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Lo vemos en el cine, en las series de moda, copando las páginas de las revistas. Lo glorificamos, utilizamos como indicador de la salud de la pareja y como rasero para medir a nuestro ex, echamos mano de él cuando necesitamos una anécdota jugosa… El sexo es el motor que mueve el mundo o, por lo menos, el tema omnipresente que siempre está ahí, en boca de todos.

Sin embargo, un día te das cuenta de que, en tu caso, la cosa parece apagada o fuera de cobertura, y que los encuentros furtivos con tu pareja se han convertido en algo caprichosamente esporádico. Y te agobias, claro está. Y piensas que algo va mal. ¿Es que ya no os gustáis? ¿Es que se apagaron las ascuas de vuestra pasión? Así que decides apuntarlo en tu lista de cosas por hacer mientras anhelas tus años de hormonas en efervescencia y sexo casual y te preguntas, ¿cómo he llegado a este punto? ¿Qué se debe hacer si se te pasan las ganas de sexo? Para salir de dudas y evitar que se extinga la llama, recurrimos a Silvia C. Carpallo, escritora y sexóloga.

¿Por qué no me apetece?

Entre las causas que provocan la falta de apetito sexual –aunque el despertar sexual florece en primavera–, están las fisiológicas como el síndrome de déficit de testosterona, donde la disminución de esta hormona puede afectar a nuestra libido y percepción del deseo, tal y como explica Silvia. Sin embargo, en la mayoría de casos los motivos van más allá de lo físico: "La disminución del deseo puede tener que ver con el cansancio personal, la falta de tiempo propio para poder mimarse y relajarse, el estrés, la ansiedad… o incluso con una falta de conexión en la pareja. Es por ello, que cuando una pareja llega a consulta con un problema que creen que deben de resolver en la cama, lo primero que se recomiendan son deberes para hacer fuera de ella. Por ejemplo, ponerse en el lugar del otro, compartir más aficiones de ocio que nos hagan reencontrarnos, mejorar las técnicas de comunicación o limar las asperezas del reparto de tareas domésticas”, sentencia la sexóloga.

Y es que la sexualidad está ligada a otras áreas clave de nuestra vida. Si el sexo falla, también puede hacerlo nuestro humor, nuestra autoestima o incluso nuestra alimentación, si utilizamos la comida como fuente sustitutiva de placer. De la misma manera, si falla la pareja, el trabajo o existen conflictos familiares, estas preocupaciones pueden transferirse a nuestra sexualidad y bloquearnos, tal y como explica Silvia. ¿La clave? Evitar la rutina. "Si para una vida sana hay que tener una dieta variada y equilibrada, para una sexualidad sana, variar el menú será también clave para no perder el apetito”, añade.

¿Es por ti o es por mi?

Establecer si la falta de deseo nos afecta también de manera individual, por ejemplo, a la hora de masturbarnos, puede ser un buen indicativo para conocer en qué punto se encuentra la relación. “En Japón, donde cada vez hay más casos de asexualidad dentro de las parejas, es decir, parejas que han abandonado su vida sexual en común, y que incluso recurren a la fecundación in vitro para tener hijos solo por no pasar por la presión del encuentro sexual, se da el paradigma de que han aumentado los modelos y las ventas de juguetes eróticos para vivir el sexo en solitario. Es decir, que lo que faltan son ganas de compartirse con otra persona, no las ganas de tener sexo en sí mismas”, explica. En cambio, advierte que en periodos de mayor ansiedad o agotamiento, es probable que no exista apetito de ningún tipo ya que estaremos desconectados de nuestra sexualidad individual.

Comprobar si esta desconexión tiene que ver con uno mismo o implica a otras personas es fundamental pero ante todo, recuerda: no podemos estar siempre al 100% por lo que los altibajos de deseo sexual son normales. “A falta de una educación sexual, tomamos la ficción como referente y en la misma observamos que casi siempre existe un alto deseo, sobre todo en los hombres. Es absurdo pensar que todas las personas tendrán siempre el mismo deseo: dependerá de sus momentos y circunstancias, tanto a nivel individual, como en pareja”, apunta Silvia.

¿Cuestión de género?

Llegados a este punto, resulta obligatorio rechazar los estereotipos de género que tienden a endiosar el deseo masculino mientras reducen el placer femenino a un ‘daño colateral’ del acto. Nada más lejos de la realidad: “Es cierto que, en un mayor porcentaje, las mujeres vinculan el sexo con las emociones (entendemos por emociones muchas cosas, no solo el amor) y que por eso en ocasiones cuesta más conectar con el lado sexual”, nos cuenta. Factores como nuestra forma de relacionar pensamientos o el reparto poco equitativo de tareas del hogar provocan cansancio, afectando a nuestras ganas, dificultando la conexión íntima y alimentando unos estereotipos que no son más que generalidades”, defiende Carpallo.

Unas generalidades que parecen estar cambiando las tornas, desafiando mismamente el paradigma de la sexualidad masculina: “Es curioso que en consulta se ven cada vez más hombres, además muy jóvenes, con falta de deseo. Hay que entender que el deseo no es solo algo físico, también es en parte social y cultural, y que actualmente los hombres están sometidos a más presiones, básicamente porque antes no se les exigía nada, y ahora la revolución sexual femenina implica que la satisfacción sexual femenina también cuenta. Todo ello, sin contar con la influencia de factores como el porno, que marcan unos cánones respecto a tiempos y medidas totalmente irreales, generan ansiedad ante el encuentro sexual a falta de referentes reales, y que, obviamente, también influyen en una disminución del deseo”, advierte Silvia.

Sí, la presión social y las comparaciones odiosas nos afectan a ambos sexos así que la clave estará en reducir el hermetismo y aumentar la comunicación. El primer paso para combatir la falta de apetito sexual es aceptarla, no agobiarnos y comprender que las fluctuaciones de deseo son lógicas y pasajeras. Sin embargo, si queremos evitar que estos periodos se alarguen y afecten al crecimiento de la pareja tendremos que echarle imaginación: “Debemos pasar tiempo con nosotros mismos. No existe una única manera de masturbarse y reencontrarse en soledad siempre es el primer paso. Ya después, deberemos intentarlo con la pareja”, aconseja Silvia. La sexóloga nos invita a hacer un esfuerzo y sacar tiempo de nuestras apretadas agendas para cultivar nuestra sexualidad de forma diferente, dedicando al menos un par de horas al mes a hacer algo distinto.

“Cada vez elige uno: juego de roles, sesión de cosmética sensorial, leer juntos un libro erótico, ir a comprar juntos un juguete erótico, innovar el sexo oral con un nuevo lubricante de sabores o con efectos… La idea no es solo salir de la rutina sexual, sino volver a conectar con la pareja de la forma más sencilla: divirtiéndonos juntos. No olvidemos que al final el sexo tiene que ser motivo de felicidad”, sentencia Silvia.

Fecha original del artículo: 2016.