Cuando Alessandro Michele y yo quedamos en su hotel en el SoHo neoyorquino después de lo que ya había sido un día largo de trabajo para él, me dice que casi añade una capa más a su jornada: en su camino hasta aquí, su equipo le había propuesto hacer una parada en de Vera, una de las muchas tiendas de antigüedades que adora de la ciudad. “Si eres un coleccionista, encuentras cosas en todas partes. De hecho, si bajas a la calle aunque solo sea a la farmacia o al supermercado, siempre vuelves con algo. Es como si fueras un prisionero dentro de algo parecido a un sueño. Si tengo un solo minuto aquí, cojo mi iPad y espío cada rincón”, cuenta.

Michele es como una urraca. No hay más que ver su Instagram, en el que normalmente muestra distintos cuadros de su casa en Roma; consigue reunir en un mismo espacio y casi de forma voraz artículos de distintos siglos, desde altares renacentistas, zapatillas Adidas de los ’60 o cacatúas de porcelana. Dibuja un retrato de sí mismo que cualquier coleccionista podría reconocer: en la cama por la noche comprando pieza tras pieza a golpe de click, incapaz de parar (“es peligroso”, dice), pero viendo sus hallazgos como maravillosas liberaciones. “De otra manera, se tirarán y olvidarán; no todos saben valorarlos y siento que escucho su voz llamándome. Y cuando llegan a casa, es como si hubieran entrado en un hospital donde yo voy a cuidarlos”, matiza.

Esto crea una cierta aura. “Mi novio siempre dice: ‘Uy, huele como a viejo aquí’”, comenta riéndose; “Y yo siempre contesto ‘Puedes oler lo muerto, el pasado y lo que está ocurriendo a la vez’”.

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Dakota Johnson en el jardín de Gucci en Times Square © Por Joanna Hillman. Fotografía dede Alexi Lubomirski. Diseño floral dr Eric Buterbaugh.

Así es la nueva fragancia de Michele, Gucci Bloom, la primera que hace para la marca desde que fuera nombrado director creativo en 2015: “Después de dos años, por fin he sido capaz de relacionar Gucci con un aroma”. El perfumista Alberto Morillas dice que las pautas de Michele fueron que ese ‘bloom’ tenía que ser “femenino y alegre”. Su colaboración, en palabras de Morilla, “no fue muy complicada”; “Alessandro entiende de perfume y es tan encantador como creativo”. El resultado es una esencia donde se mezclan nardo, jazmín y almizcle (“mi almizcle secreto”, bromea Morillas), con un suspiro de la llamada enredadera de Rangoon, que trae a la memoria el césped veraniego y la luz del amanecer pero con un punto algo más fuerte, menos lánguido, latiendo cerca. Huele a moderno y tradicional a partes iguales, exactamente lo que Michele deseaba. “Puedes reconocer el punto floral”, dice Morillas, “pero debido a la manera en la que el aroma ha sido extraído, lo que podría parecer pasado de moda resulta totalmente nuevo y diferente”. “En mi cabeza rondaba la idea de lo que pasaría si una chica joven paseara por el jardín de su tía en plena ciudad, en el que hay flores pero también vegetales”, apunta Alessandro.

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Y así es como un jardín creció en mitad de Times Square sobre una rejilla del metro neoyorquino en una mañana de mayo. Un espacio lleno de rosas, lilas, peonías, campanilla silvestre y flores de cerezo; y un columpio de madera repleto de glicinas y spiraea; y una escalera con pintura salpicada alrededor de la cual Hari Nef, Petra Collins y Dakota Johnson, imágenes del perfume, posan junto a Michele. “No me gusta utilizar la palabra ‘caprichoso’”, dice Johnson sobre Bloom; “pero es que es el sentimiento que transmite. Algo muy dulce y misterioso, y eso sí que me gusta”. Según Nef, la esencia tiene “algo de antiguo, pero de una forma siniestra y cool que yace sobre todo lo bonito de las flores”. Collins, por su parte, dice que nunca ha llevado perfume hasta que ha descubierto este: “Siempre he olido a mí misma y punto. Pero esto es como si te pusieras encima una capa de emociones, y eso me encanta. Porque siento que el resto de perfumes se han vendido básicamente como si fueran sexo”.

El reinado de Michele en Gucci ha sido toda una revolución. El recuerdo de ese porno ligero de los años de Tom Ford queda lejos ya –hasta la G mayúscula depilada en el vello púbico de Louise Pedersen creció ya hace algún tiempo–; pero también parecen desvanecidas esas líneas limpias y marcadas maneras de la visión de Frida Giannini, creativa del 2006 hasta principios de 2015. Michele ha desatado todo un mercadillo de antigüedades de la imaginación dentro de la identidad de la marca, enterrando los trajes afilados y las minifaldas de piel debajo de toda una cascada de piezas vintage, antigüedades y referencias de arte históricas. Sus ‘looks’ son, por lo general, de carácter andrógino, con frecuencia raros en extremo, enamorado de la diversión que encuentra en casar referencias disparatadas, texturas y materiales. Uno de los estilismos más vistos en el lookbook del próximo prefall –fotografiado en roma entre una tienda de libros y una farmacia del siglo XVII– junta pantalones morados ochenteros, un suéter a rayas con puños y un jersey de cuello vuelto, un par de gafas con falsos diamantes y sandalias negras con una serpiente en tres dimensiones en el tacón. Y una capa estampada con leopardos y tigres y remendada con bolsillos de lentejuelas, por si acaso antes se había quedado corto.

