Todos hemos oído la importancia de comer bien casi desde que tenemos uso de razón. Mi madre vivió desesperada porque, hasta los 14 años, me negué a comer; bueno, comía para sobrevivir, pero porque no me quedaba otro remedio. Puede que fuese esa la principal razón de que nunca haya adquirido unos buenos hábitos alimenticios. Esa y mi constitución; nunca he pasado de los 50 kg y he comido todo lo que me ha dado la gana y más sin que en mi cuerpo apareciese un solo michelín o gramo de celulitis. Pero el comer bien o mal no solo influye en nuestro aspecto físico, y es importante llevar una alimentación (y hábitos de vida en general) saludable para sentirse bien con una misma. Puede que suene a tópico pero puedo corroborar que es cierto; y no solo física, sino también emocionalmente.

El pasado verano, que había dejado de fumar, llevaba unos meses como autónoma trabajando desde casa, varios viajes con amigas a la playa, un abandono casi permanente del gimnasio hicieron que engordase 4kg, llegando a los 52 (algo histórico en mi caso). Pero no fue la subida de peso (seguía estando delgada y no tenía ningún problema con mi aspecto físico) sino más bien el deseo de mantener una rutina y unos hábitos de vida saludables lo que me hizo acudir a una nutricionista para aprender, de una vez por todas, a comer bien. Así que llamé a mi amiga Rocío Maraver, que trabaja en el despacho nutricional de Ángela Quintas, para ponernos manos a la obra. Y esto fue todo lo que aprendí en mi experiencia con Rocío:

1. Ordena tu vida

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Lo más importante para mantener una dieta equilibrada (también para quienes quieren perder peso) es ordenar tu vida y mantener un horario más o menos estricto de comidas. La regla de oro que me transmitió Rocío el primer día fue que tenía que comer cada dos o tres horas, saltarme una de las cinco comidas diarias no era una opción. De hecho, me dijo que si iba al gimnasio o hacía deporte por la tarde, podía hacer dos meriendas en lugar de una. Además, me advirtió de la importancia de no hacer nunca deporte con el estómago vacío, no pasar una horadesde que me levanto hasta que desayuno y saciarme en cada comida. Es importante no pasar hambre, suena también a tópico, pero es verdad: debemos comer bien en cada comida y no acabar ninguna de ellas con hambre; no es tan importante la cantidad como la calidad de alimentos que ingerimos.

2. Hacer deporte es imprescindible

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Lo primero que me preguntó Rocío cuando nos sentamos a replantear mis hábitosfue: “¿qué tal llevamos el gimnasio?”, y la respuesta, como no podía ser de otra manera, no fue positiva. Soy una persona que siempre ha hecho deporte pero es verdad que soy muy poco constante y me cuesta mucho mantener una rutina en el tiempo. Puedo motivarme durante varios meses con una actividad física concreta pero, si por cualquier causa, dejo de practicarla durante dos semanas, se me olvida por completo. Por eso, Rocío me explicó la importancia de mantener una rutina deportiva constante como complemento imprescindible de una alimentación sana. El metabolismo necesita estar activo y la actividad física no solo sirve para quemar calorías y perder peso, sino que estabiliza nuestro organismo en todos los sentidos, además de ser un factor crucial a la hora de evitar enfermedades cardiovasculares. Mi nutricionista me recomendó empezar con dos o tres sesiones semanales de deporte. Basándome en mi experiencia, puedo decir que el único truco infalible para ser constantes es grabar a fuego en tu cabeza que tienes que cumplir con esas tres sesiones semanales e intentar no saltártelas bajo ningún concepto (sí, me he saltado alguna sesión durante muchas semanas, pero es la única forma de mantener la rutina). Yo, por ejemplo, intento ir dos veces por semana al gimnasio, que está más lejos de mi casa y donde pierdo más tiempo, y si no me cuadra la agenda para cumplir con las tres sesiones de gimnasio intento compensarlo saliendo a correr media hora, ya que esta actividad no me roba tanto tiempo como la anterior.

