Pasó de ser adorable a dar un poco de miedito. Es desde hace cuatro años que resulta complicado reconocer a Renée Zellweger. La actriz americana, que pronto estrena en cine la tercera entrega de su mítico diario ('El bebé de Bridget Jones') se ha puesto tantas veces en manos de retocadores, estéticos o médicos, que hace falta mirarla fijamente para saber que se trata de ella. Las teorías del sector periodístico más cotilla apuntan a que la actriz podría haber pasado por el aro y haberse sometido al llamado 'carrer saver' hollywoodiense. O, lo que es lo mismo, esa cruel costumbre aceptada por todos (sobre todo, por todas) por la que o rejuveneces tu aspecto o, pasados los cuarenta, sólo te llaman para hacer de madre de la prota. Otros expertos con muchas horas de quirófano en su haber, apuestan más por la posibilidad de que la actriz sufra dismorfofobia. Inyecciones de botox, lifting de párpados, extirpación de grasa facial y retoque en la mandíbula son evidentes. ¿El secreto más inapreciable? "Una discreta corrección en el dorso nasal. Con la edad, las alas de la nariz se separan y se hace visible la unión de las narinas. Si se coloca ácido hialurónico entre ambos cartílagos, en sentido longitudinal, la punta nasal se quita quince años. Es típico en los rejuvenecimientos made in Hollywood", explica la doctora Gema Pérez Sevilla, cirujano máxilo-facial y Jefe de la Unidad de Medicina y Cirugía Estética Facial de IML (917024627).

Pero volvamos a la dismorfofobia. Parecía que, tras esa reaparición (o más bien, aparición, en el sentido místico de la palabra), rompería en su relación con el bisturí. Nada más lejos de la realidad. Su amor parece cada vez más fuerte. Cada foto que se publica de ella dice a gritos que ha vuelto a pincharse, que se ha dado otro tironcito, que todavía no está satisfecha. El Dr. Ángel Juárez, jefe de Cirugía Plástica y Reparadora del Hospital de la Zarzuela, en Madrid (913070434), responde a nuestra duda: ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de un excesivo amor por las cirugías y otros arreglos estéticos? ¿Traumas infantiles, perfeccionismo o simple miedo al envejecimiento? "La dismorfofobia es un defecto según el cual una persona tiene una visión distorsionada de su aspecto físico”, explica el doctor. Y aclara: “Se trata de individuos que, en general, ven defectos físicos donde no los hay o que magnifican pequeños defectos”. Entendido esto, cabe preguntarse: ¿Pueden esas operaciones mejorar su trauma? ¿Se elimina la dismorfofobia a base de cambios estéticos? En opinión de este experto, radicalmente no: “No son pacientes a los que la cirugía estética pueda ayudar, puesto que nunca van a estar satisfechos con su físico. En su caso, deben recurrir mejor a la psicología. Suelen ser personas muy perfeccionistas. Por otro lado, el origen de ese malestar habría que buscarlo en situaciones traumáticas seguramente ocurridas durante la infancia y la adolescencia”.

GO YOUNG OR GO HOME
Hablábamos antes de la posibilidad de que Renée hubiera cedido a las presiones de Hollywood. Que todos estos cambios sólo persiguieran el sueño inalcanzable de no dejar evidencias del paso del tiempo. Aclara el experto que, sin llegar a padecer esta enfermedad, hay personas que simplemente se someten a un exceso de cambios estéticos, asociados a un miedo desmesurado a los efectos del envejecimiento. Esto suele ocurrir especialmente entre aquellos para quienes su aspecto físico ha sido o es un “una herramienta importante en su trabajo o para su éxito social, como ocurre en el caso de actores o modelos”, en palabras del doctor Juárez. ¿Es Renée, entonces, una persona enferma? De serlo, ¿no debería mandarla a casa su cirujano? A casa, o al psiquiatra. Parece que sí, al menos lo primero. “Cuando un cirujano plástico se encuentra ante pacientes de este tipo debe evitar operarlos. Suelen acudir a varios cirujanos plásticos o demandar múltiples tratamientos de medicina estética, por lo que a veces se convierten en caricaturas de sí mismos si los profesionales ceden a sus exigencias", concluye.