menstruación sólo es un rasgo de nuestro ciclo menstrual. En realidad, los cambios hormonales que suceden a lo largo del ciclo generan cambios a nivel físico, psíquico y anímico. Pero no es nuestra química únicamente sino cómo está se interrelaciona con nuestro entorno y nuestra cultura. Cuando el estradiol está llegando a su pico más alto, sentimos que nos vamos a comer el mundo (fase folicular), mientras que cuando éste cae (fase lútea) sentimos que es el mundo el que nos va a comer. Pero no es sólo porque esta hormona aumente o disminuya, sino también por cómo hemos aprendido a entender el mundo. Si estamos activas, intelectuales, con energía desbordada y locuacidad apabullante somos aptas para este sistema productivo. Estamos tal y como el mundo desea: superwoman con superpoderes. Entonces nuestra autoestima es buena porque socialmente es aceptada e incluso celebrada. En cambio, cuando el estradiol cae y estamos bajo el influjo de hormonas como la progesterona, en la que estamos más calmadas, sensibles, intuitivas e introspectivas (dentro de la fase lútea, en la fase premenstrual) sentimos que somos inadecuadas y que algo anda mal en nosotras, porque no respondemos al sistema tal y como demanda. Entonces comienza la rabia por no ser aceptada tal cual una es, rabia que genera dolor porque nosotras mismas nos forzamos en ‘superar’ o disimular nuestra otra manera de habitar nuestro cuerpo y el mundo. Y no se trata de que nosotras estemos mal por culpa de nuestras hormonas, como algunos hombres nos dicen en esta fase, sino de que, en esta fase, con el cóctel químico que tenemos vemos la realidad. Y la realidad es que este mundo está diseñado desde su cuerpo y que el nuestro no cabe. Nuestra sensibilidad nos permite ver que no es que yo esté loca, es que tú eres idiota. En otras fases (como la fase ovulatoria, que pertenece también a la fase lútea) me lo callo porque tengo interés en otros asuntos y sobretodo porque me han enseñado, como mujer, a creer siempre que el problema soy yo y que soy la guardiana de la armonía en las relaciones. Pero en esta fase tengo la potencia, no sólo para verlo, sino para decírtelo.

P: ¿Y qué tenemos que hacer para entender nuestro ciclo? Y sobre todo, para sobrevivir a los momentos de bajón, como en la fase pre-menstrual con síndrome propio y todo.

Erika I.: Esta rabia de la que hablaba, aunque no me creas, es lo mejor que nos puede pasar, porque señala que tenemos muchos cambios pendientes. Cambios que nos llevan a dar respuesta a nuestras necesidades y deseos reales. Cuando una mujer conoce sus cambios deja de avergonzarse y comienza a proveerse de lo que necesita realmente, el mal llamado SPM se transforma. De sufrimiento pasamos a la clarividencia. Comenzamos a confiar en lo que siempre hemos visto y, ahora, nos sentimos fuertes para poner límites y encontrar soluciones. Muchas mujeres comienzan desde esta angustia de sentirse locas y fuera de sí a aprender qué supone ser cíclica en este mundo que mal pretende ser lineal. No tener ni idea de cómo funcionamos nos consume e incluso nos enferma. Somos un Porsche 911 y nos conducimos como un Seat Panda.

Para conocer nuestro ciclo y, lo más importante, cómo cuidarnos y cómo generar hábitos de autocuidado necesitamos la educación menstrual. Espacios donde compartir y aprender desde la propia experiencia con recursos didácticos que nos permitan nombrarnos, hacernos fuertes y trabajar el orgullo menstrual (en contraposición del tabú menstrual). Menstruar mola, pero en esta sociedad duele. Hemos de comprender que nuestro ciclo no es el problema, el problema es menstruar en esta sociedad. If men could menstruate es un ensayo de Gloria Steinem que deja muy claro que si ellos menstruasen el cuento sería otro bien diferente. La sociedad también la componemos mujeres y personas menstruantes, y sí, estamos preparadas para conocernos. Ahora bien, los cambios que hemos de hacer para ser comprendidas, primero por nosotras y después por los y las demás, son muy grandes. Estamos en un momento importante porque ejemplos como los de Rupi Kaur o Yuanhui - la nadadora China que habló de su menstruación- ponen de manifiesto que hay necesidad de saber y que hay deseo de aprender. Generar otra cultura es un largo camino del que sólo nuestras tataranietas disfrutarán. Nosotras somos el cambio, nos negamos a seguir aceptando el dolor y la vergüenza como algo inherente a nuestros cuerpos.

P: ¿Algún consejo para explicar esto a nuestro entorno masculino? ¿Merecería la pena hacerlo?

Erika I: Creo que no se necesita comprender para respetar, cuidar y acoger. Los hombres viven otro ciclo químico (el de la testosterona) del cual saben muy poco. Nosotras tampoco sabemos mucho de su ciclo, pero siempre les hemos cuidado. Creo que independientemente de conocer las vicisitudes de nuestro ciclo, los hombres deberían ocuparse de aprender a cuidar y a acoger la voz de la experiencia de los cuerpos menstruantes. De hecho, creo que dando espacio a nuestro ciclo ellos podrían comprenderse mejor a sí mismos en sus cambios, también cíclicos. Por otro lado, lo importante ahora es que nosotras nos conozcamos y sobretodo que validemos nuestra voz y nuestra experiencia. Cuando nos sintamos orgullosas, cuando tengamos la potencia suficiente para dejar de excusarnos y justificarnos, entonces podremos explicarnos –si lo deseamos– a ellos. Si no, volveremos a darles las llaves de nuestra casa y volveremos a quedarnos fuera. Mientras, ellos se harán expertos menstruales, coaches menstruales, astronautas menstruales (cualquier profesión con la coletilla menstrual) y nos dirán cómo hemos de menstruar. Tenemos la posibilidad, ahora mismo, de que la Historia no se repita. Hemos de ser cautas, apropiarnos de nuestro cuerpo y desde él cambiar el rumbo, generando conocimiento que nos diga, nos sane y nos lleve a las estrellas. Ellos, si nos respetan, aprenderán. Una cultura de cuidados (cultura menstrual) donde los cambios químicos sean comprendidos, acogidos y respetados es una cultura en la que todo bicho viviente tendrá mejor calidad de vida y estará más cerca de la felicidad.

“Diario de un cuerpo”, publicado por Casa Catedral, es el nuevo libro de Erika Irusta y sale a la venta el próximo 9 de noviembre.