3. Ese maravilloso mundo de las proteínas

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Supongo que cada especialista basará su trabajo en unos principios nutricionales a la hora de elegir una u otra combinación de alimentos, dependiendo también del objetivo de cada paciente. Yo me quedé asombrada cuando Rocío comenzó a hablarme de la importancia de equilibrar la ingesta de proteínas e hidratos de carbono, con una explicación demasiado técnica como para que yo sea capaz de transcribirla. En resumen, ¿alguien más (aparte de mí) había optado por tomar fruta o ensaladas para cenar con el objetivo de perder peso? A quienes hayan respondido afirmativo, les diré que, como yo, estaban equivocados.

Según me explicó Rocío, los alimentos proteicos son mucho más saciantes que cualquier otro, por eso pueden convertirse en un buen aliado para llenarnos en la cena sin renunciar a la ligereza de los platos. Además, las proteínas ayudan a atenuar el pico de insulina que tiene lugar en nuestro torrente sanguíneo cuando ingerimos una cantidad muy elevada de hidratos de carbono que derivan en grasa y, por consiguiente, en una subida de peso. Entre los alimentos proteicos bajos en grasa encontramos, los más comunes que son el pollo, pavo, ternera y pescado blanco, azul y mariscos, pero también los hay de origen vegetal como la quinoa, los brotes germinados, las semillas y los frutos secos.

4. Acabar con el "como siempre lo mismo"

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Puede que, quien acuda a una nutricionista para perder peso, su valoración sobre la experiencia se centre en el resultado final de su aspecto físico. En mi caso, no tiene nada que ver con eso. Lo que más valoro tras haber tomado esta sabia decisión, no es solo el haber encontrado el equilibrio y haber sido capaz de establecer una rutina y ordenar mi vida en este sentido, sino haber adquirido la capacidad para innovar, variar, y descubrir nuevos alimentos en la cocina, y que me resulte algo apasionante probar nuevas recetas o combinaciones de alimentos. Antes, cada vez que me planteaba ponerme “a dieta”, recurría a carnes y pescados a la plancha, ensaladas poco (o nada) atractivas, verdura cocida y hortalizas a la plancha. Puede que por eso mis intentos de inmersión en la vida sana tuviesen siempre tan poco éxito. Sin embargo, conociendo un poco las propiedades de los alimentos, sus componentes y todo lo que pueden ofrecerte, he llegado a crear platos deliciosos combinando esos mismos alimentos de otra forma: haciendo salsas o aliños vegetales, incluyendo semillas y frutos secos en platos más básicos, cocinando con más especias o ingredientes como el vino blanco o la soja, lanzándome al maravilloso mundo de las cremas, aprovechando los productos de temporada… En definitiva, la dieta mediterránea nos ofrece cientos de posibilidades de las que, muchas veces, aprovechamos solo un pequeño porcentaje. Solo es cuestión de plantearse un cambio y lanzarse sin miedo a los fogones.

5. Saltarse la "dieta" también es imprescindible

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Pongo la palabra dieta entrecomillada porque, si bien hablo en todo momento de una dieta equilibrada, el concepto ha sido malinterpretado por rutinas alimenticias extremas y poco saludables cuyo único fin era perder peso en poco tiempo. Aun así, y teniendo en cuenta que me refiero a unos hábitos de vida saludables, es importante desconectar, dejar de lado el valor nutricional de los alimentos, aunque solo sea en ocasiones puntuales, y centrarnos únicamente en el disfrute. Aunque queramos introducirnos en la vida sana, es importante no obsesionarse y saber que, salir de cañas una vez a la semana, comernos las tapas que nos sirven en los bares o merendar un gofre de chocolate no nos va a perjudicar ni va a tirar por la borda esos hábitos que ya hemos adquirido. Mantener un equilibrio mental y emocional, de forma que nutrirnos correctamente no suponga una obsesión, es uno de los factores más importantes, no solo para estar sanos sino también para ser felices. Palabra de nutricionista.