No hace falta ser un genio para entender cómo funciona el tema calórico. Cuando te mueves, estás utilizando combustible (a.k.a. calorías). Y cuando estás sentada en tu ordenador, estás sentada en tu ordenador. Nuevas investigaciones han revelado una evidencia alarmante: pasar incontables horas en la silla de tu oficina (por muy ergonómicamente correcta que sea) puede tener profundos efectos fisiológicos en tu cuerpo, causando estragos más allá de la báscula.

"El cuerpo no está pensado para que estemos sentados", apunta James Levine, endocrinólogo de la Mayo Clinic en Scottsdale (Arizona) y principal defensor del treadmill desk. "Cuando estamos sentados durante mucho tiempo, los receptores de los músculos de nuestro cuerpo que están inactivos –zona lumbar, nalgas y piernas, torso, abdominales, hombros y brazos– empiezan a cambiar y se hacen más resistentes a la insulina, causando que los niveles de azúcar y triglicéridos de nuestra sangre se eleven". Por si fuera poco, nuestro metabolismo cae en picado, lo que inevitablemente conduce al aumento de peso. Los estudios también vinculan a este hecho enfermedades como la diabetes de tipo 2, problemas cardiovasculares, presión arterial alta, dolor de espalda y depresión. "Hace que no sólo la maquinaria de los músculos pare de trabajar, sino que, en esencia, deje de trabajar casi la totalidad de nuestro sistema", dice Levine. "Si has estado sentada durante una hora, has estado sentada durante demasiado tiempo seguido".

Y si crees que yendo al gimnasio un par de veces por semana puedes deshacer el daño, bueno, quizá entonces sí que debas sentarte para leer esto. "El ejercicio tiene claros beneficios para la salud, pero practicar deporte durante una hora unos pocos días a la semana no va a compensar el daño que supone estar todo el día sentado". Así, Levine recomienda que creemos una alarma en nuestro teléfono móvil para que cada 15 minutos recordemos ponernos de pie y caminar – aunque sea hasta la mesa de tu compañero de trabajo más cercano.

"Incluso esas cosas que, supuestamente, están destinadas a ser positivas para con nuestro bienestar pueden sabotear las buenas intenciones", dice Walter Willet, profesor de epidemiología y nutrición en la Escuela de Salud Pública y co-autor de Thinfluence Harvard: The Powerful and Surprising Effect Friends, Family, Work, and Environment Have on Weight. El doctor analiza cómo, cuando se trata de ganar la guerra contra el exceso de peso, hay factores críticos que ni siquiera tenemos en consideración. Seamos realistas: No vivimos en una burbuja llena de ramas de apio y cintas de correr. "Las circunstancias (y el entorno) de cada persona son distintas, y esa particular mezcla de factores, incluyendo el lugar de trabajo, dicta el estilo de vida de la persona y, por consiguiente, su peso", añade Malissa Wood, cardióloga en el Hospital General de Massachussetts y co-autora de Thinfluence Harvard junto a Willett.

Mientras tanto, ese ansia que sentimos de estar merendando constantemente debe ser identificado como lo que es: un truco de tu mente para hacerte creer que tienes hambre cuando sólo buscas una distracción. "Comer es, a menudo, algo que hacemos para ayudarnos a superar los retos del trabajo", dice Charles Passler, afamado nutricionista de Nueva York. O quizá solo tengamos sed. "Estar bien hidratados mantiene nuestro cerebro enfocado y hace que nos demos cuenta de que, en realidad, no necesitamos comer nada", añade.

Por suerte, la vida de oficina no tiene por que ser tan perjudicial. "Pasear es muy importante", dice Levine, señalando que cuando se utiliza un treadmill desk –destinado a movernos 1 km/hora muy lentamente–, por ejemplo, se reducen tales efectos. El treadmill desk permite que andemos y, a la vez, escribamos e-mails o hablemos por teléfono – incluso Victoria Beckham podría hacerlo subida a sus stilettos. La solución, pues, es simple: Para conseguir perder de peso en la oficina, sólo tienes que mover tus reuniones. Literalmente.

Vía: Harper's BAZAAR US