Pienso, luego existo, pero solo si tu intestino te lo permite. Así rompe la ciencia con la (al parecer) incompleta idea de Descartes sobre el ser humano. Porque en esa afirmación faltaba el que, para la medicina oriental, ha sido siempre considerado como el segundo cerebro: el intestino. De hecho, con ese mismo nombre, en 1999 el doctor Michael Gershon publicó en su libro The second brain su vinculación con el sistema nervioso.

"El cerebro intestinal desempeña un papel muy importante en la felicidad y en las miserias humanas, aunque muy poca gente lo sepa", explicaba Gershon. Porque sí, a todas nos ha pasado. Desde unas románticas mariposas en el estómago a un terrible nudo. Nuestra tripa está presente en los momentos más importantes de nuestra vida, y se hace escuchar (a gritos, si hace falta). Más de 100 millones de células nerviosas recubren el tubo digestivo formando un sistema nervioso entérico que no solo se encarga de vigilar la digestión, sino que tiene además un papel importante en las emociones, así como en el manejo del dolor.

giphyView full post on Giphy

De ahí que los investigadores Luis Antonio Lázaro y Ander Urederra decidiesen recoger en su libro Nutrición Simbiótica la directa relación entre la alimentación, el intestino, el peso y la salud. "Somos lo que comemos, somos lo que asimilamos y también somos lo que evacuamos", advierten antes de adentrarse en materia. Porque sí, podemos pasarnos la vida contando calorías sin darnos cuenta de que quizás lo importante no sea su número, sino su origen, el que a la larga se vea reflejado en el espejo. "La Nutrición Simbiótica es la visión que contempla a la vez en nuestra dieta el bienestar de nuestro cuerpo y el de los microorganismos que lo habitan", explican los autores. Y para ello, es imprescindible incluir alimentos fermentados, prebióticos y probióticos en el menú.

¿Te sientes hinchada? El estrés, los aditivos, los pesticidas o los medicamentos pueden estar involucrados. Por el contrario, hay alimentos que pueden ayudarnos a revertir la inflamación: hortalizas y frutas, algas, semillas, alimentos fermentados... ¡Ya sabemos por qué los alemanes no pueden imaginarse un plato sin chucrut! Y, sobre todo, huir de los alimentos procesados, como harinas y azúcares refinados, embutidos o refrescos.

No hay mejor detox que un intestino desinflamado y sano. Por el contrario, el yogurt, el pan, e incluso la cerveza, cuando son artesanales, son ejemplos de productos fermentados (pero no por ello debes inflarte a cañas, que el alcohol no es la solución). Y gracias a ellos, el cuerpo puede cumplir con sus necesidades antioxidantes con mayor eficacia. Además, se pueden hacer en casa. Solo necesitas ganas, y una buena receta.

Puedes empezar con estos pepinillos fermentados de Eva Muerde la Manzana

Mason jar, Vegetable, Food, Preserved food, Cucumis, Plant, Cucumber, Pickling, Vegetarian food, Leaf vegetable, pinterest

Ingredientes

  • 2 kilos de pepinillos.
  • 1 ramillete grande de eneldo.
  • 10 dientes de ajo (más o menos según el gusto).
  • 3 - 4 cucharadas de especias para fermentar (puedes preparar una mezcla con lo siguiente, a partes iguales: semillas de mostaza, semillas de eneldo, semillas de cilantro, pimienta negra en grano, pimienta de Jamaica, hojas de laurel machacadas).
  • 6 cayenas secas (opcional).
  • 4 hojas de parra (u otras hojas ricas en taninos como las de té, rábano picante o roble). Éstas mantienen los pepinillos crujientes.
  • Salmuera al 3.5% (35 gramos de sal por litro de agua) preparada con agua sin cloro.

Instrucciones

  1. Quita los tallos y las flores de los extremos de los pepinillos. Si los pepinillos no se han cogido el mismo día, mételos en un bol de agua con hielo durante aproximadamente una hora.
  2. Pela los ajos. Utiliza sólo los dientes más frescos para condimentar los pepinillos.
  3. Añade los pepinillos, ajo, eneldo y especias en tus botes en capas (puedes utilizar dos botes Fido de 2 litros o cuatro botes de 1 litro) y no olvides incluir las hojas de parra enteras.
  4. Echa la salmuera sobre los pepinillos, rellenando hasta el cuello de los botes.
  5. Cierra los botes con su tapa hermética y deja que los ingredientes fermenten en un lugar oscuro y fresco, durante al menos 5 días (posiblemente 7 o incluso hasta 10 días - la fermentación es un arte impreciso). Al segundo día más o menos, verás cómo comienza a burbujear.
  6. Pruébalos para ver si están suficientemente ácidos para tu gusto. Una vez que están hechos, mételos en la nevera para ralentizar la fermentación y disfruta de su delicioso sabor y textura.