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Hari Nef, entre flores © Por Joanna Hillman. Fotografía dede Alexi Lubomirski. Diseño floral dr Eric Buterbaugh.

Michele creció en Roma, donde su madre trabajaba como asistente en un estudio de cine, mostrando a su hijo el glamur de ese mundo mientras su padre, de figura más corriente (era técnico en Alitalia, pero escribía y esculpía en su tiempo libre), enseñó al joven Alessandro su afinidad con la naturaleza. Esta fusión de alto estilo y cuasi-chamanismo ayudaron a Michele a crear su propia visión como creador, desde sus estudios universitarios de diseño hasta sus primeros días diseñando bolsos en Fendi. Pero su nombramiento a la cabeza de Gucci, sin embargo, resultó chocante a ojos de la industria en un primer momento. No era un nombre reconocido llegado de otra gran marca. No era una estrella. Pero mientras la palabra “anónimo” era usada en titulares por la prensa, Michele, por aquel entonces de 42 años, lejos estaba de haber sido encontrado en una parada de autobús; era el jefe de accesorios de piel y zapatos de Gucci, llevaba una docena de años en la compañía y conocía el mundo de la moda al dedillo y desde dentro.

Y aún así hay un elemento fantástico, como de cuento de hadas, en la historia de su gran salto y de todo el fenómeno Michele. Aunque se define a sí mismo como un artista y no como un estratega, la proeza del último está, seguro, debajo del terciopelo o de los anillos con cabeza de león. Las ventas globales de Gucci en el primer cuatrimestre de este año han crecido más del 50%, contribuyendo fuertemente a los 3.500 millones de euros en ingresos para su grupo matriz, Kering.

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Petra Collins, también imagen de Gucci Bloom © Por Joanna Hillman. Fotografía dede Alexi Lubomirski. Diseño floral dr Eric Buterbaugh.

Aún así, cuando Michele habla de diseñar utiliza la palabra “jugar”, y se resiste activamente a los dogmas casi sagrados que tiene la industria de hacer las cosas, desde presentar por separado hombre y mujer hasta el mismísimo calendario de la moda. En su desfile para el próximo otoño juntó ambos géneros, y considera la idea de una colección estacional como algo desechable y maleable. “La moda es como una mujer mayor al borde de morir en una cama”, dice Michele sobre estos cambios, que se le antojan vitales para la moda; “Creo que podemos dejar morir a esta mujer. La moda ha hecho muchas cosas malas. Empecé siendo muy joven, en los 90, en uno de sus momentos más atractivos, pero creo que han tratado de mantenerse en esta burbuja (…) Esto no es moda, tenemos que hacer desfiles y productos por temporadas. No creo que eso funcione ya”.

Michele tampoco parece especialmente preocupado en si estas nuevas libertades –y lo ecléctico de sus piezas– envían a la gente a los estantes de Gucci o hacia sus propias versiones y visiones de sus diseños. Es bastante radical esta creencia suya de que, lo que, en otros casos podría considerarse como apropiación o plagio –la omnipresente bómber de flores este verano, el renacimiento del brocado, las deportivas joya–, para él es una señal de éxito. “Me gusta ver a gente por la calle vestida de algo que parece Gucci y no lo es”, dice. “Significa que estás haciendo algo bien”.

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Alessandro Michele © Por Joanna Hillman. Fotografía dede Alexi Lubomirski. Diseño floral dr Eric Buterbaugh.

Hay algo alentador, y ciertamente político, en cómo Michele pone en conversación elementos aparentemente incompatibles, y en cómo ha convencido a un mundo equilibrado y pulido para ver lo desajustado como bello y la nostalgia como un motor para la renovación, más que para la regresión o la exclusión. Sus compañeros en Gucci dicen que ha traído a la casa italiana una atmósfera mucho más abierta, mientras que Michel se considera un tipo feliz de haber tenido la oportunidad de hacer lo que le gusta a gran escala. “Es más que mi trabajo; es mi vida”, contesta cuando le pregunto como combate la presión. “Me siento tremendamente feliz cuando trabajo. No me importa si mañana seré despedido. Si te sientes más conectado con tu puesto que con tu creatividad, posiblemente sientas esa presión; pero si te da igual…”.

Michele no termina este pensamiento, pero su punto es claro. “Me siento feliz. No creo que esté en otro nivel. Soy muy afortunado de poder expresarme como quiero”.

Collins: maquillaje y manicura por Melissa Murdick para Gucci Beauty y Madeline Poole; Maquillaje, peluquería y manicura de Dakota Johnson: Mark Townsend para Dove Hair Care, Kate Lee y Deborah Lippmann. Maquillaje, peluquería y manicura de Hari Nef, por Peter Butler para Leonor Greyl, Christian McCulloch y Madeline Poole. Producción: Ian Kaplan para Custom Family. Diseño de localización: Nicholas des Jardins para Mary Howard Studio. Agradecimientos especiales a times Square Alliance.

Vía: Harper's Bazaar US.