Todo comenzó de casualidad. Como la mayoría de los grandes acontecimientos a los que, si no estás alerta, no les das la importancia que se merecen. Fue durante una conversación familiar las pasadas Navidades cuando un recién divorciado dijo que se encontraba mucho mejor desde que había contratado un coach. No imaginé, así a primeras, que el coach fuese un entrenador de la mente y no del cuerpo. “¿Un coach?”, pregunté, “¿un coach para qué?”. “Es una especie de guía, me ayuda a superar los problemas”, confesó. A pesar del tufillo Bucay meets Coelho no le di mayor importancia. A fin de cuentas, después de una ruptura sentimental los seres humanos tenemos una cosa llamada Carta Blanca que consiste en que puedes hacer todo lo que te dé la gana – cortarte el pelo, llorar en público o salir hasta las tantas – sin que nadie te culpe por ello e incluso te apoye cuando lo haces.

Pero entonces, como si del virus zombie se tratase, la palabra coach empezó a extenderse en mi círculo a gran velocidad: después de aquel familiar fue una conocida y finalmente, un amigo cercano. Los coaches habían llegado para quedarse. Si en los años 80, Woody Allen consiguió convencer a media humanidad que no eras nadie sin un psicoanalista y en los 90 los psicólogos – y los libros de autoayuda – comenzaron a perder el estigma que los había acompañado hasta la fecha para que en los 00’s todo el mundo pudiera decir abiertamente qué libro se estaba leyendo para superar X proceso o pudiera pasarte el número de teléfono de su psicólogo a través de un grupo de wasap sin que aquello pareciese raro, ¿estamos ahora ante el reinado de los entrenadores de la mente o es solo algo temporal?

Lo primero es lo primero: ¿dónde nace el fenómeno del coaching?

Emprendimiento, proactividad, motivación personal, alcance de objetivos. Es probable que estos conceptos de suenen si trabajas en una empresa. El término coach (entrenador en español) tiene sus orígenes a mediados del siglo XVI en un pequeño pueblo en Hungría llamado Kocs, que se convirtió en un lugar de paso para viajeros que hacían el trayecto entre Viena y Budapest. Precisamente por esto, en el pueblo se inventó un carruaje que pronto fue reconocido a nivel internacional por su especial comodidad: el carruaje de Kocs, kocsi para los amigos. En alemán se tradujo como kutsche, en italiano como cocchio, en francés e inglés como coach y en español como coche. La definición vino sola: se trata de un vehículo para transportar a personas de un lugar a otro. Es decir, una herramienta que favorece que llegues antes a tu destino.

El primer 'coach' de la historia, sin embargo, fue el filósofo griego Sócrates quien en su mayéutica invitaba a sus discípulos a descubrir respuestas por sí mismos con la ayuda de un interlocutor que expresara las preguntas adecuadas. En su filosofía, recalcaba que todo hombre tenía la verdad en su interior, pero que a menudo necesitaba un camino de búsqueda -generalmente mediante el diálogo- para encontrarla y alcanzar nuevas posibilidades.

No es hasta el siglo XX cuando las palabras coach y coaching empiezan a adquirir las connotaciones psicológicas por las que los conocemos hoy en día: sucede en el ámbito deportivo en Estados Unidos con la intención de incrementar el rendimiento individual de los deportistas. Los 'entrenadores' comienzan a guiar y a potenciar las habitalidades de sus discípulos (los deportistas) para que alcancen sus objetivos. La tendencia del 'coaching' deportivo tiene una época de expansión en la década de los 80 y finalmente, esta filosofía deportiva se traslada al mundo empresarial. Hoy día, vemos como el coaching ha pasado de empresas a individuos. Y es por esta sencilla razón por la que ahora todos tus amigos tienen un coach.

¿Qué es? ¿Puede ayudarme?

Un coach no es un psicólogo. Al igual que el carruaje de Kocs, el coach te puede ayudar a trasladarte de un punto de tu vida a otro, pero debes tener claros tanto tu potencial (¿qué soy?) como tus objetivos (¿qué quiero?). Es decir, a un coach puedes acudir si estás estancado en el plano laboral y quieres cambiar o si sientes que tu vida está en un punto muerto y necesitas ayuda externa para enfocarte en tus metas y alcanzar tus logros. No debes acudir para superar un luto, una ruptura o una depresión. Para verlo de una manera más clara, pensemos en un problema del cuerpo y no de la mente: cuando estás a gusto contigo mismo pero crees que necesitas hacer algo de deporte con la intención de ponerte en forma vas directamente al gimnasio. Sin embargo, si tienes problemas de ansiedad relacionados con la comida o problemas alimenticios que empiezan a suponer un riesgo para tu salud, tu solución es un endocrino.

Entendida la diferencia, el coaching es una metodología, inspirada en el deporte y trasladada al plano empresarial y personal, que sirve para el aprendizaje y el desarrollo. Una persona que te acompañará, te guiará y sobre todo, te motivará para llegar del punto A al punto B. De modo que si buscas cambios pero necesitas a alguien que te ayude a actuar, sí, es posible que necesites un coach. Una de las críticas más feroces que encuentra el fenómeno del coaching es que no se trata de una disciplina cerrada, su metodología no está definida y el auge de la tendencia ha propiciado que la oferta de "coaches" se dispare. Al contrario que la psicología, un coach no recibe una formación específica (mucho menos universitaria), por lo que las posibilidades de acabar dando con un "charlatán" se disparan.